Agro Turismo / Comunicación y Turismo Rural

En la pandemia se fue al campo, reabrió un viejo “boliche” rural y hoy le da vida al pueblo

María Inés Campelo es la nueva protagonista de ELLAS, decidió apostar por un almacén de campo en Lértora, que ya se transformó en un restaurante y salón de eventos

En la pandemia se fue al campo, reabrió un viejo “boliche” rural y hoy le da vida al pueblo
domingo 12 de noviembre de 2023

Quienes andan ruteando, de campo en campo (sea agrónomo, contratista, productor, asesor o comercial), saben que las mejores comidas se obtienen en los lugares más recónditos. La estación de servicio tal, el cruce de rutas aquel o el almacén del pueblo equis.

Sucede que muchos de esos lugares tienen la particularidad de estar atendidos por sus propios dueños y la cocina (sean “sanguches”, asados o minutas) tienen la mano y el cariño del lugareño. 

De esto se trata la nueva historia de la serie de podcasts ELLAS, en la que María Inés “Marinés” Campelo es la protagonista.

Hija de un reconocido amansador de caballos en el oeste de Buenos Aires -que trabajó para Héctor Barrantes primero y para Gonzalo Pieres después (dos emblemas del polo argentino)-, casada con un contratista (Guillermo González), cuando la sorprendió la pandemia, se fue al campo, en el pueblo de Lértora (a 28 kilómetros km de Trenque Lauquen) a acompañar a su marido y escapar del encierro.

Así surgió la posibilidad de reabrir un viejo almacén, “El boliche de Lértora”, un lugar que en 2024 cumple 100 años y que había quedado hace tiempo en la familia de Guillermo. 

Hoy, allí se puede comprar casi de todo y los fines de semana, con reserva, se puede ir a comer. Cuenta María Inés que allí se hacen además reuniones (de Grupos CREA, de Los Grobo, entre otros) y eventos como cumpleaños y reuniones familiares. 

 

Marines en el boliche

– Contame de tu infancia, ¿dónde te criaste? ¿Cómo estaba constituida esa familia?

–Nos criamos en el campo. Mi papá era un hombre dedicado a las tareas rurales, más que nada al amanse de caballos para polo. Trabajó durante muchos años para Héctor Barrantes y después para Gonzalo Pieres. Y mi mamá lo acompañaba. Vivíamos en el campo. 

– ¿Es cierto que tu padre domó caballos para la realeza de Inglaterra?

–Mi papá, Jorge José Campelo, aunque todos lo conocían como “Cachulo”, era un groso. Fue domador de caballos para Héctor Barrantes durante muchos años (N de la R: empezó a jugar polo a los 15 años en 1967, la vida lo conectó con Susan Ferguson, la madre de Sarah Ferguson, Duquesa de York) y en un momento, Barrantes le propuso a mi padre llevarlo a Inglaterra a domar caballos de polo. Así viajó una vez, domó caballos y como Barrantes estaba muy vinculado a la corona, había caballos que eran de la reina. 

– ¿Cómo siguió esa historia?

Los primeros siete caballos que domó en Inglaterra eran para el Príncipe Carlos. Fue a probarlos él en persona y su hermana Ana. Después aquel primer viaje la gente quedó muy contenta con su trabajo y le pidieron que vuelva a ir. Pero esa vez mi padre le dijo que iba, pero si podía llevar a toda la familia. Y así fue como viajamos todos a Inglaterra, estuvimos viviendo allá. Cuenta mi mamá que nosotros teníamos una credencial para ir a Buckingham y entrar por lugares que no podía entrar cualquiera. Cuando se vinieron para Argentina lo llamaron y le ofrecieron irse a Arabia Saudita, pero “Cachulo” dijo que no cambiaba Argentina, el asado y los amigos por ese trabajo (se ríe).  

– ¡Qué lindas historias! Volvamos a la tuya. Con todo eso, ¿no pensaste en estudiar agronomía o veterinaria?

No. Hice el secundario, pero no seguí ninguna carrera. Me casé muy joven y ahí me fui a vivir al campo de nuevo. 

– ¿Qué hacías  en tu vida hasta que reabriste el noliche?

Tengo mi casa en Trenque Lauquen y tengo mi negocio allí también que se dedica a la venta de plantas de interior y exterior, a su vez teníamos anexados muebles de jardín, adornos, macetas, insumos de vivero, de todo un poco. 

– Pero en marzo de 2020 vino la pandemia y quedaste encerrada en tu casa de Trenque y tu marido trabajando en el campo. ¿Qué pasó ahí y cómo se te ocurrió reabrir el boliche?

Esto había estado cerrado un buen tiempo. Guillermo que siempre trabajó en los alrededores se daba una vuelta, pero no veníamos acá y estaba cerrado. Cuando nos agarró la pandemia, él se empezó a quedar en el boliche porque entrar y salir de los p– ¿Cómo es el boliche? De esos que está sobre calle de tierra, casona vieja…

Es una casa grande, de hecho, el salón tiene 22 metros por 8. Tiene cuatro puertas dobles que dan al frente. Todo piso de madera, mostradores de pinotea. Las clásicas paneras de los antiguos almacenes. El boliche se conserva bastante original, que es lo que llama la atención, porque la construcción va a cumplir el año que viene 100 años. Y bueno, se fue mejorando y fuimos reciclando, tratando de no perder la esencia. 

– ¿Qué te imaginaste cuando pensaste en reabrir el boliche? ¿Imaginabas lo que finalmente fue?

Yo me lo imaginé. Me imaginé esa concurrencia. Y mirá, cuando hablé para poner Internet le dije a la empresa que yo quería una conexión que permita que 30-40 personas se puedan conectar.

Yo ya mi imaginé esa cantidad de gente comiendo en el lugar. 

 

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