EL CHALTEN.- En marzo del 2020, cuando la pandemia cerró las fronteras del mundo, Marie Aniére estaba aquí, de paso, su viaje recién empezaba pero quedó trunco en la Patagonia. Se enamoró del pueblo y ya no tuvo necesidad de seguir buscando un destino: creó una ONG enfocada en cuidar el agua dulce como recurso estratégico. “La emergencia climática es ahora”, remarca con acento francés, y suma su voz a las tantas conversaciones de pobladores preocupados por la contaminación del Río De las Vueltas.
En las últimas horas, las conversaciones se transformaron en acción y vecinos de la localidad presentaron en la justicia provincial un amparo ambiental pidiendo a la empresa estatal de energía, Servicios Públicos Sociedad del Estado (SPSE) que cese el daño ambiental que genera al verter los efluentes cloacales sin suficiente tratamiento a las prístinas aguas del Río De las Vueltas.
“Pienso que es uno de los lugares estratégicos del mundo como reserva de agua dulce y sin embargo en el plan de gestión del Parque Nacional Los Glaciares el mayor vacío de información es sobre el agua”, asegura Marie. Tiene 28 años y es especialista en Cooperación Internacional y Desarrollo. Fundó BOANA, una ONG con sede en Francia a través de la que canaliza su imperiosa necesidad de cuidar el planeta.
Es noviembre y la temporada ya está entrando en su mejor momento. Los turistas llegan a montones y apenas ponen un pie aquí miran extasiados hacia la montaña esperando que se descorra la nube que cubre el cerro Fitz Roy. Las expectativas indican que este verano la ciudad estallará de visitantes deseosos de recorrer los senderos del Parque Nacional Los Glaciares.
Sin embargo, lo que es prometedor, también esconde una verdad: el crecimiento explosivo de la ciudad tiene colapsados los servicios, la planta de tratamiento de residuos cloacales está desbordada y contaminó el Río de las Vueltas, y mientas las plazas hoteleras habilitadas para esta temporada ascienden a 5500, hay más de 400 familias que viven en casillas rodantes o casas trineos porque no hay tierras urbanas disponibles para construir viviendas. Nada ocurrió de un día para otro.
Hace un mes saltaron las alertas en la localidad cuando un informe científico compartido con el personal del Puesto Sanitario confirmó que una parte del Río de las Vueltas, se encuentra contaminado con escherichia coli, en valores alarmantes. El informe, al que tuvo acceso LA NACION, indica que el origen de la contaminación está asociado a la planta de tratamiento, que está desbordada en su capacidad de trabajo.
La doctora Carolina Codó fue una de las profesionales que recibió el informe y el dato la alarmó. Los valores encontrados no son compatibles a un pueblo pequeño. “Es un riesgo que el río esté contaminado y el hecho que nos haya pasado es un indicador de un problema de salud y debemos hacer algo urgente”, expresa en diálogo con LA NACION.
Carolina vive hace 30 años en El Chaltén, allí encontró la combinación perfecta de las cosas que ama: es médica generalista, y fundadora de la Comisión de Auxilio del pueblo y cree en la urgencia de cuidar el recurso natural. Antes de recibirse ya era una avezada escaladora y aquí no solo ejerce la medicina desde hace 30 años, sino que también coordina los operativos de rescate en la alta montaña y les brinda a los escaladores los primeros auxilios.
“La escherichia coli enteropatógena es una bacteria que reside en el intestino humano y también de animales, cuando uno encuentra esta cepa en un río significa que hay contaminación con efluentes cloacales, este grado de contaminación habla que los efluentes cloacales no están saliendo en las condiciones en que deberían volcarse al río”, detalla Codó.
El Chaltén fue fundado en 1985, al pie del Cerro Fitz Roy, pero para entonces era visitado desde hacía varias décadas por escaladores que desafiaban las agujas monolíticas del macizo montañoso. Se fundó en 135 hectáreas que cedió la Administración de Parques Nacionales como parte del plan destinado a cubrir la imperiosa necesidad de poblar la Patagonia.
