En 2024 el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA) espera que se negocien más de 12 millones de toneladas. Lo importante de esa proyección es que China, país a donde las empresas argentinas envían más de 70% de sus embarques, compraría 3,55 millones de toneladas, empatando el volumen de 2023.
A eso se agrega que Estados Unidos, el segundo importador global, incrementará sus compras a 1,71 millón de toneladas lo que implica un incremento de 4%.
La Argentina tendrá dificultades para aprovechar ese escenario, ya que para venderle carne por fuera de la cuota de 20.000 toneladas anuales que tiene asignada debe pagar aranceles muy altos. Sumados a los problemas de competitividad cambiaria que tiene el sector, esas tasas hacen inviable el negocio.
La mala noticia es que probablemente los precios del mercado mundial, y especialmente los que paga China, no tengan muchas posibilidades de mejorar ya que habrá una buena oferta desde sus principales abastecedores, Brasil y Australia.
En el caso de Brasil, el USDA estima que exportará 3 millones de toneladas de carne vacuna, un poco más que en 2023. Pero Australia incrementaría sus ventas en 7% y llegaría a 1,7 millones de toneladas. La mayor parte de los que venden esos dos gigantes del negocio va a los puertos chinos.
En este contexto, la posibilidad de que los precios vuelvan a los niveles altos de 2021 y 2022 son bajas. Es más probable que se mantengan en los rangos de los últimos meses, a menos que aparezca un cisne negro.
Teniendo en cuenta que este año la faena total -y en particular la de vacas- en la Argentina será menor a la del año pasado, la industria local se vería obligada a pagar más por la materia prima. En este contexto, si el tipo de cambio no acompaña a la inflación de costos, y si encima se incrementan los derechos de exportación del 9% al 15%, como pretende el gobierno, el negocio exportador se volverá más que vidrioso.
Bichos de Campo