l él se entremezclan las ecorregiones de Monte de Sierras y Bolsones, Puna y Altos Andes.
En pleno corazón de la sierra del Tontal y de cara al valle de Calingasta -un verdadero oasis sobre el desierto sanjuanino- el Parque Nacional El Leoncito resulta todo un apelativo a los sentidos. Pocos lugares en el mundo pueden jactarse de tener un cielo con la calidad del que envuelve a la naturaleza cuyana en esta porción de maravillas.
Conservando una muestra representativa de ambientes tales como el Monte, la Puna y los Altos Andes, el Parque Nacional El Leoncito contribuye al mantenimiento de ese cielo, evitando las consecuencias de actividades humanas que generan luces y polvo atmosférico que amenazan seriamente su calidad natural. Su limpieza y diafanidad, con un número cercano a las trescientas noches despejadas por año, son condiciones ideales para la observación, y por ello sobre el macizo cordillerano resaltan las moles blancas de dos complejos astronómicos de gran importancia a nivel nacional y mundial.
La extraordinaria geografía cuyana y uno de los mejores cielos de la Argentina se dan la mano para sorprender al visitante en un circuito turístico para el asombro.
A sólo 35 kilómetros del pintoresco pueblito de Barreal, la sombra de añosas alamedas y el rumor del agua en las acequias reciben al visitante que llega en busca de un cielo prometido. Entre los cerros, dos observatorios astronómicos reconocidos mundialmente (Cesco y Casleo) abren sus puertas para contar los secretos del universo.
Ellos dependen del cielo para justificar su existencia y el cielo depende de la protección del Parque Nacional El Leoncito para asegurar su diáfano orgullo, libre de contaminación, polvo y luces impropias.
En un rinconcito de privilegio, saben que el guardián del cielo protege los suelos de la erosión producto del sobrepastoreo o las actividades humanas negativas, orienta las conductas del visitante y ofrece servicios que garantizan no solo el cuidado del ambiente, sino también la seguridad y el disfrute de todos aquellos que visitan el área.
El Parque Nacional El Leoncito es una suma de historias que nutren su propia historia. Sus casi 90.000 hectáreas fueron tierras pertenecientes a la estancia homónima; un emprendimiento agrícola ganadero de altura que fue testigo de la historia regional.
Aún pueden verse, envueltas en centenarios álamos y sauces, las antiguas construcciones de adobe, entre cuyas paredes el imaginario popular sitúa al general San Martín planificando el cruce de los Andes. La documentación histórica respalda la gestión de Sarmiento en la región.
Más atrás en el tiempo, los grabados rupestres duermen su silencio de siglos entre los postes del telégrafo que, allá por los últimos años del siglo XIX, comunicaba Calingasta con la capital provincial.
La aridez extrema, la gran amplitud térmica, las escasas precipitaciones y la alta exposición solar generan condiciones difíciles para la supervivencia de los seres vivos, pero la notable diversidad de vida que esconde el parque le otorga valor de conservación.
En ese marco, los atractivos paisajísticos del Parque Nacional El Leoncito aportan su visión terrenal a la cosmogonía astral de los observatorios. Ambas instituciones engloban un ambiente pleno de sensaciones que pone a prueba la capacidad de asombro del visitante. Una de las mejores opciones turísticas de la provincia.
La astronomía es una de las ciencias más antiguas de la humanidad. Hoy observamos el cielo por diversos motivos: científicos, religiosos, incluso supersticiosos. Saber de dónde venimos, si estamos solos o hacia dónde vamos en la expansión del universo es una necesidad de la humanidad, reconocernos en nuestra propia fragilidad y comprender la necesidad de cuidarlo y protegerlo.
Cuenta con un camping libre (sin provisión de energía eléctrica) con fogones, mesas, quincho y sanitarios con ducha con agua caliente (en sector de recepción), áreas de picnic y descanso.
Dentro del Parque Nacional:
Administración de Parques Nacionales//Welcome Argentina