Por Agroempresario.com
La variabilidad climática ha vuelto a ser un desafío central para los productores agropecuarios en la campaña 2024/25, que comenzó con perfiles de humedad aceptables en varias regiones, pero rápidamente vio cambiar el panorama ante la falta de lluvias durante el invierno. Según el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), la primavera se presenta con un escenario hídrico deficitario, lo que exige una planificación estratégica en el manejo de cultivos.
Los técnicos del INTA han brindado nuevas perspectivas climáticas para el último trimestre del año, meses críticos para la toma de decisiones en el campo. A la vez, destacan la necesidad de ajustar las prácticas agrícolas para adaptarse a este entorno incierto, que combina sequías prolongadas, altas temperaturas y lluvias erráticas.
El invierno pasado presentó precipitaciones inferiores al promedio, una tendencia que se ha mantenido en las últimas cinco campañas, con hasta un 40% menos de agua disponible. Esta situación dificulta tanto el crecimiento de los cultivos de invierno como la planificación de la siembra de verano. Según Pablo Mercuri, director del Centro de Investigación de Recursos Naturales (CIRN) del INTA, este patrón continúa afectando la primavera: “Las sequías prolongadas y el déficit hídrico afectan la producción y la moral de los productores, quienes pese a todo siguen adelante, apoyados por recomendaciones técnicas para adaptarse a estas condiciones extremas”.
Las proyecciones climáticas para los próximos meses indican la presencia del fenómeno La Niña, que podría exacerbar la escasez de agua en muchas regiones productivas. Natalia Gattinoni, especialista del Instituto de Clima y Agua del INTA, explicó que "hay una probabilidad del 45 al 50% de que las lluvias sean deficitarias en provincias clave como Córdoba, Santa Fe, Entre Ríos y el norte de Buenos Aires". Esto, combinado con temperaturas más cálidas de lo habitual, genera un desafío adicional para los cultivos.
Frente a este panorama, la flexibilidad en las prácticas agrícolas es fundamental. Jorge Mercau, investigador del INTA San Luis, destacó que los productores deben ajustar las fechas de siembra, los cultivos y las prácticas de manejo según las condiciones hídricas disponibles. Las decisiones tempranas en cuanto a la siembra de cultivos como trigo y cebada, basadas en la recarga otoñal, han permitido cierta ventaja, aunque el déficit hídrico está empezando a afectar las etapas críticas de los cultivos.
En la región pampeana, la siembra de maíz y soja se encuentra en una situación crítica, con muchos lotes sin suficiente agua para iniciar la siembra. Mercau explicó que “la siembra tardía de maíz, una práctica cada vez más común, puede reducir el riesgo de sequía, aunque esto implique sacrificar potencial de rendimiento”. Sin embargo, también advirtió sobre el riesgo de enfermedades como el achaparramiento en algunas zonas.
La capacidad de los productores argentinos para adaptarse al cambio climático es notable. El manejo adaptativo, que incluye prácticas como el "barbecho abierto", permite a los productores retrasar la decisión de qué sembrar hasta que las condiciones climáticas sean más claras. Esto refleja una cultura de aprendizaje constante y la implementación de estrategias innovadoras que permiten enfrentar la incertidumbre.
En resumen, la campaña agrícola 2024/25 presenta grandes desafíos debido a la variabilidad climática. Sin embargo, mediante el ajuste de prácticas de manejo, la flexibilidad en la toma de decisiones y la adopción de innovaciones, los productores argentinos continúan demostrando su capacidad para enfrentar los desafíos del clima extremo y mantener la productividad del agro.