La siembra directa en Argentina fue impulsada por el ingeniero agrónomo Rogelio Fogante, quien comenzó a incursionar en la práctica hacia fines de 1976. Otros productores pioneros comenzaron a probar esta técnica y años después fundaron la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (Aapresid).
Actualmente, el país es líder mundial en la adopción de esta tecnología, aplicada en más del 90% de la agricultura extensiva. La técnica se basa en el cultivo de la tierra sin arado previo, evitando la remoción del suelo. Esto incrementa la cantidad de agua que infiltra y la conservación de nutrientes, mejora el balance de la materia orgánica, y reduce drásticamente la erosión, tanto eólica como hídrica.
La técnica de siembra directa complementada con la rotación de cultivos y Buenas Prácticas Agrícolas, garantiza una agricultura sustentable, preservando el suelo, con menor uso de combustible, menor requerimiento de maquinaria y menor impacto ambiental que la labranza tradicional.
En los últimos 20 años, debido a la utilización de la siembra directa, los avances en maquinaria agrícola, el fortalecimiento de la biotecnología y el avance en la agricultura por ambientes, Argentina ha experimentado en su agricultura una evolución sostenida, llegando a duplicar su producción, aumentando el área cultivable con rendimientos crecientes y potenciando las capacidades productivas de cada ambiente.