Agro Alimentos / Biotecnología de los Alimentos

Lo que natura no da, el fitomejoramiento lo provee

La famosa frase latina dice “lo que natura no da, Salamanca no presta” para significar que ninguna universidad puede darle capacidad e inteligencia a quien la naturaleza se las negó. 

Lo que natura no da, el fitomejoramiento lo provee

Por el contrario, el mejoramiento genético vegetal puede dar a las plantas características que la naturaleza les negó. 

En la época del imperio romano, en la cuenca del Mediterráneo crecía un “yuyo” raquítico conocido como Brassica. Resulta que un día ese “yuyo” cambió (hablando en términos científicos, se produjo una mutación) y sus flores comenzaron a abortar. Eso generó una “cabeza” blanca que resultó apetecible para ciertos comensales; así que los agricultores eligieron las plantas mutantes para cultivarlas ¡había nacido la coliflor! Pero la historia no termina aquí, a otras personas le gustaron las flores inmaduras, de color verde y cultivaron la planta para tal fin. Ese fue el origen del brócoli.

La Brassica, como todas las plantas, tiene yemas (más comúnmente llamadas brotes). Estas pueden estar a lo largo del tallo o en la punta y se llaman yemas laterales y terminales, respectivamente. Parece que, en el siglo XVIII, Brassica viajó a Bélgica (vaya a saber en la valija de qué explorador) y en un campo cerca de Bruselas se interesaron por las yemas laterales, seleccionando las plantas que producían yemas grandes como pequeñas esferas y así se originó el repollito o col de Bruselas. Cuando la selección de plantas se enfocó en la yema terminal, nacieron el repollo (el de la ensalada, de toda la vida) y el repollo rizado (que se usa mayoritariamente como planta ornamental).

A otros mejoradores le interesó la hoja de Brassica y de ellas surgió el kale o berza. Los que eligieron la raíz y la mejoraron, dieron origen al colirábano.

De esta manera de una misma planta “madre” se originaron siete especies que forman parte de nuestra alimentación cotidiana. Especies que no existían en la naturaleza y que, sin la intervención humana, tampoco existirían hoy en nuestros platos.

 

Naturalmente artificial

Muchas veces confundimos comida natural con productos que siempre estuvieron en la naturaleza y nunca cambiaron. La historia anterior demuestra que esto no es así.

Todas las frutas y verduras que comemos provienen del fitomejoramiento; es decir que son “inventos humanos”. Esto ocurre porque los ancestros silvestres de los cultivos no estaban en la naturaleza para satisfacer nuestras necesidades de alimentación, sino que como cualquier ser vivo su objetivo era crecer, reproducirse y perpetuarse en las siguientes generaciones. Por eso tenían altos contenidos de antinutrientes, espinas y pelos o frutos que se abrían a la madurez para dispersar las semillas.

El ser humano fue cambiando esas características, primero con la domesticación y luego con el mejoramiento genético con bases científicas. Es decir, primero lo hizo empíricamente o “a ojo” (hablando informalmente) y luego intencionalmente, con herramientas de la ciencia, mejorando la cantidad y la calidad de los alimentos. Por eso hoy podemos comer tomates sin antinutrientes, berenjenas sin espinas, sandías y bananas sin semillas, zanahorias de diversos colores, entre otros ejemplos. 

Los productos obtenidos del fitomejoramiento se llaman creaciones fitogenéticas, variedades o cultivares. Por ejemplo, dentro de la especie lechuga se seleccionaron diferentes tipos y colores de hoja y hoy tenemos variedades de lechuga crespa, capuchina, criolla, morada, etc.

Después de leer esto te habrás dado cuenta de que lo que comés es naturalmente artificial pero más seguro y nutritivo.

 

Un poquito más de info…

Las mutaciones son cambios en el material hereditario (cromosomas, ADN). La mayoría de ellas son neutras, es decir que no provocan ningún cambio, pero también hay mutaciones con efectos negativos (enfermedades) y positivos (adaptación a climas y suelos). Las mutaciones ocurren naturalmente y si un fitomejorador las descubre, las puede usar para mejorar los cultivos. Un claro ejemplo de lo anterior son las mutaciones que hacen a las plantas de arroz y trigo más bajas; esta mutación fue aprovechada para adaptar esos cultivos a la cosecha mecánica y actualmente la mayoría del trigo y el arroz que consumimos son descendientes de plantas mutantes naturales. 

A veces es muy difícil encontrar mutantes naturales interesantes y es por ello que los mejoradores de plantas inducen mutaciones artificialmente (con rayos X o sustancias químicas). De estas mutaciones inducidas hay muchos resultados que, hoy, están en nuestra frutera. La mandarina sin semillas y el pomelo rosado son dos de los numerosos ejemplos de frutas obtenidas por mutagénesis.

 

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