Por Agroempresario.com
El sector agropecuario atraviesa una de las situaciones más difíciles de los últimos años debido a la falta de lluvias y las altas temperaturas que se registraron desde diciembre hasta la primera quincena de enero. Los cultivos de soja y maíz, que son los pilares de la producción agrícola en Argentina, se encuentran en un estado crítico, y los productores ya están advirtiendo sobre pérdidas significativas en los rendimientos. A pesar de que en las últimas semanas se registraron algunas precipitaciones en diversas zonas, la escasez de reservas hídricas sigue siendo un factor limitante crucial.
El fenómeno de La Niña, caracterizado por un déficit de precipitaciones y un incremento de temperaturas, ha generado un panorama desfavorable para los cultivos. De acuerdo con los expertos, este escenario se prolongará por lo menos hasta los primeros días de febrero, cuando se espera una leve mejora en las precipitaciones. Sin embargo, esta situación sigue poniendo en jaque a los cultivos de soja y maíz, cuya producción depende en gran medida de las lluvias durante el período de crecimiento.
El climatólogo Germán Heinzenknecht explicó que en el corto plazo no se esperan lluvias significativas, y las temperaturas seguirán aumentando, lo que podría agravar aún más el estrés hídrico que enfrentan los cultivos. “El periodo que viene será muy estable, con temperaturas máximas elevadas y mínimas que se mantendrán altas, lo cual no es favorable para las cosechas, ya que cuando las temperaturas mínimas no descienden, el estrés hídrico se incrementa considerablemente”, comentó Heinzenknecht.
Desde que comenzó la campaña de siembra, los cultivos de soja y maíz han sufrido las consecuencias de las altas temperaturas y la falta de lluvias, afectando su crecimiento y desarrollo. A pesar de las lluvias registradas en algunas áreas durante la tercera semana de enero, los expertos coincidieron en que las precipitaciones fueron dispersas y de baja intensidad. A nivel local, algunas zonas vieron mejoras, pero en términos generales, los niveles de humedad del suelo siguen siendo bajos.
Según Heinzenknecht, la situación es crítica especialmente en la zona núcleo del centro-norte de Buenos Aires, donde la falta de lluvias ha sido más notoria. “Será muy difícil encontrar registros pluviales que alcancen valores normales de entre 100 y 120 mm. El déficit hídrico es importante, y esto genera presión para los cultivos, especialmente en los primeros días de febrero, que comenzarán con calor extremo y sin lluvias”, añadió el climatólogo.
A pesar del panorama sombrío, se esperan algunos cambios en el clima a partir de la segunda semana de febrero. Los pronósticos indican que las precipitaciones comenzarán a mejorar entre el miércoles y jueves de la próxima semana, lo que podría aliviar la situación en algunas regiones afectadas por la sequía. Sin embargo, Heinzenknecht advirtió que, aunque las lluvias podrían mejorar las condiciones en algunas zonas, no se espera que el mes de febrero sea un período de lluvias abundantes. “Podríamos entrar en una situación más benévola, con lluvias más acordes a la estadística, pero el déficit hídrico sigue siendo significativo”, puntualizó.
Además, la mejora en las precipitaciones no será uniforme en todo el país. Según la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, se espera que las lluvias se concentren principalmente en el sur de Santa Fe, el norte de Buenos Aires y el sudeste de Córdoba, mientras que otras zonas seguirán siendo afectadas por la escasez de agua. En general, el clima seguirá siendo un factor determinante para el desarrollo de los cultivos, y los productores deberán estar preparados para enfrentar posibles recortes productivos debido a las condiciones meteorológicas desfavorables.
El clima adverso no solo está afectando la producción de soja y maíz, sino que también está teniendo un impacto directo en los precios de los granos. En los mercados internacionales, especialmente en Chicago, los precios de la soja y el maíz aumentaron en respuesta a la incertidumbre climática que afecta al Cono Sur. La soja subió 5,70 dólares por tonelada, alcanzando un valor de 389,67 dólares para la posición de marzo. En tanto, el maíz experimentó un incremento de 4,63 dólares, cerrando en 195,66 dólares por tonelada para la misma fecha.
Eugenio Irazuegui, analista de Zeni, explicó que los modelos meteorológicos coinciden en que las lluvias serán escasas y desiguales durante los primeros días de febrero. En este contexto, se espera que los cultivos tempranos sufran un mayor impacto, lo que podría derivar en una reducción significativa en la producción. “Recién a partir del 5 o 6 de febrero se espera un aporte pluvial más importante, principalmente en la porción este del país”, indicó Irazuegui.
Para los productores agropecuarios, la situación es alarmante, ya que la escasez de lluvias está afectando tanto a los cultivos en desarrollo como a la capacidad de almacenaje de agua en los suelos. Las reservas hídricas del suelo están en niveles críticos, y esto está limitando la posibilidad de los cultivos para continuar su desarrollo sin un aporte adecuado de agua. En este escenario, las expectativas de cosechas más bajas y un mercado de granos más volátil hacen que los productores se enfrenten a desafíos aún mayores.
A pesar de las dificultades actuales, algunos especialistas sugieren que el sector agropecuario podría experimentar una leve mejora en los próximos meses si se confirman las lluvias previstas para finales de febrero. Sin embargo, la incertidumbre sigue siendo alta, y muchos productores se mantienen a la expectativa de cómo se desarrollará el clima en las próximas semanas. Además, la posible evolución de la política agrícola y los movimientos en los mercados internacionales también podrían influir en los precios de los granos y en las decisiones de los productores.