La madera de toda la vida se perfila como uno de los materiales imprescindibles de la arquitectura del futuro inmediato. No hay marcha atrás.
Los países más activos son aquellos con una arraigada cultura en su utilización: Noruega, Suecia, Suiza, Canadá, Australia, Japón; este último país con dos pesos pesados como paladines: Shigeru Ban y Kengo Kuma.
En España también se están dando pasos decididos en este sentido. El último, la creación de Mass-Madera, una red española para conectar a pioneros que trabajan con madera maciza industrializada, promovida por el Instituto de Arquitectura Avanzada de Cataluña (IAAC) y con el apoyo de la Dirección General de Agenda Urbana y Arquitectura del Gobierno de España y del Consejo Superior de Colegios de Arquitectos. El objetivo: construir de forma ecológica, descarbonizar la arquitectura poniendo en contacto a productores, promotores, constructores, arquitectos..
Asistimos desde hace unos pocos años a un regreso a la arquitectura más primigenia. Ladrillo, tierra y madera. A esta última, tras haberla desdeñado con la revolución industrial y haberla relegado a residencias particulares y construcciones pintorescas, estudios de todo el mundo están volviendo ahora para proyectar desde iglesias a bloques de viviendas sociales con ella como elemento estructural, sustituyendo al acero o el cemento.
Aunque la utilizada en el siglo XXI no es madera maciza directa del árbol, sino pasada por el laboratorio, más fuerte, más resistente, mejor.
«Este material, que secuestra el carbono y es altamente sostenible, es ‘defectuoso’ en su estado natural, con puntos de debilidad impredecibles en su veta, por eso la madera industrializada –incluyendo la madera contralaminada (CLT)– es un desarrollo tan emocionante. Tiene su origen en la madera contrachapada y en la preocupación por el clima. Se desarrolló en los años noventa en Austria y Alemania, y consiste en capas de madera maciza alistonada, dispuestas perpendiculares entre sí y encoladas, con las que se producen paneles prefabricados a gran escala, sólidos, resistentes, estables y predecibles (con la veta en distintas direcciones), pero con la ligereza y las propiedades de aislamiento orgánico, acústico y térmico de la madera. Los primeros experimentos arquitectónicos con CLT los llevaron a cabo Waugh Thistleton Architects en el Reino Unido en 2003», explica Clare Farrow, escritora y comisaria especializada en arquitectura, que en 2018 organizó una exposición sobre el tema en la Roca Gallery de Londres.
Con este material hoy es posible construir edificios de varias plantas. Los noruegos Schmidt Hammer Lassen han presentado este mismo año su proyecto de un bloque de viviendas de 100 metros de altura en Suiza que, si ningún otro lo supera, cuando se acabe en 2026 será el edificio de madera más alto del mundo, arrebatándole el cetro a Mjøstårnet, con 18 pisos, en Noruega, con hotel, apartamentos, oficinas y restaurantes, obra de Voll Arkitekter.
«Hay datos de junio de 2022 de que se están diseñando o construyendo 1.500 proyectos de madera solo en Estados Unidos. Esto es un reconocimiento de la necesidad de cambio a medida que la crisis climática aumenta; no solo porque este material almacena CO2, sino también porque la construcción con él es rápida, no tóxica y utiliza componentes prefabricados, ofreciendo una alternativa positiva a una industria de la construcción que, en términos de emisiones de carbono, es uno de los mayores contaminantes del planeta, representando el 39% de los gases de efecto invernadero. Además, los estudios están demostrando que las estructuras de madera maciza, en contra de la opinión popular, no son más susceptibles al fuego, y que este material puede mejorar la salud y el bienestar, no solo de los que están en las obras, sino de las personas que viven y trabajan en ellas», recalca Farrow.
El estudio barcelonés Peris+Toral en 2017 ya apostó por lo desconocido para unas viviendas sociales en Cornellá de Llobregat (Barcelona). «No se trataba de un requerimiento del concurso; en aquel momento era más bien arriesgado plantear la estructura de madera por falta de referentes y experiencias previas, sobre todo en edificios residenciales de esta escala, pero nos pareció el método estructural más adecuado para el sistema de agregación de habitaciones. Innovar nunca es fácil; más allá de las dificultades técnicas supone una novedad para todos los agentes que intervienen en el proceso y eso genera una cierta resistencia al cambio», cuentan Marta Peris y José Toral. Cambio que ya parece imparable.
«Este proyecto ha recibido muchas visitas del sector privado. Ya hay una conciencia colectiva sobre la necesidad de una construcción más sostenible y nadie quiere quedarse atrás», apostillan. «La arquitectura en madera debería estar en el plan de estudios de todas las escuelas de arquitectura. No es fácil cambiar las percepciones, sobre todo en lo que respecta a nuestro concepto de materiales débiles y fuertes, pero esa es la tarea de la innovación, sobre todo cuando es tan vital para la salud del planeta», remata Farrow.
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