l potente curso de agua del río Pilcomayo nace en las estribaciones de los Andes bolivianos y corre por abruptas pendientes arrastrando sedimentos. Al llegar a la llanura chaqueña, el limo se deposita colmando su cauce y ocasionando un fenómeno de retroceso que se rompe cada vez más cerca del oeste provincial, llegando en la actualidad hasta la localidad de Santa Teresa. Desde este punto, el derrame origina el bañado de la Estrella y, antes de llegar al final de su recorrido, alimenta los principales riachos de la cuenca hídrica del norte formoseño.
Esteros, cañadas, lagunas y selvas en galería distinguen a la región del Chaco húmedo u oriental, protegidos por el Parque desde el año 1951.
Por su relevancia bio-ambiental, esta reserva fue incluida en la lista de los humedales de importancia internacional (Convención Ramsar). La geografía y los desniveles del terreno facilitan la diferenciación de los sectores inundables, originando la diversidad ecológica de la zona.
Casi toda el área protegida está cubierta de pastizales y palmeras. En los bajos se extienden los esteros y en los puntos más altos, las isletas de monte. La palma blanca o caranday alcanza los 14 metros de altura y posee hojas palmadas de color verde glauco. Las cotorras, el carpintero cabeza pajiza y el loro ñenday anidan utilizando los huecos de sus troncos. Los murciélagos como el moloso cola larga grande también se refugian en estas palmeras.
Las zonas de escasos declives, con muchos esteros y lagunas, soportan inundaciones periódicas que alternan con épocas de sequía y crean en verano vastas extensiones anegadas. En estos espacios abiertos son comunes los ñandúes y grupos de chuñas de patas rojas.
Además de la variedad de carpinteros que distinguen a esta área protegida, se encuentran aves como el surucuá común, el trepador castaño y la choca listada. Los esteros, cañadas y lagunas concentran poblaciones de aves acuáticas como las cigüeñas americanas, tuyuyú y yabirú, que lucen un brillante cuello rojo y negro que contrasta con el blanco de su plumaje. Las garzas son comunes en las orillas, donde buscan peces, ranas y reptiles para alimentarse.
Otro animal característico de la zona es el aguará guazú, un zorro solitario, tímido y de hábitos nocturnos. Este mamífero de gran tamaño, que se encuentra en peligro de extinción, posee largas extremidades que le permiten moverse con agilidad en los vados. Los monos caí, carayá y mirikiná o mono de noche habitan los montes de quebracho colorado chaqueño, lapacho y urunday y las selvas del río Pilcomayo. En los bosques conviven el oso melero o kaaguaré, que trepa a los árboles para alcanzar los avisperos y termiteros, y los coatíes, que se mueven en grupos.
En el espejo de agua más grande del Parque Nacional, la laguna Blanca, de 800 hectáreas de superficie, conviven dos especies de yacaré: el overo y el negro, ambas en peligro de extinción. Entre los reptiles también habitan la boa curiyú y culebras acuáticas como la ñacaniná, entre otros ofidios. También en los tupidos pehuajozales y pirizales (concentraciones de pehuajó y pirí) se pueden ver carpinchos y coipos o nutrias.
Durante mucho tiempo, toda la región fue habitada por grupos indígenas que explotaron los recursos del entorno ribereño a través de una sabia estrategia sustentable que supo combinar la caza (principalmente de carpinchos, monos, armadillos y vizcachas), la pesca y la recolección de productos vegetales y animales (moluscos). Las comunidades tobas habitan actualmente las tierras de sus antepasados, los primeros dueños de las lagunas, esteros y bañados.
Hoy en día, el trabajo conjunto de pobladores y guardaparques permite controlar la caza de animales dentro de la Reserva y conservar y recuperar áreas de vegetación natural, antes sometidas al ramoneo del ganado, que causó profundas modificaciones en la flora.
Área recreativa Estero Poí:
Dentro del Parque:
Fuera del Parque:
Administración de Parques Nacionales