“Proponemos plantaciones más intensivas con sistemas de conducción que permitan lograr árboles frutales con una canopia más estrecha conformando un muro frutal”, aseguró Dolores Raffo, investigadora del INTA Alto Valle.
La especialista es la cara visible de una de las presentaciones que realizó en instituto en la región norte de la Patagonia.
“Las economías regionales del norte patagónico se componen mayoritariamente de cultivos intensivos”, explicaron.
En este contexto, agregaron tanto la fruticultura como la horticultura poseen un elevado empleo de mano de obra “para diferentes tareas como la poda durante el invierno, el raleo de frutos en primavera y la cosecha en verano”.
Con frecuencia, la escasez de disponibilidad de mano de obra junto a un tipo de cambio que en ocasiones es desfavorable determina una magra rentabilidad para los productores.
Raffo puntualizó que “esta situación económica desfavorable lleva a los productores a un círculo vicioso negativo de baja inversión, bajos rendimientos, pobre calidad y nuevamente, bajos ingresos, lo que pone en riesgo la sostenibilidad del sistema”.
Y agregó: “Nuestro desafío como investigadores está en generar condiciones que permitan tener un sector frutícola productivo, que incorpore modelos tecnológicos que brinden competitividad genuina, con alta rentabilidad y trabajos de calidad”.
LA IMPORTANCIA DE LA PERA Y LA MANZANA
Desde el área de Cultivos Intensivos de la Estación Experimental Agropecuaria de Alto Valle del INTA trabajan desde 2016 en modelos productivos con los principales cultivares de manzanos y perales de la región. Se incorporaron tecnologías de riego mecanizado, defensa activa contra heladas, mallas antigranizo y poda mecanizada en verde.
El diseño e implementación de plantaciones de frutales con mayor densidad y con sistemas de conducción bidimensionales es posible gracias al creciente empleo de mallas antigranizo, que disminuyen los riesgos climáticos frente a las altas temperaturas y granizadas. Son la única herramienta efectiva para proteger los cultivos y disminuyen el daño por rameado producido por los vientos.
Raffo destacó que “gracias al uso de mallas antigranizo se redujo prácticamente un 100 % el daño severo por sol en manzanas, porcentaje que puede variar según el color de la malla, las condiciones de cultivo de cada chacra, y las condiciones meteorológicas de cada temporada. Mientras que los daños más leves muestran una reducción de más del 60 o 70 %, que varían según estos mismos factores”.
El tipo de plantaciones que se propone permite tener “calles” –distancia entre filas– más angostas con lo que se obtienen mayores rendimientos por hectárea. Por otra parte, al ser árboles más planos la fruta tiene una exposición más pareja a la radiación solar, por lo que la toma de color y los índices de madurez de la fruta son más homogéneos.
Esto permitiría un menor número de ingresos de los cosechadores en el cuadro lo que produce una ventaja económica. A su vez, contar con fruta más homogénea para la cosecha permite que las estrategias de conservación sean más eficientes.
Mariela Curetti –investigadora del INTA Alto Valle– aclaró que “si bien el costo de implantación de estos sistemas es mayor, asegura mejores rendimientos y mejor calidad a cosecha. Esto se justifica cuando el productor maneja su comercialización ya que puede recuperar la inversión con los beneficios de una mejor calidad”.
El objetivo general de la propuesta es aumentar el porcentaje de fruta de calidad embalada por hectárea, cosechar en una pasada, minimizar o eliminar el raleo manual, incorporar la mecanización y/o ayudas mecánicas para tareas de manejo.
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