Por Agroempresario.com
En el corazón de la provincia de Santa Fe, la zona chacarera de Castellanos alberga un tesoro cultural que rinde homenaje a la herencia de los inmigrantes piamonteses y suizos alemanes que se asentaron en la región hace más de un siglo. Las capillas chacareras, que suman alrededor de 40, son paradas obligadas para quienes buscan conectar con la historia y disfrutar de las delicias locales como pastas, quesos y el famoso ajenjo.
Una de las capillas más emblemáticas es la Capilla San Roque, ubicada a solo 5 kilómetros de Bauer y Sigel, sobre la ruta provincial 11. Construida en 1910 como resultado de una promesa hecha por Bautista Novara, esta capilla destaca por su excelente estado de conservación. La historia cuenta que un familiar de Novara padecía una grave úlcera, y él prometió construir una capilla si su ser querido se curaba. San Roque, conocido como el santo de los enfermos, cumplió su parte, y desde entonces, la capilla ha sido mantenida con esmero por la comunidad.
En 2005, los grupos de cambio rural y turismo del INTA Rafaela impulsaron la creación del camino de las capillas chacareras, una propuesta turística que conecta estas construcciones históricas. Otra joya en este circuito es la Capilla San Miguel, construida en 1887 por la familia Visconti, que fue el primer lugar de ritos católicos en la zona. La capilla fue restaurada en la década de 1930 y reinaugurada en 2007 por un vecino, Raúl Aimar.
La Capilla San Pedro, conocida como “la capilla de los ravioles”, representa una historia más reciente. Fundada en 1979 en la antigua estación de tren de Pueblo Marini, esta capilla se ha convertido en un centro de encuentro para los 200 habitantes del pueblo, que organizan una raviolada anual para recaudar fondos. La última edición del evento atrajo a 300 comensales ansiosos por probar su famosa salsa de carne, tomate y crema, acompañada del mítico ajenjo, apodado “el diablo verde”.
El ajenjo, una bebida que llegó con los inmigrantes, se ha convertido en un símbolo de la región y es recordado por su historia, especialmente entre los escritores en París a finales del siglo XIX. Este trago fuerte ayudaba a los campesinos a sobrellevar las arduas tareas del campo.
Para quienes deseen completar esta experiencia cultural y gastronómica, el Museo de Ramona, ubicado en la casa del administrador de la familia Tornquist, es una visita imprescindible. Allí, los visitantes pueden admirar valijas y baúles de los inmigrantes, herramientas de trabajo agrícola, y hasta carrozas mortuorias que reflejan la vida en las colonias agrícolas santafecinas.
El circuito de las capillas chacareras no solo es un viaje a través de la historia de la inmigración en Santa Fe, sino también una celebración de la cultura, la gastronomía y la hospitalidad de sus habitantes. Sin duda, una experiencia que vale la pena descubrir.