Por Agroempresario.com
La agricultura argentina, fundamental para la producción de alimentos y las exportaciones, se enfrenta a uno de los escenarios más complejos de los últimos años. La combinación del estrés hídrico y una creciente presión fiscal está afectando gravemente a los productores agropecuarios, especialmente en la principal región productora de granos del país.
Luciano Salaberria, presidente de la Filial Pergamino de la Federación Agraria Argentina (FAA), ha alertado sobre las consecuencias de la sequía prolongada y la carga impositiva que asfixia a los agricultores. Según el Servicio Meteorológico Nacional (SMN), las precipitaciones durante 2024 fueron hasta un 30% inferiores al promedio histórico en áreas productivas como la Pampa Húmeda y el norte de Buenos Aires.
Este déficit hídrico, junto con temperaturas extremas, ha llevado a una sequía severa que ha afectado especialmente a cultivos clave como la soja y el maíz. Las estimaciones indican que las pérdidas en maíz podrían alcanzar entre un 30% y un 50%, mientras que en soja de primera se prevé una disminución del 15% al 20%. En soja de segunda, los resultados son prácticamente nulos.
Además, las pasturas y verdeos han sufrido un deterioro significativo, dejando a los productores con escasas alternativas para planificar la cadena forrajera para el próximo otoño e invierno. “El campo enfrenta un doble desafío: la falta de agua y una estructura fiscal que asfixia a los productores, impidiendo que puedan invertir y recuperarse ante estas emergencias”, destacó Salaberria.
La FAA ha señalado que el sector no está en condiciones de soportar la presión fiscal en sus tres niveles: nacional, provincial y municipal. Las retenciones, el impuesto inmobiliario rural con nuevas cuotas y los incrementos en la Tasa de Red Vial están agravando la situación, generando morosidad en los pagos sin un impacto positivo en la recaudación.
“No estamos en condiciones de sostener más impuestos”, advirtieron desde la Filial Pergamino. Esta creciente carga impositiva ha llevado a una crisis financiera, especialmente entre los pequeños y medianos productores, quienes dependen del financiamiento externo para sobrevivir.
El estrés hídrico no solo impacta la producción agrícola, sino que también tiene profundas repercusiones económicas y sociales. La disminución de los rendimientos en cultivos clave genera menores ingresos para los productores, afectando toda la cadena de valor, desde la cosecha hasta la comercialización y exportación. Esta caída en la producción no solo debilita las economías locales, sino que también pone en riesgo las divisas que el país necesita con urgencia.
La FAA enfatiza la necesidad de implementar políticas públicas que mitiguen las consecuencias del estrés hídrico y la presión fiscal. “Es urgente implementar medidas de alivio fiscal y reducir las alícuotas vigentes para mitigar los efectos de la sequía”, afirmaron.
Además de la reducción de impuestos, la FAA subraya la importancia de promover inversiones en tecnología y prácticas agrícolas sostenibles que garanticen la resiliencia del sector. “Solo con políticas públicas efectivas y un esfuerzo conjunto entre productores y gobierno podremos enfrentar los desafíos climáticos y proteger la estabilidad de la producción agrícola en Argentina”, concluyeron desde la filial Pergamino.