El manejo del Sorgo de Alepo es un desafío en constante evolución que requiere un enfoque integral que combine el conocimiento de su biología, la utilización de herramientas químicas adecuadas y estrategias de manejo cultural.
El sorgo de Alepo (Sorghum halepense) es una maleza perenne, de alta capacidad de adaptación en diferentes ambientes y que puede propagarse de forma sexual y asexual. A nivel mundial, según datos reportados por Aapresid, existen más de 30 casos de resistencias confirmados, principalmente a inhibidores de ALS, ACCasa, glifosato, a inhibidores de microtúbulos, y resistencias múltiples que combinan diferentes modos de acción.
En el último mapeo de malezas realizados por la REM de Aapresid, la resistencia a glifosato ronda las 12 millones de ha, mayormente marcada en el centro y norte del país (Fig. 1), abarcando 185 departamentos/partidos de los 202 relevados (Fig. 2 y 3). Mientras que la resistencia a graminicidas (ACCasa), también se está dispersando hasta casi a la mitad de los departamentos mapeados (Fig. 2 y 3).
Figura 1. Porcentaje de lotes afectados por sorgo de Alepo resistente a glifosato en Argentina. Fuente: REM.
Figura 2. Presencia de sorgo de Alepo resistente a glifosato (izq.) y a graminicidas (ACCasa) en Argentina. Fuente: REM.
Figura 3. Número de departamentos/partidos con presencia de sorgo de Alepo resistente a glifosato y a graminicidas (ACCasa) en Argentina. Fuente: REM.
Biología y dinámica: las aliadas en el manejo
El sorgo tiene dos tipos de reproducción sexual y asexual. Su propagación a través de semillas ocurre a comienzos del verano. Al presentar diferentes grados de dormición, pueden perdurar largos períodos en el banco del suelo. Para germinar requieren temperaturas alternadas superiores a una temperatura base de 8ºC. Asexualmente, se multiplican a partir de rizomas de la temporada anterior, de plantas que no fueron controladas, y cuya masa aérea se secó durante el invierno
El 95% de los rizomas se encuentran mayoritariamente en los primeros 15 cm del suelo. Mientras más profundos se encuentren, su supervivencia es mayor. A su vez, las reservas de estos rizomas permiten elevar los vástagos sobre los cultivos, incluso cuando estos tienen una alta biomasa acumulada.,
El Ing. Agr. Marcelo de la Vega, de la U. T. N. en su paso por el podcast de REM: Integrando manejos Sostuvo que: “los cambios que debemos hacer para poder manejar esta maleza tienen que provenir de diferentes órdenes, ya no alcanza con manejar conceptos empíricos tomados de manejos del pasado porque los sistemas han cambiado. Los cambios deben ser: de tipo operativos, es decir la manera en que se realizan las cosas, desde el punto de vista epistemológico, o sea la forma de pensar la problemática y desde el punto de vista ontológico, es decir la manera de entender la realidad”.
El especialista considera que hay dos parámetros en cuanto al comportamiento de una maleza que hay que considerar: los rendimientos relativos totales (referencia de la competencia intra e interespecífica) y su agresividad. Cuando las poblaciones de malezas son altas, la agresividad es baja, pero al reducirse la población, aumenta la agresividad y es por eso que las poblaciones se incrementan.
De acuerdo al mapeo REM, si bien la frecuencia en los lotes es muy alta, en muchos casos la cantidad de plantas es baja y cuando no se les da importancia debida, al no tener una competencia intraespecífica alta, aumentan su agresividad y complicación las campañas sucesivas.
Herramientas de control químicas: cuidando las últimas balas
De la Vega señaló que “el control de semilla es efectivo mediante herbicidas preemergentes, nunca debemos prescindir de ellos.. En el caso del control de individuos de rizoma, la dinámica es otra”.
Cuando la parte aérea, encargada de producir el alimento fotosintetizando, es controlada, por ejemplo por una helada, el rizoma tiene acumulado principalmente azúcares simples que le sirven para poder respirar y tomar energía. Cuando llega la temperatura de suelo optima, libera esa energía a las yemas para que larguen los vástagos aéreos, originando rizomas secundarios que luego engrosan. “Cuando la planta tiene aproximadamente 50 cm de altura aérea (180 a 200 °d) y es donde los rizomas poseen su menor tamaño, es el momento crucial para efectuar controles efectivos, ya que en conjunto a los fotosintatos se trasloca los herbicidas sistémicos”
A su vez comentó que, si bien las resistencias comprobadas a glifosato, haloxifop y en menor medida a cletodim son un hecho, aún quedan algunas alternativas a las que debemos cuidar. Los inhibidores de ALS como las imidazolinonas y sulfonilureas (nicosulfuron) funcionan muy bien en algunos controles, pero no hay que presionar sobre ellas con su uso repetido porque la adaptabilidad de la maleza también se las llevara puesta.
En cuanto a activos, existen diferentes alternativas que se pueden combinar. Obviamente los graminicidas ACCasa -que aún funcionan- en combinación con ALS son una posibilidad concreta de buena efectividad en condiciones favorables, su efectividad va a depender de la sincronicidad con la dinámica de la maleza. También aparecen desecantes como MSMA, PPO (epirifenacil), paraquat o glufosinato de amonio que ayudan a controlar parte aérea y a desgastar el rizoma, o a controlar plántulas que provienen de semilla antes de los 40 días de emergidas.
Por último, De la Vega dejó una reflexión importante: “No hay que basar los controles o el manejo a una sola herramienta. La estrategia básica de cualquier manejo debe ser la multiplicidad de mecanismos de acción combinados entre sí en mezclas y también con estrategias de tipo cultural, conociendo la biología de la maleza y sus momentos de control más efectivos”.
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