El proyecto de paisaje en el espacio público implica operar sobre sitios con condiciones urbano-ambientales particulares, atravesados por antiguos y nuevos conflictos y enmarcados en un proyecto de gestión que define su prioridad dentro de las agendas de las ciudades.
La construcción de paisajes contemporáneos puede enmarcarse entonces dentro de una teoría que entienda al paisaje como un sistema formado por numerosas capas de información, donde los elementos técnicos se incorporan al sistema paisaje como uno de aquellos estratos.
Los proyectos de espacio público actuales tienen que ayudar a mitigar problemas causados por lluvias extremas, la falta de agua, la calidad del recurso hídrico y las napas, la contaminación. La calidad paisajístico-ambiental que se proponga no debe estar ligada solamente a cuestiones formales o de rentabilidad.
Es sabido también que la ecuación de m2 de verde por habitante en la Ciudad de Buenos Aires sigue siendo deficiente en muchos barrios. Es importante incorporar nuevos lugares además de preservar con muy buen mantenimiento los que ya hay. No es una cuestión de dimensiones, sino de no perder espacios que aún están disponibles en la ciudad, como ser concesiones que caducan, inmuebles y edificios públicos, infraestructuras en desuso, etc.
Es por eso que no estoy de acuerdo con la urbanización extrema de las playas ferroviarias, ya que son de los últimos lugares vacantes de dimensiones importantes con vocación de ser ocupados como espacio público, espacios aptos para la creación de parques que puedan ayudar a restaurar los problemas ambientales urbanos (control de inundaciones, incremento del suelo permeable, biomasa, etc.). Una vez que esos lugares se ocupan con otras funciones será muy difícil recobrarlos.
Y así como el coche cambió el paisaje urbano, podemos decir que la peatonalización está volviendo a cambiar la ciudad. Interpretar el momento es fundamental para diseñar un paisaje.
CPAU