Por Agroempresario.com
Pato, el juego ecuestre que nació en Buenos Aires en el siglo XVII, tiene una historia marcada por su conexión con la tradición criolla, sus altibajos en la aceptación oficial y su resurgir en la actualidad. Considerado uno de los deportes más emblemáticos de Argentina, el pato ha sido testigo de una evolución fascinante desde sus orígenes hasta el presente, atravesando momentos de prohibición, aceptación oficial y ahora un renacer en los campos y canchas del país.
La historia del pato se remonta a 1610, cuando se documentó por primera vez un juego similar en Buenos Aires, apenas 30 años después de la segunda fundación de la ciudad. El juego, que involucraba a dos equipos montados a caballo y la manipulación de un cuero relleno de plumas de pato, fue considerado una de las primeras formas de deporte ecuestre en el territorio argentino. La crónica de la época describió cómo los jugadores, con gran destreza y valentía, luchaban por llevar el "pato" hasta el punto marcado por las reglas del juego, en una competencia que combinaba habilidades de equitación, agilidad y resistencia.
Sin embargo, a lo largo de los siglos, el pato fue visto con creciente preocupación por las autoridades. En el siglo XVIII, el juego fue tachado de peligroso, y varias edictos religiosos y civiles buscaron erradicarlo, incluyendo una excomunión para aquellos que participaran en él. En 1822, el gobernador Martín Rodríguez, bajo la influencia de Bernardino Rivadavia, emitió una prohibición, aunque esta no logró frenar la práctica popular. En 1830, bajo el gobierno de Juan Manuel de Rosas, el pato fue suprimido por completo, siendo considerado un juego violento y desordenado.
A pesar de las prohibiciones, el pato siguió practicándose en secreto en distintos rincones de la campaña argentina. Fue a fines del siglo XIX y principios del XX cuando la práctica del pato experimentó una revitalización, aunque todavía fuera de los círculos oficiales.
En 1937, con el impulso de Alberto Castillo Posse, el deporte fue revivido bajo nuevas reglas y organización. Castillo Posse trabajó en la creación de un reglamento moderno y la fabricación de la pelota de pato, pasando de las cuatro asas iniciales a las seis que se utilizan hoy en día. Este esfuerzo culminó en la fundación de la Federación Argentina de Pato (FAP) en 1941, la cual organizó el primer campeonato oficial de pato en el país. La práctica del deporte creció en las décadas siguientes, y en 1953, el presidente Juan Domingo Perón firmó un decreto que convirtió al pato en deporte nacional, reconociéndolo como una actividad “auténticamente argentina”, vinculada a las raíces gauchas de la nación.
Sin embargo, a pesar de la oficialización, el pato continuó enfrentando desafíos. La falta de visibilidad mediática y el escaso apoyo financiero dificultaron su expansión más allá de las áreas rurales y de los círculos más tradicionales. Durante los años siguientes, el pato continuó siendo un deporte regional, practicado principalmente en la provincia de Buenos Aires y áreas cercanas.
Fue recién en los últimos años cuando el pato comenzó a experimentar un verdadero renacer. En 2017, el Congreso Nacional sancionó la Ley 27.368, que ratificó la declaración del pato como deporte nacional, otorgándole un estatus legal que lo protegiera de las fluctuaciones políticas y garantizara su continuidad en el futuro. Desde entonces, la Federación Argentina de Pato ha trabajado arduamente para darle visibilidad, impulsando su difusión a través de medios de comunicación y redes sociales.
Una de las estrategias clave para el resurgir del pato ha sido su difusión en medios masivos. En 2023, Miguel Di Pasquale asumió la presidencia de la FAP con el objetivo de modernizar la imagen del deporte y atraer a una nueva generación de jugadores y aficionados. Bajo su liderazgo, la FAP firmó un acuerdo con ESPN para la transmisión de finales nacionales, lo que ha permitido llevar el pato a miles de hogares en Argentina. "La gente no tiene ni idea de lo que es el pato, y ese es nuestro principal problema", afirma Di Pasquale. "Mi objetivo es que más personas conozcan este deporte, lo practiquen y lo disfruten".
El crecimiento del pato en los últimos años ha sido notable. Durante el 82º Abierto Argentino de Pato, realizado en Palermo en diciembre de 2024, la final entre los equipos El Siasgo y San Patricio reunió a miles de espectadores, mostrando un ambiente festivo y lleno de pasión, algo que hacía décadas no se vivía en el deporte. La emoción en las tribunas, los cánticos de los hinchas y la intensidad del juego demostraron que el pato tiene un lugar especial en el corazón de los argentinos, especialmente en localidades como Villanueva, Ranchos y General Las Heras, de donde provienen muchos de los jugadores más destacados.
Uno de los grandes nombres en la actualidad del pato es Justo Bermúdez, considerado el mejor jugador de la disciplina en Argentina. Bermúdez, quien ha ganado tres premios Olimpia, es un referente para las nuevas generaciones. En la final del Abierto Argentino de 2024, su equipo, El Siasgo, logró el bicampeonato tras una reñida disputa con San Patricio. Bermúdez no solo ha sido un excelente jugador, sino también un gran embajador del pato, participando activamente en la promoción y difusión del deporte.
En 2025, la Federación Argentina de Pato tiene planes ambiciosos para seguir expandiendo el deporte. Según Di Pasquale, uno de los principales objetivos es mejorar las infraestructuras de los campos de pato, como el predio en Campo de Mayo, que será renovado para ofrecer mejores condiciones a los jugadores y aficionados. Además, se espera continuar con la internacionalización del deporte, buscando llevar el pato a otros países como Brasil, Uruguay y Chile.
A pesar de los avances, el pato sigue enfrentando desafíos. La falta de recursos y el carácter amateur del deporte dificultan la creación de una estructura sólida a nivel nacional. "No tenemos plata. Nuestra sede es Campo de Mayo, que está bastante bien, pero todo cuesta", explica Di Pasquale. A pesar de estos obstáculos, la Federación sigue recibiendo apoyo del Estado, de municipios y de algunas empresas privadas, lo que ha permitido mantener viva la pasión por el pato.
El futuro del pato es prometedor, pero depende de la capacidad de la Federación para mantener el interés y la participación de las nuevas generaciones. Si bien el deporte ya está en boca de muchos, especialmente gracias a las transmisiones televisivas y el creciente apoyo institucional, aún queda mucho por hacer para que el pato sea una disciplina más conocida y practicada en todo el país. Pero, como señalan los expertos y jugadores, el pato ya no está en declive, sino que está en plena reactivación, dispuesto a mantener viva la tradición criolla y a seguir siendo una de las grandes pasiones argentinas.
El resurgir del pato es una muestra del poder de la historia, la cultura y la identidad argentina, un testamento de cómo los deportes pueden unir a las personas, celebrar las tradiciones y crear momentos inolvidables para toda una nación. Sin dudas, el pato sigue siendo una joya de nuestra historia, y su renacimiento promete seguir creciendo, alcanzando nuevas generaciones y llevando su legado más allá de las canchas.
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