Se pueden consumir sus granos y también sus hojas, crudas o cocidas, y es un alimento tan rico por la cantidad de nutrientes que aporta que es cada vez más buscado en el mundo. Se trata de la quinoa, un producto que fue vital en la dieta de los aborígenes que habitaron San Juan, puntualmente Iglesia, pero que, con la llegada de los españoles, quedó en la historia. Sin embargo, desde hace 4 años, un grupo de especialistas de distintas áreas investiga su producción y, después de conseguir importantes avances que permitieron que el superalimento volviera a crecer allí después de 2.500 años, piensan instruir a agricultores de la región para que puedan producirla en la búsqueda de nuevos mercados.
La siembra de esta planta se enmarca en el proyecto "Cultivos Andinos", que desarrolla en tierras iglesianas y busca poner en valor productos que se sembraban originalmente en esas tierras, como maíz, amaranto y quinoa, cuya investigación está más avanzada; a los que se suman también mostaza, remolacha forrajera, alfalfa y aromáticas para consumo y producción de aceite.
“Si bien con la quinoa empezamos antes, hace unos 2 años logramos armar el Centro de Investigación y Desarrollo de Cultivo Andino junto al INTA, Parques Nacionales y el municipio. Después, se sumaron universidades al equipo, como la Universidad Nacional de San Juan, la Nacional del Litoral y la Universidad Nacional de Cuyo”, comentó sobre el desarrollo de la tarea el ingeniero agrónomo Roberto Resta.
De ese modo, la idea que comenzó como un sueño suyo y de su amiga Georgina Lemole, técnica del INTA, y a la que se sumó Parque Nacionales ofreciéndoles una parte del terreno de la reserva San Guillermo, fue creciendo y, literalmente, dando frutos.
“Logramos mucho de lo que nos propusimos. La idea ahora es que los resultados del Centro de Investigación, Desarrollo y Extensión de cultivos de alta rentabilidad puedan llegar a los productores, tanto locales como regionales. De hecho, estamos por hacer un convenio con Jáchal para que se integre. El objetivo es recuperar y cultivar con técnicas ancestrales”, explicó el especialista.
El grupo inició la siembra de la quinoa empezó hace 4 años. “Notamos que sus semillas se encuentran en los sitios arqueológicos de la región, pero que su producción se perdió en el periodo en el que el español toma posesión del lugar. Desde el punto de vista del uso hortícola, venimos investigando su producción en grano. Analizamos muchas variantes y, a través de su fenología vimos cuál se adaptaba más la zona. Ya logramos establecer incluso las fechas de siembra, fertilización, cómo armar los surcos y la distribución del agua en los cultivos, según sus necesidades”, celebró Resta.
El cultivo de la quinoa es tan trascendental en la zona que entre los especialistas de las universidades que se sumaron al equipo se encuentra un grupo de arqueólogos, quienes trabajan en un estudio sobre cómo sobrevivía el hombre originario del lugar y determinaron que esa semilla y la carne de camélido fueron los alimentos que les permitieron sobrevivir. “Esto le da una identidad a la quinoa nuestra”, afirma el especialista y destaca que están trabajando además en una investigación genética que permitirá llegar la semilla de quinoa propia de Iglesia.
En cuanto al consumo y contenido nutricional, el investigador destacó que, “la semilla tiene gran cantidad de nutrientes, pero además probamos el consumo de hoja. Es aún más rica que una espinaca o una acelga y se puede comer cocida o cruda en ensalada. Tiene una composición de aminoácidos esenciales impresionante, mejor que la de una espinaca o cualquier col. Contiene hierro, calcio, magnesio, es un complemento muy bueno con el grano”.
A eso sumó que, “además, desde el punto de vista de la soberanía alimentaria detectamos que, como hortaliza, la quinoa se puede sembrar en cualquier momento del año, excepto en pleno invierno por las heladas. Y, sumado a eso, tolera el suelo salino y no requiere grandes cantidades de agua, por lo que es ideal como cultivo para épocas de sequía como la que estamos atravesando”.
Para finalizar, el ingeniero resaltó que es inminente que comience el proceso de extensión para trasladar el conocimiento a los productores de la zona: “Esta es una planta que se cultiva en zonas andinas, se puede cultivar a 3.500 metros de altura. Nosotros hemos podido hacer los ensayos para generar conocimiento in situ, probar, cometer los errores y ya logramos completar el proceso desde la siembra hasta la postcosecha. Ahora resta hacer la extensión, mostrar lo que hemos logrado como una vidriera, para que la gente que trabaja la tierra en la zona vea que se trata de un cultivo es posible y beneficioso”.
Agrolink