l campo mendocino se ha puesto una meta clara: crecer y abrirse al mundo. Detrás de ese ambicioso objetivo, hay un importante camino por recorrer que implica sortear una serie de obstáculos: la sequía y la calidad del agua, la escasa titularidad de las tierras, el bajo asociativismo, las constantes fluctuaciones de producción por el clima y el complejo acceso al crédito, entre otros.
No obstante, se están dando los primeros pasos y los resultados empiezan a verse. La meta es desarrollar más políticas que fomenten el posicionamiento de los productos mendocinos.
Más allá de la producción vitivinícola, la provincia apunta a expandirse con la ganadería y a consolidar la horticultura, donde ocupa el segundo lugar, con unas 31.000 hectáreas por año, que representan aproximadamente el 9% de la superficie nacional, según los datos arrojados por estudios de la Universidad Nacional de Cuyo.
Las principales producciones de la provincia son: ajo (12.000 ha), papa (6.300 ha), tomate para industria (4.000 ha), cebolla (3.500 ha), zanahoria (3.500 ha), zapallo (3.000 ha), lechuga (1.200 ha) y melón (600 ha). Es la provincia con mayor superficie irrigada del país (360.000 hectáreas), es decir, el 25% del total nacional.
En este contexto, el ministro de Economía de Mendoza, Enrique Vaquié, y el subsecretario de Agricultura y Ganadería, Sergio Moralejo, son los encargados de consolidar un plan de trabajo 2020/2024 para potenciar la producción primaria. Entre los puntos centrales para el desarrollo de políticas adaptadas a las necesidades del sector, se encuentra la consolidación de la información debido a la dispersión y escasez de datos que existen actualmente. Además, es prioridad avanzar en un plan de regularización del dominio de las tierras en las zonas productivas, ya que, por ejemplo, en San Rafael hay sitios donde el 100% de los productores no tienen los papeles de las tierras que trabajan.
“Uno de los desafíos a superar tiene que ver con cómo uno puede equilibrar los niveles de producción de modo tal de no destruir todo el tiempo los mercados. Con este comportamiento que tenemos, con plantas añeras, bien se podría resolver plantando en superficies intercaladas. El tema es que tenemos paños completos con monte que son todos de la misma edad, por lo que un año es estupendo y al otro año, cero. Básicamente, es uno de los principales motivos de estas fluctuaciones”, acotó Moralejo.
“Claramente hay que empezar a trabajar con cooperativas frutícolas. Es muy difícil lograr la sustentabilidad cuando solo se cuenta con menos de 10 hectáreas en más del 75% de la superficie cultivada con viñedos. Es muy difícil que esas pequeñas superficies permitan la tecnificación, lograr incorporar maquinaria y, por sobre todo, ser competitivas en el mercado. Es por ello que es de suma importancia el desarrollo de una estructura que permita el fortalecimiento cooperativo”, indicó.
En este punto, Valentina Navarro, al frente de la Dirección de Agricultura, destacó: “El 55% de las propiedades vitivinícolas tienen hasta cinco hectáreas; el 75%, menos de 10. Es inviable pensar en tecnificación si no se piensa en un sistema asociativo”.
Los productores avalan los lineamientos generales de esta iniciativa, pero también ponen sus reparos en determinadas cuestiones, sobre todo en las vinculadas con el sector vitivinícola.
“El problema de nuestra industria es multicausal, pero la falta de transparencia en la cadena y en el mercado de vinos opacan constantemente las medidas que se toman”, argumentó Gabriela Lizana, titular de la Asociación de Productores del Oasis del Este de Mendoza (Aproem). “Que sobra vino, sí. Eso se dice desde hace varias cosechas pero, por otro lado, también se incentiva la reconversión a tintos y se sigue permitiendo la implantación de nuevos viñedos. La industria vitivinícola argentina está llena de incoherencias que potencian la concentración y la exclusión de pequeños y medianos productores y elaboradores de la cadena”, agregó.
Pese a que la provincia cuenta con más de 9 millones de hectáreas aptas para el desarrollo de ganadería, de las cuales el 66% se encuentran en el sur de Mendoza, se mantiene el promedio histórico de 500.000 cabezas de ganado, lo que equivale a tan solo el 11% de la carne que se consume en Mendoza.
El problema del agua es otro obstáculo a desterrar. No solo hay escasez, sino que el 64% de las muestras de agua para animales, tomadas en 240 puntos del sur provincial, son de calidad regular a mala; de ahí las tareas que se están realizando para incrementar los acueductos y la eficientización en el manejo del recurso.
La necesidad de introducir un sistema de distribución del suministro ha sido un antiguo reclamo de los ganaderos que pretenden desarrollar una actividad sostenible. “La última campaña de vacunación lanzó como dato que la provincia contaba con 514.308 cabezas, cifra que ha ido oscilando en los últimos años. De ese total, 280.000 son vientres que luego nos dieron unos 140.000 terneros. De esos 140.000, el 33% fue recriado e ingresó al sistema de engorde bajo la normativa de fomento ganadero”, detalló Damián Carbó, director de Ganadería, quien explicó que el motivo del incremento en la cantidad de carne producida en Mendoza responde a un cambio.
En ese sentido, contó que antes los terneros eran vendidos a Córdoba, San Luis, La Pampa o Buenos Aires para su engorde, y luego eran comprados nuevamente y traídos a la provincia para consumo. “Hoy por hoy, gracias a la producción de forrajes, no solo se recrían las terneras para futuras madres, sino también unos 50.000 terneros que llegan a su fase final de novillos y son faenados y consumidos en la provincia”, sostuvo.
Desde el Gobierno Provincial remarcan que la actividad ganadera bajo riego ha tenido un crecimiento exponencial en los últimos años, por lo que este sector se ha convertido en un fuerte demandante de forraje.
En Mendoza hay otra oportunidad en la producción ligada a la ganadería: el forraje. Actualmente, en la provincia son 420.000 las hectáreas que cuentan con derecho de riego, de las cuales 96.600 están en desuso, es decir, un 23%. “Estas superficies, muchas de ellas campos incultos, son un potencial para la producción de forrajes, y desde el Ejecutivo estamos trabajando en brindar las herramientas necesarias para fomentar esta actividad que viene en constante crecimiento”, indicaron desde el Ministerio de Economía provincial.
Así, la producción de forrajes destinados a engorde tiene como fortaleza que cualquier productor puede hacerlo, tanto a grandes niveles como en aquellas superficies más pequeñas. De esta manera, según explican en el sector, aquellos interesados en avanzar en la producción de forrajes tienen que pensar en invertir entre 25.000 y 30.000 pesos por hectárea. Cada hectárea, luego del ciclo correspondiente, brindará aproximadamente 500 fardos, cuyo valor (por unidad) oscila entre los 200 y los 220 pesos, dependiendo el origen del comprador.
“No entender el forraje como una industria es desconocer cómo está funcionando el mundo. Mendoza tiene rendimientos superiores a los de la pampa húmeda en maíz y alfalfa, que lleva un proceso productivo y de inversión”, dijo Moralejo.