Suelo y agua, fuente de vida

El autor repasa el vínculo entre el suelo y el agua bajo la perspectiva de la importancia que tiene para la supervivencia de nuestro planeta.

Suelo y agua, fuente de vida
jueves 04 de enero de 2024

El Día Mundial del Suelo se celebra anualmente el 5 de diciembre como un medio para centrar la atención en la importancia de un suelo sano y abogar por la gestión sostenible de los recursos del suelo.

Este año el lema que propuso FAO para El Día Mundial del Suelo 2023 es “Suelo y agua, fuente de vida”. La supervivencia de nuestro planeta depende del precioso vínculo entre el suelo y el agua. Más del 95 % de nuestros alimentos proviene de estos dos recursos fundamentales. El agua del suelo, vital para la absorción de nutrientes por las plantas, une nuestros ecosistemas. Esta relación simbiótica es la base de nuestros sistemas agrícolas.

Sin embargo, ante el cambio climático y la actividad humana, nuestros suelos se están degradando, lo que ejerce una presión excesiva sobre nuestros recursos hídricos. La erosión altera el equilibrio natural, reduciendo la infiltración de agua y su disponibilidad para todas las formas de vida.

 

El suelo

Es la capa delgada de material que se encuentra en la superficie de la Tierra. Es un recurso natural que consiste en materiales inorgánicos y orgánicos, aire y agua. Al ser el medio en el que las plantas se establecen y crecen, su función más universalmente reconocida es apoyar la producción de alimentos. El suelo aporta nutrientes y agua que son absorbidos por las raíces de las plantas y que contribuyen a la regulación del agua y los gases atmosféricos, y por lo tanto juegan un papel importante en la regulación del clima.

El suelo está constituido por 45 % de minerales (representada por su textura en arena, limo y arcilla), 25 % de agua, 25 % de aire y 5 % de materia orgánica. 

 

Agua del suelo

Forma parte del ciclo hidrológico que se puede considerar integrado por un conjunto de compartimento. El suelo constituye uno de ellos y es el principal suministrador de agua para las plantas, por su capacidad para almacenarla e ir cediéndola a medida que se requiere.

El agua en el suelo influye en la consistencia, génesis, evolución, movilización y absorción de nutrientes por las plantas, regulación de la temperatura, procesos de óxidoreducción, y problemas de erosión. Se habla del agua del suelo y no del agua en el suelo debido a que tiene características de solución-suspensión. Puede tener diversas sales disueltas, compuestos orgánicos o inorgánicos solubles, moléculas provenientes de la degradación de herbicidas y pesticidas y partículas coloidales, orgánicas o inorgánicas en suspensión.

 

Un “silo” que almacena agua

El espacio poroso del suelo cumple un rol fundamental, ya que es allí donde se cumplen los principales procesos físicos, químicos y biológicos, vinculados al movimiento de agua, gases, solutos y actividad de raíces y microorganismos. De todas las propiedades del suelo, la porosidad es tal vez la más fácil, frecuente y ampliamente alterada por operaciones mecánicas o historia de manejo.

La relación entre la capacidad de almacenaje y el movimiento del agua en los suelos, con la porosidad es evidente y fundamental. Sin embargo, no es solamente la cantidad total de poros en el sólido lo que define el comportamiento hídrico del suelo, sino también y en muchos casos de manera predominante, las características específicas del sistema poral, en términos de forma, tamaño y distribución, en donde la materia orgánica resulta un componente clave de este complejo, no sólo como la principal fuente de nutrientes para las plantas, sino también por su papel en la formación y estabilidad de la estructura del sistema de poros del suelo.

La capacidad de almacenamiento de agua, conducción y aireación son totalmente dependientes de la proporción de macro y microporos y de la continuidad y estabilidad de los mismos. Propiedad que a su vez está muy ligada a la textura, al nivel de carbono orgánico y a la actividad biológica, incluida las de las propias raíces y la fauna del suelo.

La formación de los poros de almacenaje depende de la textura del suelo (proporciones de arcilla, limo y arena). De ahí que la textura junto con la profundidad efectiva define en gran medida, la capacidad de almacenar agua que tiene el suelo. Los poros que conducen el agua están ligados a las característica que presentan las estructurales, los cuales juegan un rol importante en la recarga de los perfiles.

