Diseño del Paisaje / Planificación y Diseño

Una arquitecta mendocina se inspiró en la Cordillera de los Andes y fue la única argentina en ganar un premio internacional

Entre fincas y viñedos, Luisa Yanzón diseñó una bodega con una puesta escenográfica a partir del elemento más imponente del paisaje

Una arquitecta mendocina se inspiró en la Cordillera de los Andes y fue la única argentina en ganar un premio internacional
miércoles 03 de enero de 2024

Degustadora serial de paisajes cuyanos, la arquitecta mendocina Luisa Yanzón transmite en cada proyecto buena parte de su historia entre fincas, viñedos y desiertos. Visuales enmarcadas por la escala descomunal de la Cordillera de los Andes, con el viento Zonda como banda de sonido de su vida. Hace un par de semanas ganó un premio internacional que la posiciona entre los referentes del interiorismo a nivel internacional, el prestigioso Iconos del Diseño 2023, que anualmente entrega Architectural Digest AD, la plataforma de revistas de Condé Nast y Vogue.

El galardón fue por su proyecto en la Bodega Anaia, en el corazón de Agrelo, entre más de 800 postulantes. Lo recibió en México, el país del mezcal, por celebrar al vino mendocino, y fue la única profesional argentina seleccionada. Además, por la relación con el entorno, la calidez de los materiales de la zona del equipamiento y la vidriera panorámica de la cadena montañosa, recibió el premio al Mejor Diseño Interior Corporativo.

“Mi contacto con las bodegas arranca cuando era muy chiquita. Jugar en las fincas, correr por los viñedos y cosechar cerezas o duraznos es el recuerdo más feliz de mis veranos en Mendoza”, dice Luisa, hija de los reconocidos arquitectos Eliana Bórmida y Mario Yanzón, al frente del estudio Bórmida Yanzón, que hace 50 años es referente en la arquitectura del vino. “Mi profundo contacto con la naturaleza viene de esos programas de fin de semana, cuando salíamos a la montaña”, recuerda.

Será por esa impronta grabada en su memoria emotiva que, a la hora de elegir la paleta de materiales de la bodega premiada, no dudó en incorporar troncos añejos de las vides de Anaia para desarrollar una gran mesa central o reproducir una gran parra en la barra del bar y contemplar la tonalidad terrosa de los sedimentos ancestrales de la región en paredes, pisos y revestimientos.

“La combinación de estos elementos naturales cuentan con historias propias y desde esa perspectiva cada textura asume un rol. Desde los listones de madera maciza que envuelven el área social y el contraste que se genera con el uso del mármol a la vidriera panorámica que domina el sector de degustación y exhibición”, señala la arquitecta.

Diseñó una puesta escenográfica a partir del elemento más imponente del paisaje: “La Cordillera de los Andes es innegable, magnífica. La conozco en profundidad, de cerca y de lejos. Percibo los matices, cómo va cambiando con la luz del sol y cuál es el impacto de las placas tectónicas. Desde este lugar arranqué a diseñar, con la presencia de picos que aluden a la montaña y sedimentos que suman capas de historia”, subraya Yanzón, diseñadora de un proyecto con guión propio.

“Me juega a favor el conocimiento profundo del terreno, sin embargo el relevamiento es una herramienta clave que siempre la pongo en juego, ya sea en Jujuy, Ecuador, o Estados Unidos”, destaca.

Además de profundizar sobre los aspectos que los bodegueros quieren comunicar en cada caso, a Luisa le interesa saber quiénes son, qué los inspira, qué los emociona. Y en el caso de Anaia descubrió que la fascinación del dueño por la náutica era más que un hobbie.

“De hecho navega con un velero diseñado por él mismo, y le dedica una etiqueta (Escorado) a los capadores de tormentas y aventureros de abordo. Entonces, interpreté esa pasión y la traduje a partir de formatos triangulares en el sector de exhibición, un dispositivo cuyos picos también representan las velas de la cordillera. La arquitectura es una manera de comunicar, hay que estar atentos a las señales”, advierte.

De la gastronomía a la arquitectura

Cuando era chiquita soñaba con ser actriz, pero también le gustaba la idea de convertirse en chef. Hasta que una pasantía en un restaurante la enfrentó a un sacrificio intenso, que la desalentó. Fue durante un viaje familiar a Italia que hizo el clic con la arquitectura, nada más ni menos que su propio adn.

Dibujaba en un cuaderno cada edificio, puente o parque que visitaba, bajo la mirada satisfecha de Eliana y Mario. “Ellos apoyaban mi decisión de ser cocinera o lo que fuera, crecí con muchísima libertad”, destaca Luisa que se formó en Chile (Universidad Andrés Bello), México (Universidad Anáhuac), España y Estados Unidos, además de la Universidad Nacional de Mendoza.

Desde luego que sus primeros pasos los dio en el estudio familiar: fueron años de dibujante rasa y sin privilegios, cumpliendo horario a rajatabla como cualquier principiante. “Ni mis padres ni yo queríamos saltar escalones”, define la arquitecta que se ocupa del interiorismo en Bórmida&Yanzón, autores, entre otros, de bodegas emblemáticas como The Vines Resort & Spa, que según la revista National Geographic integra la lista de los “100 lugares que cambiarán tu vida”. En Tunuyán, la bodega Diamandes figura entre los 50 establecimientos del ranking de The World’s Best Vineyards.

Además, llevan su firma los templos del vino de Salentein, Rutini y Solo Contigo, obras monumentales donde el lujo radica en “la elección de los materiales que transmitan sensaciones y respeten al paisaje como identidad. Las bodegas no son fábricas, son lugares de encuentro para conectar con los sentidos”.

Además de dejar su impronta en estas obras premiadas internacionalmente, Luisa Yanzón sumó las millas necesarias para levantar vuelo propio: hoy su estudio de interiorismo Luisa Yanzón Design está ubicado un piso más arriba que el de sus padres.

“Siempre gestioné mi carrera con muchísima libertad. Dirigir un área independiente fue la manera de expresar mi voz sin tener que ser la hija de ni pedir permiso. Hoy tengo mi propio nido, armado con las ramas y ramitas que voy juntando. Y al mismo tiempo tengo el lugar para avanzar con las decisiones estratégicas e intervenciones en los proyectos del estudio familiar. Estoy parada sobre mis pies, más segura que nunca”, asevera.

Esa seguridad fue la que tuvo cuando entró a la bodega Anaia (proyectada por el estudio Japaz Guerra) y buscó con la mirada los cuerpos prismáticos y las geometrías definidas por el Cordón del Plata. El desarrollo y la ubicación de la barra para catas no tardó en materializarse: optó por costras de granito natural que acentúan la riqueza de las rocas cordilleranas. Y diseñó una luminaria impresa en 3D, en resina y metal, que queda suspendida en referencia a “la sensación de estar bajo la sombra de un parral en un típico día de verano mendocino”, apunta la interiorista.

“Para alcanzar la simpleza, hay que transitar lo complejo”, señala Yanzón, la arquitecta que piensa a las bodegas como livings para socializar e intercambiar impresiones. “El lujo es estar en un lugar donde te sientas bien, en términos de comodidad y sensatez. El lujo es la sofisticación por contrastes, donde las texturas visuales inviten a una fiesta para los sentidos. El lujo es usar materiales disruptivos, sin estridencias. El lujo son las experiencias inolvidables”, concluye la arquitecta mendocina, ícono del diseño argentino.

 

La Nación



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