El guardaparque Jorge Lenz, responsable de la seccional Lago Viedma en el norte del parque, explicó a LA NACION sobre las mediciones que se realizan y reconoció que en el Río de las Vueltas, en el que desembocan los efluentes cloacales, “hay un problema de contaminación” y aseguró que se colocará cartelería en el área para evitar que los turistas recorran el sector o toquen el agua, dado lo próximo que se encuentra al pueblo.
LA NACION se comunicó por escrito con la intendencia del Parque con sede en El Calafate, a cargo de la guardaparque Nora Martin para conocer en detalle los estudios realizados en el agua y conocer alguna posible acción de contingencia. Al cierre de esta crónica, no obtuvo ninguna respuesta a la consulta.
“La planta de tratamiento de servicios cloacales fue pensada para 700 usuarios en el 99, al poco tiempo quedó chica y se sumó un módulo que elevó la capacidad a 3000 usuarios, pero lo cierto que desde la pandemia, la planta empezó a rebalsar y desde entonces realizamos proyectos y resoluciones desde el Concejo Deliberante para que se amplíe, pero sin éxito”, explica a LA NACION el concejal Ricardo Sánchez del partido Encuentro Vecinal, quien asegura que el pueblo se desarrolló sin mantener equilibrio entre el crecimiento económico y el cuidado ambiental.
El intendente Néstor Ticó de Unión por la Patria acaba de ser reelecto. Pedir audiencia en la sencilla oficina donde funciona la comuna es un trámite. El jefe comunal está en su despacho, pero esa tarde de noviembre no disponía de tiempo para atender a LA NACION, tampoco su secretario de Gobierno. El que sí aceptó explicar la situación fue el gerente de la Planta de Tratamiento, Carlos Ticó, hermano del intendente y concejal electo.
“En temporada alta la planta queda chica, no alcanza a tratar las aguas, hay que hacer un módulo más”, explica Ticó. “Estuve investigando aplicar ozono para limpiar las bacterias del agua como se hace en otros países”, agrega. De acuerdo a la información de la empresa “la contaminación del agua en el Río de las Vueltas es muy cambiante”, dice.
Yago Lange, es un deportista olímpico de vela devenido en militante ambiental. El agua es su elemento. Este año encaró una campaña para dar a conocer el estado de las playas de Chubut llenas de basura plástica. Ahora su inquietud lo trajo a El Chaltén, porque la contaminación del río no lo deja indiferente. “Hay un paralelismo con lo vi en Península de Valdés, allá es la amenaza de la industria pesquera, acá hay una amenaza silenciosa que es la industria turística”, aseguró y consideró que El Chaltén, debería avanzar hacia un futuro de turismo sustentable, donde el cuidado a la naturaleza esté vigente.
Sin embargo, en este pueblo rodeado de paisajes deslumbrantes el ejido urbano y los servicios esenciales colapsaron hace años, ante la acuciante falta de tierras. El crecimiento empujó a muchos habitantes a vivir hacinados en casas móviles. De acuerdo a un relevamiento realizado por el partido Encuentro Vecinal, hay 199 casillas rodantes y 204 “casas trineos”. No son turistas, son pobladores estables.
La crisis habitacional no es novedad. Desde hace años familias enteras deambulan con sus casas montadas sobre rieles sin un terreno donde establecerse. Los últimos datos oficiales indican que hay más de 300 solicitudes de tierras que esperan una respuesta. La discusión por la ampliación del ejido no tiene fin: hace poco se manifestaron algunas de las 65 familias a quienes les adjudicaron un terreno, pero la entrega quedó frenada por un amparo contra el municipio dado que se habían adjudicado terrenos en una zona de Reserva Urbana.
La tensión entre el crecimiento del pueblo y la protección del entorno se palpita en cada conversación.
Las decenas de personas que viven hacinados en casillas no son desempleados, no dependen de subsidios ni ayudas sociales, ni tampoco son trabajadores temporales: son familias enteras, que trabajan y viven en el pueblo años, muchos de sus hijos nacieron aquí. Hay maestros, guías de turismo, comerciantes, escaladores y hasta funcionarios públicos que viven sin poder acceder a un terreno.