 

Capacidad de retención

La cantidad máxima de agua disponible que puede retener un suelo (o sea la capacidad de agua disponible) varía con la textura del suelo, el contenido de materia orgánica, la profundidad de enraizamiento y la estructura. La materia orgánica del suelo es particularmente importante ya que puede retener agua cerca de 20 veces su peso. Los suelos orgánicos y los suelos francos de textura media con altos contenidos de arena muy fina y sedimentos tienen la capacidad disponible de agua más alta, los suelos arcillosos tienen valores intermedios y los suelos con contenido de arena gruesa tienen la capacidad disponible de agua más baja.

 

Productividad del agua

El agua es el factor que más incide en la producción de alimentos en todo el mundo. En términos generales los cultivos extensivos tradicionales como el maíz o la soja, requieren entre 400 y 700 mm de agua durante todo el ciclo de crecimiento, dependiendo de las condiciones ambientales que regulan la tasa de evapotranspiración; lo cual representa algo así como 4 a 7 millones de litros de agua por hectárea. Pero ese volumen de agua deberá ser extraído del suelo a través de las raíces de los cultivos, desde la siembra hasta su madurez de cosecha.

Resulta interesante relacionar que, del total de biomasa que produce un cultivo, prácticamente la totalidad (alrededor del 95 %) está compuesta por carbono, hidrógeno y oxígeno, cuya fuente es el agua y el aire. Se podría decir entonces que para desarrollar una agricultura sustentable la manera más efectiva es fomentar la fotosíntesis, usando el agua del campo para intercambiarla por el carbono del aire, convirtiéndola en material vegetal

Si tenemos en cuenta que la mayoría de los suelos nuestra región pueden almacenar en un metro de profundidad entre 120 a 150 mm en términos de agua disponible para los cultivos, deducimos que aún sembrando en un suelo bien húmedo, no alcanza para satisfacer los requerimientos totales que se necesitan para un rendimiento satisfactorio; y que, por lo tanto, será necesario recargarlo con lluvias efectivas o riegos que infiltren durante el ciclo de producción; procurando reducir al máximo las pérdidas de agua innecesarias que se generan por evaporación, percolación y escurrimiento superficial.

 

El ensamble de factores de producción tales como rotaciones, barbechos, estructura del cultivo, nutrición y protección, en armonía con el clima, debe permitir una mayor captación del agua y mejor eficiencia de uso como base para el logro de altos rindes. Al mismo tiempo su buen uso debe mantener la viabilidad del sistema a través del desarrollo de una cobertura completa del suelo con rastrojos (y/o barbechos vivos), abundante desarrollo de raíces, y un suficiente aporte de material orgánico que sea capaz de sostener un balance equilibrado de carbono en el suelo.

 

Limitantes edáficas para el almacenamiento y absorción de agua.

Podemos considerar como limitantes aquellas que impactan sobre el crecimiento y desarrollo de raíces. El indicador más claro de un enraizamiento restringido de las plantas es la distribución de las raíces del mismo. Las restricciones físicas debido a la compactación del suelo dan lugar al colapso o disminución del espacio de poros y a un aumento localizado de la densidad aparente del suelo. Una vez que los poros han sido compactados la libre penetración de las raíces a través del suelo es más difícil y desarrollan formas de crecimiento características por encima de la capa dura, la forma más común es un cambio abrupto en la dirección de crecimiento, de vertical a horizontal, y un espesamiento de las raíces que buscan penetrar la capa restrictiva por encima del límite superior de esa capa.

 

En la ausencia de cultivos, pueden ser usados otros indicadores de capas restrictivas del crecimiento de las raíces tales como la resistencia mecánica del suelo medida por un penetrómetro y la densidad aparente del suelo.

La salinización de los suelos también afecta negativamente el abastecimiento de agua para las plantas ya que la retienen, compitiendo con las raíces que se ven obligadas a hacer un mayor esfuerzo para absorberla.

La infiltración depende de la existencia de suficientes poros en la superficie del suelo para que se infiltre el agua de lluvia. La porosidad de la superficie del suelo es mantenida, en primer lugar, protegiéndola con una cobertura de la disrupción que causa el impacto de las gotas de lluvia y como consecuencia hay poca deposición de partículas de suelo que puedan formar una costra sobre la superficie (planchado). Por lo general, la cobertura se hace con residuos del cultivo anterior o con un cultivo de cobertura (cultivo de servicio), asegurando que el suelo no sea destruido y este permanentemente cubierto.

