El sorgo está ganando terreno como una opción agronómica destacada, debido a sus bondades naturales y al crecimiento de su demanda. Se trata de un cultivo que tiene un gran potencial para convertirse en un actor clave en la agricultura nacional.
Cuando se aplica la tecnología adecuada, los resultados son evidentes y el sorgo se convierte en una excelente opción para aquellos ambientes donde otros cultivos no prosperan.
A nivel nacional, el sorgo ocupa 950.000 hectáreas, con un rendimiento promedio de 36,5 quintales por hectárea y una producción total de 3 millones de toneladas. El 64% de esta superficie se concentra en las regiones Norte y Centro Este del país.
Su capacidad de resistir factores climáticos adversos, como olas de calor, sequías, heladas e inundaciones, lo hace ideal para zonas marginales, donde el maíz y otros cultivos enfrentan mayores dificultades. Además, su adaptabilidad a suelos pobres refuerza su posición en el mercado agrícola
La fortaleza del sorgo no solo radica en su resiliencia climática, sino también en su versatilidad comercial. Este cultivo tiene múltiples aplicaciones, incluyendo la producción de carne y leche bovina, producción porcina, avícola, alimento para mascotas, consumo humano y bioenergía, como bioetanol y biogás. Estas diversas utilidades lo convierten en una opción valiosa para distintos sectores productivos.
Además de sus ventajas comerciales, su sistema radicular mejora la estructura del suelo y el aporte de rastrojos favorece la captura de carbono de la atmósfera, ayudando a compensar las emisiones de gases de efecto invernadero.
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