as rutas marítimas más activas del comercio internacional –las que vinculan los mercados demandantes de Europa con los principales abastecedores de Asia Pacífico– no logran brindar señales de recuperación completa respecto del impacto de la pandemia en el transporte marítimo.
De hecho, de acuerdo con informaciones de la consultora especializada Drewry, la combinación de tendencias es la más desfavorable para los cargadores y los forwarders: mientras los fletes continúan en aumento, la calidad de los servicios empeora a medida que persisten las cancelaciones de tráficos.
Desde el inicio de la crisis por el Covid-19 se registraron «468 blank sailings en las operaciones este-oeste», según señaló Philip Damas, director de Drewry Supply Chain Advisors, tras remarcar que «en el primer semestre, menos de 2 de cada 3 buques llegaron dentro de las 24 horas posteriores a su ETA (hora estimada de arribo)» por lo que la confiabilidad en los servicios fue «extremadamente baja».
Debido a esto, el roleo de cargas (reprogramación en nuevos buques de los embarques) se multiplicó: según una encuesta conducida por la consultora, el 83% de los cargadores indicó que sus mercaderías habían sido roleadas.
Si bien la digitalización de la reserva de las bodegas aumentó de manera exponencial a partir de las restricciones en el desplazamiento del personal y la política del home office instrumentada por prácticamente toda la industria, los cargadores y forwarders manifestaron que los problemas operativos estuvieron a la orden del día, demandando más tiempo del necesario y no siempre logrando resultados positivos.
«El roleo es la nueva realidad de un mercado mucho más concentrado en el que las navieras tienen más poder», advirtió Damas, dando a entender que entre los usuarios de los servicios de transporte marítimo se impone la «planificación de las interrupciones continuas».
Mientras la confiabilidad de los servicios cae, sus tarifas aumentan: el asesor senior de Drewry, Stijn Rubens, indicó que la tarifa promedio de un flete en Asia-Europa entre enero y agosto aumentó un 15% interanual, a US$ 1798 por FEU (contenedor de 40 pies).
Pero a esta tarifa se le deben sumar el costo financiero y de procesamiento de reservas junto con los gastos de detención y demora, que en total sumaron US$ 432 adicionales.
En esta línea, la incidencia de los costos indirectos «podrían ser múltiples» si se suman los costos de oportunidad por ventas perdidas, niveles de stock de seguridad, y satisfacción y retención del cliente.
«A menos que se tenga un control de los envíos, que empieza por la trazabilidad y visibilidad total, existe un riesgo real de que los niveles de costos y la calidad de los servicios se salgan de control», concluyeron.
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