Los contactos físicos entre la cobertura de residuos y la superficie del suelo también impactan sobre la escorrentía ya que reducen su velocidad, ofrecen más tiempo para la infiltración y de esa manera reducen el volumen de la escorrentía.

El uso regular de labranza poco profunda con implementos de discos o dientes para romper el encostramiento superficial e incrementar la porosidad de la superficie y favorecer la infiltración del agua de lluvia no es recomendable.

La labranza realizada sin un buen diagnóstico y con una mala aplicación acelera la pérdida de materia orgánica del suelo llevando a un progresivo deterioro de la arquitectura del suelo y a una reducción del número y de la estabilidad de los poros que permiten el crecimiento de las raíces y el movimiento del agua de lluvia.

 

Mensajes clave por el Día Mundial del Suelo FAO 2023

El suelo y el agua son recursos esenciales para sustentar la vida en la Tierra.

– El suelo y el agua proporcionan la base para la producción de alimentos, los ecosistemas y el bienestar humano. Al reconocer sus invaluables funciones, podemos tomar medidas proactivas para salvaguardar estos recursos para las generaciones futuras.

– La erosión y compactación alteran la capacidad del suelo para almacenar, drenar y filtrar agua, y aumentan el riesgo de inundaciones, deslizamientos de tierra y tormentas de arena y polvo.

– El suelo y el agua son el medio en el que las plantas crecen y obtienen nutrientes esenciales.

– Un suelo sano desempeña un papel crucial como filtro natural, purificando y almacenando el agua a medida que se infiltra en el suelo.

– Los sistemas de agricultura de secano extraen el 30% del agua dulce del mundo y representan el 80 por ciento de las tierras de cultivo (contribuyendo al 60 por ciento de la producción mundial de alimentos). Estos sistemas dependen en gran medida de prácticas eficientes de gestión de la humedad del suelo.

 

El suelo y el agua son recursos interconectados que necesitan un manejo integrado.

 

– La salud del suelo y la calidad y disponibilidad del agua están interconectadas.

– La implementación de prácticas sostenibles de manejo del suelo mejora la disponibilidad de agua para la agricultura. Los suelos sanos, enriquecidos con materia orgánica, desempeñan un papel crucial en la regulación de la retención y disponibilidad de agua.
– El uso eficiente de agua de calidad, la promoción del uso sostenible de fertilizantes y pesticidas, el empleo de métodos de riego apropiados, la mejora de los sistemas de drenaje, el control del bombeo y el seguimiento de los niveles de salinidad del suelo y las aguas subterráneas son esenciales para mantener prácticas agrícolas sostenibles.

– El manejo sostenible del suelo es clave para mejorar la productividad del agua en los sistemas de riego.

Las prácticas inadecuadas de manejo del suelo y el agua afectan la erosión del suelo, la biodiversidad del suelo, la fertilidad del suelo y la calidad y cantidad del agua.

– La escasez de agua conduce a la pérdida de biodiversidad del suelo, mientras que la lixiviación y la eutrofización provocadas por las prácticas agrícolas conducen a la pérdida de biodiversidad en las masas de agua.

– El mal manejo de pesticidas y fertilizantes no solo amenaza la calidad del suelo y el agua, sino que también plantea riesgos importantes para la salud humana y los ecosistemas.

– Las malas prácticas de riego y drenaje son algunas de las principales causas de la salinización del suelo.

– El aumento del nivel del mar contribuye a la pérdida de tierras, aumentando el riesgo de salinización y sodificación del suelo , lo que puede afectar negativamente a la productividad agrícola.

 

La conservación del suelo y el agua contribuye a la mitigación y adaptación al cambio climático.

– Un mejor manejo del suelo y el agua mejora la capacidad de la tierra para resistir fenómenos climáticos extremos como sequías, inundaciones y tormentas de arena y polvo.

 

 

– Las prácticas integradas de manejo del suelo y el agua proporcionan servicios ecosistémicos esenciales, sustentan la vida en la Tierra y mejoran la resiliencia de los ecosistemas.

– Los suelos sanos actúan como sumideros de carbono, al secuestrar carbono de la atmósfera, contribuyendo así tanto a la adaptación al cambio climático como a los esfuerzos de mitigación.

 

Por: Ing. Agr. Leonardo Martín Aciar, docente de la Universidad Nacional de Salta. Facultad de Ciencias Naturales. Cátedra Edafología Agrícola (Sede Metan) y Manejo de Suelos y Topografía. [email protected].


 

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