En Japón, la fruta es un lujo y esta expresión no es una exageración. Su precio es prohibitivo -es tan alto como enorme el esfuerzo que implica su producción en la isla-, se vende en tiendas súper gourmets a precios exorbitantes y se presenta con envoltorios como si fueran verdaderos regalos.
En distintos barrios de Tokio hay "joyerías" que venden fruta extraordinaria a precios extraordinarios. Las frutas por las que se pagan cantidades astronómicas son las “hashiri”, que son siempre las primeras de la temporada y las que tienen mejor sabor.
Melón, un lujo japonés.
Los precios pueden asombrar hasta a los más viajados. La uva más cara del mundo es japonesa y se llama Ruby Roman. Se cultiva en la prefectura de Ishikawa (Isla de Honshu) y se han llegado a pagar más de 9.000 euros por un racimo. De esta variedad de uva solo se generan 2.400 racimos al año y los más económicos pueden comprarse por unos 800 euros. Cada racimo tiene 30 uvas, ni una más ni una menos y cada uva pesa 20 gramos, tienen como mínimo un 18% de azúcar y bajos niveles de acidez.
Los melones Yubari son los más caros del mundo. Los primeros ejemplares de la temporada llegan a venderse en subasta por sumas astronómicas. En 2019 se llegaron a pagar más de 40.000 euros por una pareja de melones.
Frutillas “Bijin Hime”, las princesas de la "joyería".
Una frutilla “Bijin Hime” (que en japonés significa “princesa hermosa”) puede costar 400 euros. Estas frutas tardan un mes y medio en crecer, tienen el tamaño de una pelota de tenis y solo se producen 500 unidades al año. Detrás del precio también se esconden los 16 años de ensayo y error que han tardado sus productores en alcanzar la perfección.
Los mangos de la variedad Taiyo no Tamago (que significa “huevo de sol” en japonés) son otra de las frutas más apreciadas. Se cultivan en Miyazaki. Se han llegado a pagar más de 3.000 euros por una pareja de mangos.
Sandías cuadradas, uno de los regalos preferidos.
La sandía Densuke se cultiva en la región de Toma-cho (Hokkaido). Por las primeras sandías de la temporada se llegan a pagar más de 4.000 euros la unidad. La producción anual no supera los 10.000 ejemplares y pesan entre 7 y 11 kilos. Su corteza es de color negro brillante, muy lisa, sin manchas ni rayas y su pulpa es de un intenso color rojo y super dulce. Tras la subasta, el resto de la producción se comercializa a más de 200 euros la unidad.
Las sandías cuadradas son muy apreciadas en Japón. Se cultivan en la prefectura de Kagawa, en la isla de Shikoku. Para conseguir su forma cuadrada se colocan en unas cajas de vidrio cuadradas cuando empiezan a crecer.
La manzana Sekai Ichi es conocida como la mejor manzana del mundo. Cada una pesa un kilo y cuesta unos 25 euros la pieza. Es un cruce de dos variedades (Red Delicious y Golden Delicious). Su circunferencia mide un mínimo de 30 cm.
Melones cuidados con mimos.
Estas joyas no sólo venden fruta excepcional a precios siderales, sino que lo hacen en envoltorios propios del lujo que representan. En cajas de madera, con cintas y ribetes, aislados del exterior con celofán o bolsitas refrigerantes para mantener su temperatura, estos productos se venden como verdaderas joyas frutales.
Con la mirada del extranjero es complicado entender el trasfondo cultural de esta realidad. Las frutas en Japón son carísimas y son concebidas como regalos; es una tradición de su gente que alaba la elección de una cesta con fruta como obsequio al visitar a alguien en un hospital, ir a cenar o asistir a un cumpleaños, al tratarse de un producto exclusivo y elegante.
El precio se condice con el esfuerzo de producción.
Con solo un 15% de su superficie total cultivada, debido a su particular orografía en la que predominan las montañas y la costa, el archipiélago cuenta con una selecta producción de fruta.
Amantes del detalle y la perfección, los japoneses encuentran en numerosos establecimientos información sobre la procedencia de los productos, una ficha técnica sobre ese cultivo e incluso una foto con la cara del agricultor, orgulloso de su producción.
En algunos locales van más allá y adjuntan hasta una decena de fotografías con un paso a paso para mostrar cómo crecen las frutas, desde que apenas son un brote hasta su empaquetado definitivo, lo que demuestra el carácter "artesanal" que impregna cada producto.
Joyerías de frutas, una costumbre de Japón.
Es tan extraordinario el halo que rodea a la perfecta fruta de Japón que logró poner un pie en la industria turística ya que ofrece a los visitantes ser agricultor por un día.
Dos de los atractivos de las "vacaciones agrícolas" son la recolección de frutillas o uvas por todo el país, cuyas granjas ofrecen la experiencia de juntar el fruto directamente del árbol, comer todo lo que se quiera y, al mismo tiempo, visitar algún punto turístico por algo menos de 124 dólares.
LMNeuquen