Entre las más comunes se encuentran la Clementina, que se caracteriza por su sabor dulce y cáscara fina, y la Criolla, conocida por su tamaño pequeño y su sabor ligeramente ácido.
Otras variedades populares incluyen la Ellendale, con una cáscara más gruesa y fácil de pelar, y la Nova, que se distingue por su sabor dulce y jugoso. Estas variedades se cultivan principalmente en las provincias de Entre Ríos, Corrientes y Misiones, donde el clima subtropical proporciona las condiciones ideales para su crecimiento.
La variedad Okitsu es la primera en ingresar al Mercado Central de Buenos Aires y se caracteriza por presentar generalmente una cáscara de color verde, muy poco contenido de acidez y azúcares.
La más consumida en Argentina es la mandarina criolla. Esta fruta no es aceptada a nivel internacional porque posee en su cáscara muchos aceites esenciales que causan olor en las manos luego de pelarlas.
La mandarina ofrece numerosos beneficios para la salud gracias a su alto contenido de vitamina C, que fortalece el sistema inmunológico y ayuda a combatir resfriados y gripes. Además, es una excelente fuente de antioxidantes, que protegen las células del daño causado por los radicales libres y pueden reducir el riesgo de enfermedades crónicas.
La mandarina también es rica en fibra, lo que facilita la digestión y promueve la salud intestinal. Su contenido de flavonoides y otros compuestos bioactivos contribuye a la salud cardiovascular, ayudando a reducir la presión arterial y los niveles de colesterol.
La Argentina es el séptimo productor mundial de frutas cítricas de los cuatro principales grupos varietales: naranjos dulces, mandarinos, limones y limas y pomelos.
En este punto, sobresalen las mandarinas, debido a que su principal destino es el consumo como fruta fresca. Un 95 % de la producción nacional de mandarina se realiza en el Noreste. El principal productor es Entre Ríos.
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