“No hay quien lo levante”. Parece una frase hecha, pero es la realidad que atraviesan muchos sectores del agro, más puntualmente en las economías regionales, donde a los productores se les dificulta encontrar mano de obra para realizar tareas de cosecha. En Salta, por caso, por estos días se comenzó a observar un curioso fenómeno a partir de la sobreproducción de mangos que terminan arruinándose en el suelo, ya que los productores no tienen quien lo recolecte. Al margen de la producción local, según el Senasa el año pasado la Argentina importó desde Brasil 2245 toneladas de esta fruta tropical.
“Ayer me habló una persona que me quería comprar, le dije que se los regalo, pero que él se encargue de hacerlos juntar”, comienza a relatar Fernando Ortiz, de la zona de Colonia Santa Rosa, Salta, a LA NACION. En su campo, donde hace otras producciones, tiene 70 plantas de mango criollo, del estilo ornamental, que le ayudan, además de generarle sombra, en los canales de riego que utiliza para la horticultura. La raíz del mango impide que los sistemas de riego desborden.
La fruta podría perfectamente ubicarla en los mercados de consumo. “Al estar más cerca de los centros de consumo, nos da más tiempo que la fruta permanezca en las plantas juntando más azúcares, eso hace que sea mucho más sabrosa. Lo mismo sucede con la banana que viene de Ecuador y la que se produce acá. El tiempo de recolección hasta el consumo es más amplio en la misma planta, esto provoca que se generen más azúcares y sabores, pero al ser esta una fruta criolla sale con el cronómetro largado”, precisó.
El mango que se da en esa región es criollo; no es una planta injertada de menor tamaño. El peso de la fruta no supera los 180 gramos. “De las otras variedades también están en el piso y no se la puede levantar, porque no hay gente. Tengo el patio lleno de abejas, moscas; es un juntadero de bichos por esto. Esta es una planta tropical y frondosa, al ser criollas tienen 12 o 15 metros de altura”, dijo.
Sin embargo, la falta de mano de obra y, paralelamente, de créditos para la inversión han generado un desincentivo para los productores para apostar por esta actividad. “Desde el trasplante hasta la cosecha más o menos se necesitan cuatro años, igual que el cítrico. Tiene un abanico de tiempo de cuatro meses productivos”, amplió. Se cosecha entre diciembre y marzo de cada año: el que se cultiva en el último mes generalmente es más grande que el resto y pesa casi 800 gramos. “La producción tiene un período muy corto, por eso se usan cuatro variedades”, indicó.
Hoy el principal motivo por el que se pudre la fruta en el suelo es por la “falta de mano de obra”. Agregó: “No tenemos un gran, gran volumen, pero la poca gente que yo tengo la pongo en la banana y la papaya. La gente lo come, pero comercialmente no tiene mucha salida porque no hay quién lo junte [coseche]. Los argentinos consumen mucho mango y vale fortuna y se importa desde Brasil el que está circulando”. En los últimos días logró ubicar parte de su producción con otros productores de alimentos que lo necesitaban para hacer pulpas.
La Argentina importó 2245 toneladas de mango de Brasil en 2023, según datos del Senasa. En ese país producen más de 1,4 millones de toneladas de esta fruta tropical, por lo que es considerado el séptimo productor mundial, de acuerdo con el sitio Frutas do Brasil. Las variedades más conocidas son Tommy Atkins, Palmer, Kent y Keitt. En tanto, en la Argentina se producen las variedades Keit, Tommy Atkins, Kent y Osteen, en Salta, Jujuy y Formosa. La extensión productiva es de 650 hectáreas, de acuerdo con los informes nacionales.
Ortiz agregó que de los mangos criollos todos los años se pudre en el suelo más del 60% de la producción de su campo. Son unas 200 toneladas. “Si tuviera gente de sobra me jugaría a cosechar los mangos, porque al ser plantas no injertadas se cosechan con caña y gancho, y no saco los recursos que tengo en la banana”, precisó. El productor genera más de 40 empleos en esa región.
LN Campo