La historia comenzó en 1982, cuando Héctor Japaze (62) montó en Tucumán una empresa dedicada a la distribución de nutrición y sanidad animal, Jalif Distribuciones. Para el 2014 ya habían logrado el primer puesto en su categoría a nivel Argentina con una facturación importante y consideraron que ya no había más para escalar en ese rubro. “Lo que anda bien no se cambia”, señalan. Venían creciendo y querían seguir haciendo cosas, por eso decidieron reinventarse y apostar a un negocio del cual no tenían ninguna experiencia.
Tucumán es una de las principales productoras de arándanos y frutillas de Argentina. En esa época el arándano venía sufriendo una caída de su volumen, las exportaciones no eran rentables: “Lo que del 2000 al 2012 era un buen negocio pasó a ser malo y los campos tiraban resultados negativos. Dentro de un aporte a la comunidad y sin saber nada de agricultura entendíamos que lo que necesitaba Argentina era generar puestos de trabajo, por eso apostamos a la producción”, contó Alejandro Japaze (45), uno de los 4 hijos que tomó las riendas del nuevo negocio Alif Agro, que se inició en 2014.
Alif Agro: berries para todo el año
Comenzaron con un campo de arándanos en la localidad de Lules y luego sumaron frambuesas, zarzamoras y frutillas: “Los trabajadores son golondrinas, los momentos fuertes son de cosecha. Los arándanos son 3 meses, por eso agregamos frutillas, que son 6 meses y para garantizar 12 meses de trabajo agregamos zarzamora y frambuesas”, contó Alejandro, quien es el encargado de la parte comercial de la empresa.
Estas últimas dos berries no son características de esta región y clima, sin embargo optaron sumarlas para “darle la vuelta entera a la gente trabajando en el campo”: “Tenemos menos rindes que el sur, que España, Portugal, sí. Pero por otro lado hay un equipo comprometido con la empresa que trabaja todo el año y que entiende que tenemos que hacer las cosas de manera diferente”, destacó.
En 2020 compraron otro campo en Famaillá, a 25 km de Lules, “Los Laureles’’, para producir arándanos de manera orgánica y en febrero del año siguiente sumaron otro campo de arándanos en la misma zona conocida como Tres Almacenes.
Comenzaron exportando a siete países de Europa y Asia y su principal destino es Estados Unidos. Sin embargo, con el tiempo entendieron que era mejor volcarse al mercado interno: “Cuando entramos en los arándanos nos dimos cuenta que competir contra otras economías en ese momento era muy difícil. Entendíamos que si queríamos llegar al precio que necesitábamos llegar, para nuestra realidad de costos, exportar no era opción. En el único lugar donde invito a cualquier productor a competir es en Argentina”, expresó el empresario.
Históricamente los berries fueron productos importados. Hoy junto con Alif Agro hay tres empresas en Argentina que van por el mismo camino de retail, del consumidor: “En el 2014 los el consumo anual de arándanos en el país eran 350 mil kilos. La Cámara de Exportadores de Arándanos de Argentina (ABC) hizo muchas acciones de difusión durante estos años y hoy supera los 8 millones de kilos”, detalló.
“Es mucha la superficie que tenemos plantada y la que seguimos plantando. Producimos entre un millón y un millón y medio de kilos de estos 4 productos. Tenemos dos empaques. uno en Famaillá y otro en Lules, y cámaras para más de 1000 posiciones de pallets. Además motivamos a los productores locales a sumarse a plantar, les garantizamos un precio mínimo”, agregó.
La última adquisición que hizo la empresa fue un valle virgen a 20 km de Lules, en la precordillera de los Andes: “Lo estamos plantando, es un proyecto a 6 años. Nadie lo explotó antes porque el Gobierno iba a hacer una represa. El mercado es muy competitivo y tenemos que ofrecer un producto diferente. Si hacemos los berries en invernadero como se hace en todos lados, somos uno más del montón, por eso elegimos estratégicamente este lugar natural, donde el agua es de manantial, el aire está despojado de contaminación y tenemos el bosque que lo rodea donde hicimos café, cacao, para una polinización diferente. Además contamos con energía eléctrica 100% renovable”, contó Alejandro.
El valle cuenta con 480 hectáreas, y actualmente llevan plantadas 40: “Tenemos frutilla, frambuesa, arándano y zarzamora. La frambuesa no nos fue tan bien en la parte baja de Tucumán porque tenemos clima más caliente que el sur. En el valle estamos a más de mil metros de altura con lo cual tenemos un clima más frío e ideal para ese cultivo”.
En 2022 instalaron su propio laboratorio para el análisis de cultivos: “Si bien no tenemos certificación orgánica, los análisis de nuestros productos dan mucho mejor que uno orgánico. Preferimos usar algunos productos en algunos momentos que nos permitan lograr la maximización del cultivo”, señaló el empresario.
Respecto al manejo de plagas, señalan que en Lules y Famaillá es complejo porque hay muchos campos juntos y las enfermedades saltan de uno al otro: “Con controles inteligentes y eficientes hace que el uso de los pesticidas sea casi cero, pero si hay que usarlos tiene que ser en el momento correcto. Con el fenómeno de El Niño estamos con muchas lluvias desde el año pasado, mucha agua que nos afecta bastante, no sucede lo mismo en el Valle”.
Y agregó: “Tenemos compost en los campos, todo el desperdicio lo transformamos en materia orgánica con las lombrices californianas, reciclamos el agua. Es una cultura mucho más amigable con el medioambiente”.
La empresa ofrece frutas frescas, aunque su principal foco son los congelados por su alta demanda: “La frutilla y el arándano se congelan desde siempre, no lo inventamos nosotros. Antes el concepto del congelado era: lo que no sirve para fresco lo congelo. Nosotros dimos vuelta eso, lo mismo que va para fresco va para congelado, no tiene que ser una categoría B. Eso hace que a la gente le guste lo que compra”.
En 2021 aplicaron una tecnología avanzada de congelamiento IQF (Individual Quick Freezing), un procedimiento que garantiza que una vez que se descongela el producto, conserva toda la textura, valor nutritivo e igual sabor al del producto recién cosechado. Así mismo, para su preservación, el uso de este proceso garantiza que los productos no necesiten de ningún tipo de químicos o preservantes y que, debido al cambio brusco de temperatura, se reduzca de forma importante la presencia de microorganismos.
Con el tiempo los clientes empezaron a pedirles más frutas, entonces como tenían capacidad empezaron a sumar mangos, maracuyá, palta, melón, sandía, piña: “Andan muy bien y complementan la cartera de los principales productos. Sin embargo, lo que hoy se lleva más del 50 % de las ventas es frutilla y arándano”, detalló el empresario.
Otro de los productos que incorporaron son los smoothies (licuados con fruta congelada) listos para el consumo. El foco de la comercialización son los gastronómicos, para que puedan ofrecer una experiencia distinta a sus clientes: “Son porciones de 200 gramos de fruta, se le agrega 200 ml de agua y sale el smoothie perfecto. De este modo el barman no desperdicia fruta. Mezclamos dos frutas en cada smoothie, arándano y mora, frambuesa y frutilla, mango y durazno, pera y piña, melón y kiwi”:
El año que viene planean lanzar porciones de 80 gramos para venta directa al consumidor: “Es una alternativa saludable al helado o al alfajor, por ejemplo. Somos frutas naturales tipo snacks, sin agregados de azúcar”, explicó Alejandro.
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