Estefanía Leyes, es dueña de una casa móvil, Nació en Esquel, pero llegó desde Buenos Aires en 2008. Sus ahorros le permitieron pagar el alquiler de un año. Trabajó como puericultora. Junto a otras mujeres armó una cooperativa donde sostienen un jardín de infantes. Por los alquileres inaccesibles, construyó una de las primeras casas móviles del pueblo, donde vive con sus dos hijos. El 10 de diciembre asumirá como concejal en el Concejo Deliberante por Encuentro Vecinal y el tema de la falta de tierras la desvela.
Durante muchos años fue un pueblo sin cementerio. Es una población joven. Hace poco, en una hectárea donada del otro lado del Río de las Vueltas, construyeron uno. Solo están los restos de tres personas descansado en medio de un paisaje increíble.
Evangelina Vettese es ecóloga, hizo su tesis doctoral en Patagonia Austral. Estudió los bosques nativos de ñire (nothofagus antarctica), parches forestales inmersos en la estepa. Hace más de una década vive aquí y en los últimos años creó la Fundación ANFIBIA. “Con Ornela Marcone y Rodrigo Clarke ya veníamos trabajando en la forestación con plantas nativas, y la planificación participativa de reservas naturales urbanas, pero queríamos que los alcances de nuestras acciones no tengan tanta dependencia de los plazos electorales, entonces en 2020 fundamos ANFIBIA con el objeto de que funcione como nexo entre los saberes científicos y tradicionales, la comunidad, y quienes toman las decisiones”.
Para Vettese el principal desafío del crecimiento de El Chaltén es “unificar una visión común para el desarrollo del pueblo integrado a sus realidades naturales y sociales”. Desde ANFIBIA trabajan en la gestión participativa del hábitat, y buscan que las personas estén bien informadas a la hora de dar opiniones y tomar decisiones.
En los alrededores de El Chaltén hay 113 kilómetros de senderos, en medio de bosques, con paisajes de cuento. Hace 30 años algunos senderos estaban apenas marcados, hoy cuentan con señalización, pero también con una carga diaria que en temporada puede rondar las 6000 personas. Para cuidar las 20.000 hectáreas de esta zona hay solo 3 guardaparques y 5 brigadistas de sendas. El área de incendios solo tiene nueve miembros.
En el último mes debieron realizar ocho rescates en las sendas. Cada rescate involucra a mínimo 15 personas. ¿Cómo lo hacen?, con la asistencia voluntaria de los rescatistas de la Comisión de Auxilio quiénes si bien están enfocados en auxiliar a los escaladores de las áreas remotas, colaboran en los rescates de los senderos. Todos coinciden en que falta gente que controle las sendas, sobretodo para evitar accidentes que puedan terminar en un catastrófico incendio.
Para Codó urge ordenar las visitas a los senderos y quizás bajar la carga diaria que reciben en temporada alta. “Estamos a punto de arruinar el recurso si no hay medidas urgentes por parte de todos los sectores”, sostiene la médica y escaladora, que siente que el pueblo pasa por un punto de inflexión, “Es un lugar único pero con este modelo de turismo extractivo y con muy poca inversión no va a ser sostenible en el tiempo”, dice.
Paz Fiorito, vive en El Chaltén hace 20 años, tiene una posada, y tres niños que nacieron en el pueblo. Junto a otros vecinos crearon la Asociación Amigos del Parque Nacional Los Glaciares.
“No podemos pensar que el turismo nos genera beneficios económicos y nada más. También trae sus problemas y tenemos que lograr hacerle frente para que el destino sea sostenible en el tiempo”, explica. Reciben donaciones privadas, y las enfocan en cuidar el recurso, generan contenidos informativos para compartir con los visitantes, y crearon una plataforma virtual para instruir a los anfitriones turísticos que están en contacto con los pasajeros.
Su mensaje es compartido: El Chaltén es un pueblo joven, con visión de futuro, pero con un presente muy complejo.
La Nación