us características impresionantes han sido poco reveladas, por ejemplo, su contenido de proteínas alcanza el 47,7%, más que la gran mayoría de las leguminosas y el cultivo puede enriquecer los suelos al fijar entre 160 y 200 kg de nitrógeno por hectárea. Una desventaja es la necesidad de eliminar los alcaloides contenidos en las semillas mediante lavado y remojo, sin embargo, la mejora genética que actualmente realizan varios países debería permitir que las variedades «dulces» estén ampliamente disponibles.
El cultivo tiene un enorme potencial, sin duda comparable al fenómeno que llegó a la quinua en todo el mundo. Es un excelente alimento para humanos y animales. Por ejemplo, en Chile, la proteína para la alimentación del salmón tiene el potencial de ser reemplazada por lupino. Al promover el uso de lupino a nivel mundial, vale la pena considerar la protección de los nuevos genotipos y tecnologías desarrolladas por los países andinos y así canalizar los beneficios y regalías a las comunidades originales de estos países.
Estos cultivos andinos «olvidados» fueron objeto de un proyecto promovido inicialmente por el Fondo Regional de Tecnología Agropecuaria (FONTAGRO) para desarrollar innovaciones tecnológicas y fortalecer la capacidad de recuperación de los sistemas productivos mediante la inserción de lupino y contribuir así a mejorar los medios de vida de los agricultores.
El proyecto fue realizado por expertos de Bolivia, Chile y Ecuador a través de la participación de la Fundación PROINPA de Bolivia, el Instituto de Investigación Agrícola (INIA) de Chile y el Instituto Nacional Autónomo de Investigación Agrícola (INIAP) de Ecuador. Fue enmarcado en un proyecto base llamado «Mecanismos y redes para la transferencia de tecnologías de cambio climático en América Latina y el Caribe (ALC)».
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