Por Agroempresario.com
En un pequeño garaje de Mar del Plata, rodeado de herramientas y el inconfundible aroma de los primeros helados artesanales, Christian Otero y su padre iniciaron un viaje que cambiaría sus vidas para siempre. Hoy, más de una década después, Lucciano's se ha consolidado como una de las heladerías más reconocidas de Argentina y ha llevado su sabor a ciudades como Roma y Barcelona, demostrando que la pasión y la perseverancia pueden superar cualquier obstáculo.
El camino de Christian no fue directo hacia la gastronomía. Criado en una familia emprendedora, su padre, contador de profesión, siempre estuvo involucrado en proyectos tecnológicos. Sin embargo, Christian encontró su vocación en el fútbol. A los 21 años, comenzó a trabajar como representante de futbolistas, conectando jóvenes talentos con equipos internacionales. Fue él quien gestionó los traspasos de figuras como Marcos Rojo al Manchester United y Manuel Lanzini al West Ham, entre otros. El fútbol le permitió viajar y conocer diversas culturas, pero con el tiempo, sintió que necesitaba algo más.
"El fútbol me permitió viajar, conocer culturas y ampliar mi visión, pero empecé a sentir que necesitaba un cambio", comenta Christian.
La historia de Lucciano's comienza con una pasión compartida entre padre e hijo por el helado, un mito que ambos creían: hacer un buen helado solo era posible con un maestro heladero de años de experiencia. Sin embargo, una visita a una empresa italiana de máquinas en San Telmo cambió esa perspectiva.
“El dueño de la empresa nos tranquilizó, nos dijo que con buena tecnología y materia prima cualquiera podía hacer un buen helado”, recuerda Christian. Impulsados por esta revelación, la familia Otero comenzó a experimentar en el garaje de su casa, creando los primeros helados artesanales.
En 2010, Christian y su padre abrieron su primer local en una esquina residencial de Mar del Plata, lejos de las zonas comerciales. A pesar del entusiasmo, los primeros años fueron difíciles. "En Mar del Plata, las ventas de helado caían en picada durante el invierno. Lo que ganábamos en verano, lo perdíamos en los meses fríos", señala Christian.
Fue en esos momentos de incertidumbre que casi deciden abandonar el proyecto. "Le dijimos a un amigo martillero que, si conseguía alguien que nos devolviera la inversión, venderíamos", recuerda. Afortunadamente, el interés de posibles compradores nunca llegó y la familia Otero decidió continuar.
La clave para superar los desafíos fue la innovación. En un mercado que se estancaba, decidieron apostar por los palitos de helado con diseños únicos y presentaciones atractivas. "Eso fue un antes y un después. Logramos captar la atención del público y diferenciarnos de la competencia", comenta Christian.
Además, la llegada de las aplicaciones de delivery revolucionó la forma en que los argentinos consumían helado. "Antes, el helado era estacional, pero con el delivery, se empezó a vender todo el año. Incluso, en invierno, tenemos días de ventas superiores al verano", explica Christian.
Cada año, Christian y su padre asistían a la feria de helados de Rimini, Italia, para estar al tanto de las últimas tendencias del mercado. Sin embargo, en cada visita, quedaba la sensación de que podían hacer algo mejor. Así fue como decidieron dar el paso audaz de abrir su primer local en Europa, en Roma, la capital del helado.
“Roma es la meca del helado. Queríamos medirnos en el escenario más exigente”, explica Christian. El resultado fue un éxito rotundo: el local, ubicado en una zona con una fuerte competencia, rápidamente destacó por su calidad y diseño innovador.
El verdadero impacto, sin embargo, se sintió cuando abrieron su segunda tienda en Barcelona. “Nunca imaginamos la recepción que tendríamos. Ver cómo la gente hacía fila para probar nuestros helados fue una experiencia increíble. Ahí nos dimos cuenta de que la marca tenía un potencial global”, afirma Christian.
Hoy, más allá de las cifras y las sucursales, Christian y su padre han logrado algo único: convertir un negocio familiar en un referente global de calidad e innovación. "El helado no es solo un producto, es una experiencia, una conexión con las personas. Eso es lo que siempre intentamos transmitir", concluye Christian.
Mirando hacia atrás, Christian reflexiona sobre el camino recorrido. "Pasaron seis años antes de que pudiera cobrar mi primer sueldo. Todo lo que ganábamos lo reinvertíamos en la empresa", asegura, destacando el sacrificio y la perseverancia que fueron claves para alcanzar el éxito.
La historia de Lucciano's es un recordatorio de que el éxito no depende solo de la experiencia o el talento previo, sino de la pasión, la dedicación y la capacidad de adaptarse. Desde un pequeño garaje en Mar del Plata hasta las calles de Roma y Barcelona, Christian Otero y su padre han demostrado que los sueños, con esfuerzo y dedicación, pueden llevar a cualquier rincón del mundo.