La tarea se basa en mezclar restos de la producción de cebolla con estiércol de vacas que poseen hongos y bacterias y que luego se humedecen con agua que genera un valor extra al fertilizante el cual es un significativo aporte a la industria agrícola.
La doctora en Agronomía, Graciela Pellejero a cargo del proyecto indicó que “a medida que aumenta la demanda global de alimentos, los fertilizantes químicos se han vuelto omnipresentes en la agricultura moderna. Sin embargo, su uso excesivo ha generado preocupaciones sobre la contaminación del suelo y el agua”.
El equipo de investigadores de la UNCo está mostrando cómo la innovación y la sustentabilidad pueden ir de la mano. Este proyecto ha generado mucho interés entre los agricultores de la zona atlántica. El trabajo se ha podido desarrolla mediante la participación de la Ingeniera Agrónoma María Virginia Erezuma, que colaboro con la tarea en campo.
El objetivo es aprovechar las parvas de cebolla que no tienen valor comercial tomando en cuenta que el área productiva de este cultivo ronda las casi 3.000 hectáreas en cada temporada agrícola, y con semejante volumen de desperdicios después de tres meses de un proceso de fermentación, ya se puede utilizar la tierra de compostaje fresco con un importante grado de eficiencia.
Pellejero dijo que la combinación de residuos orgánicos soluciona dos problemas ambientales dado que, con el reciclado de cebolla y el estiércol de vacunos de la propia chacra, se pone en valor un abono que genera “muchos nutrientes” y se evita la contaminación por separado de ambos productos.
El compost, “da muy bueno resultados en zapallos u otros productos remplazando a los fertilizantes químicos” con lo cual “soluciona un problema real al productor”, aseguro la docente.
LMNeuquen