l país del pan está perdiendo sus panaderías, sobre todo en las zonas rurales, y están siendo sustituidas por franquicias o bien incluso por máquinas expendedoras. Hace algunas décadas ir a comprarlo era sencillo porque los panaderos –artesanos formados para la tarea– lo confeccionaban en la trastienda con sus manitas y gracias a su buen hacer. Todos y cada uno de ellos.
Por desgracia, de un tiempo a esta parte proliferan en Francia (y también en España) las tiendas de pan: franquicias que lo venden fabricado no se sabe dónde, precocido y congelado, que acaba la cocción en la tienda antes de ser despachado al público. Venden pan como podrían vender zapatos, coches o cosméticos.
El país