Regar con menos agua

ace unos días se celebró el Día Mundial del Agua. Con este marco de fondo, es bueno recordar el papel que el sector agrícola juega en el consumo y gestión de este importante recurso. Lo es todavía más en un contexto en el que el cambio climático está generando un aumento de las temperaturas y, por tanto, una transformación en los ecosistemas agrarios. Debido a ello, algunos cultivos tradicionales en diversas latitudes empiezan a sufrir limitaciones hídricas que antes no tenían. Todo ello sin olvidar la prioridad del consumo humano, por lo que cuando se reducen de forma sustancial las reservas hídricas, las miradas se vuelven hacia el agro, que no olvidemos consume alrededor del 70% del agua potable.

La buena noticia es que a pesar del aumento de la capacidad de producción agraria y de las superficies de cultivo en regadío, en los últimos diez años se ha producido una disminución del 16% en consumo de agua de riego.

La razón de esta evolución tan positiva es la cada vez mayor eficiencia de los sistemas de riesgo en uso, lo que nos hace ser un referente mundial en este campo. En concreto, el 76% de la superficie de riego ha sufrido un proceso de modernización, lo que supone más de tres millones de hectáreas que han optimizado su uso. Dentro de este grupo, las dos terceras partes, es decir, más de dos millones de hectáreas tienen riego localizado. Esto es, el 53% la superficie irrigada en España lo hace con el sistema de riego más eficiente y que menos consume. Este dato es todavía más destacable si se considera que a nivel mundial solo el 6% de la superficie de regadío aplica riego de precisión.

Sobre el 47% restante, un 15% es riego por aspersión y un 9% automotriz, quedando todavía un 13% sujeto a sistemas de riego mucho menos eficientes, si bien es cierto que parte se produce en zonas con pocas limitaciones hídricas.

En todo caso, todavía quedan más de 900.000 hectáreas por modernizar a nivel nacional, lo que sin duda supondría un importante y necesario empujón al sistema de gestión hídrica. Se trata de unas inversiones que se recogen en los planes hidrológicos y que deberían ser acometidas lo antes posible, ya que tal como ha hecho ver la Federación Española de Comunidades de Regantes (Fenacore), el ahorro por metro cúbico de agua obtenido mediante la modernización de regadíos es mayor que el de cualquier otra alternativa, como la regulación, desalación, etc.

Sin duda la modernización de los regadío es una necesaria inversión pública y privada, pero hay otras medidas que es importante adoptar. Por ejemplo ajustar la tarifa eléctrica a los periodos de consumo real. En el momento actual, además de sufrir las sucesivas subidas de esta tarifa, se carga al regante con unos sustanciales costes fijos que se aplican también los meses del año en el que no se riega. El recibo eléctrico se ha duplicado en diez años debido fundamentalmente al aumento de los costes fijos de potencia, que a su vez se han multiplicado por diez. En resumen, se anima al agricultor a modernizarse para hacer un uso eficiente de agua, pasando de riego a manta a riegos automatizados, mientras a la vez se le imponen a los nuevos sistemas costes crecientes de explotación.

Y hablando de agua, en este caso la de consumo humano, poner en valor una iniciativa solidaria en el marco de la crisis del COVID-19. La Asociación Nacional de Empresas de Aguas Envasadas (Aneabe), en España, en coordinación con Cruz Roja, ha activado el Banco de Agua Solidario de España. Las empresas de aguas minerales han unido así sus esfuerzos en estos momentos difíciles, para poner las plantas envasadoras repartidas por toda España a disposición de esta organización y de las personas que lo necesitan. Un producto que, además de tener diferentes características que el agua de grifo, aporta el valor añadido de poder ser utilizado de forma rápida y segura en acciones humanitarias.

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