Por Agroempresario.com
Córdoba es conocida por su belleza serrana y la tranquilidad de sus valles, pero en el oeste provincial, un lugar casi desconocido guarda secretos de un pasado volcánico remoto. En la región de Pocho, se extiende un complejo volcánico singular, que se aleja de la imagen tradicional de la provincia, mostrando un paisaje con domos rocosos, cerros erosionados y capas de ceniza que se han mantenido intactas por millones de años. “Es un complejo único en el mundo”, afirma el geólogo Iván Petrinovic, quien dedica su investigación al estudio de este fascinante lugar.
La región de Pocho, que se encuentra alejada de las rutas turísticas habituales, está cobrando cada vez más interés entre aquellos que buscan destinos alternativos y naturales. "Acá el tiempo parece haberse detenido entre las huellas volcánicas más significativas de Sudamérica", describe Petrinovic. El desafío geológico de la zona es notable: un paisaje volcánico en una provincia que no es conocida por su actividad volcánica.
La historia geológica de Pocho se remonta a hace millones de años, cuando erupciones volcánicas formaron este paisaje. La lava emergía como una masa viscosa, enfriándose lentamente y dando forma a los impresionantes domos volcánicos. La zona está marcada por múltiples centros eruptivos, cuyo impacto aún se percibe a 50 kilómetros en el Valle de Traslasierra. El geólogo explica que "la lava, al despresurizarse y enfriarse, emergía formando estructuras rocosas que hoy son los pilares del paisaje".
Los viajeros pueden conocer este misterioso paisaje volcánico a través de la Ruta Volcánica de Córdoba, una excursión de tres días que comienza en la plaza de Salsacate. Durante la caminata, los aventureros ascienden el cerro Ciénaga (1300 metros), el cerro Poca (1600 metros) y el cerro Yerba Buena (1760 metros), los picos más destacados de la región. Este recorrido es ideal para los amantes del trekking, con paisajes impresionantes y la posibilidad de avistar cóndores.
El paisaje volcánico de Pocho no solo sorprende por su aspecto, sino también por la flora y fauna que lo habita. Las palmeras caranday, adaptadas al fuego, y los cóndores, que sobrevuelan la región, son algunos de los habitantes más emblemáticos de este ecosistema. La vegetación es austera, pero sorprende por su capacidad de adaptación a un terreno volcánico, donde pocas especies pueden sobrevivir.
Además de la fauna, Pocho guarda fósiles de gliptodontes, los cuales convivieron con la actividad volcánica, y vestigios arqueológicos de las culturas originarias como los Comechingones. "Las rocas aquí no solo son el resultado de una erupción, sino que también cuentan la historia de aquellos que habitaron estos cerros hace miles de años", añade Petrinovic.
El interés turístico por Pocho ha crecido, pero el geólogo advierte que este atractivo debe ser tratado con cautela. “Pocho necesita un turismo consciente, respetuoso del valor natural y de su carácter único”, subraya Petrinovic. Con cada vez más estudiantes de geología que visitan el lugar, Pocho se ha convertido en un punto de referencia científica. Sin embargo, los expertos instan a que se implemente una planificación que evite el impacto ambiental, para que este paraíso natural siga siendo un santuario para las generaciones futuras.
“Los cerros de Pocho no se parecen a nada en Córdoba, ni en la región”, afirma Petrinovic, destacando la singularidad de este paisaje volcánico. Para los viajeros, Pocho representa una invitación a descubrir una Córdoba diferente, donde los cerros, en lugar de estar cubiertos de vegetación, revelan una historia de erupciones y paisajes forjados por el magma. Un rincón aislado que ofrece una conexión única con la historia natural de Argentina.