Por Agroempresario.com
El norte argentino tiene una historia agrícola relativamente reciente, que fue posible en gran parte gracias al desarrollo tecnológico de los últimos años, en especial en lo que refiere a la nueva genética en cultivos y la expansión de la siembra directa. Así, cuestiones como el manejo del agua y nutrientes, abanico de rotaciones y capacitación siguen “en construcción”, necesitando información acorde a la zona y sus particularidades.
“La Chacra Aapresid La Paloma es un proyecto liderado por seis empresas que gestionan cerca de 38.000 hectáreas en el sudoeste de Chaco y el este de Santiago del Estero. Estas se unieron a investigadores del INTA Santiago del Estero, Quimilí y Obispo Colombres, así como de universidades, para generar en sus propios establecimientos el conocimiento que falta”, explica su responsable técnico de desarrollo, Hugo Martín Avila Poletti.
Aldo Aquilino, ingeniero agrónomo en Agropecuaria Don David S.A., una de las firmas que participa de la Chacra, destaca que una de las motivaciones para unirse al proyecto fue la degradación de los suelos. “Se venían detectando problemas de compactación y degradación física y química. Aún en años con buenas lluvias y apostando a buena genética, los rendimientos comenzaron a estancarse”.
Para entender este fenómeno y pensar soluciones, la firma sabía que necesitaba datos propios y certeros: "Generar información propia evita depender de soluciones externas que no siempre se ajustan a las particularidades locales”, advierte Aquilino.
Uno de los focos de trabajo es el ajuste de rotaciones. Salvador Prieto, del INTA, forma parte de la mesa de expertos de la Chacra y explica que, tradicionalmente, “las secuencias de la zona se concentran en cultivos estivales como soja, maíz y algodón, más hacia el norte. Hay una baja participación de invernales como trigo, debido a la estacionalidad de las precipitaciones”.
Esto se traduce en bajos aportes de biomasa, compactación y pérdida de materia orgánica, que afectan un indicador clave: la captura de agua. “De septiembre a diciembre, los suelos en barbecho sólo capturan el 25% del agua llovida (~300 mm); el resto se pierde por evaporación o escorrentía”, explica Prieto.
Para mejorar el uso del agua y la salud de los suelos, la Chacra testea varias estrategias, una de ellas los cultivos de servicios (CS) en intersiembras sobre cultivos de grano, conocido como sistema Santa Fe. “Lograr CS invernales puede resultar complejo en esta zona por la falta de agua, las heladas y/o los vientos. Hacerlos en intersiembras sobre cultivos en pie hacia finales de enero podría ser una opción más segura, ya que coincide con la llegada de las lluvias y de un clima más propicio”, asegura Poletti. El CS se secaría solo con las primeras heladas.
Esta campaña se probó el voleo de Brachiaria con Altina a densidades de 8 kg/ha (el doble de la recomendada para siembras terrestres) entre maíces en V3. “Si bien este verano las altas temperaturas afectaron la implantación del CS, creemos que es una técnica efectiva para meter raíces en el entresurco, mejorar la captura y retención de agua y la infiltración. Experiencias en la zona muestran que se logran aportes de entre 7 y 8 kg de MS/ha y coberturas capaces de competir con malezas difíciles como Borreria, sin penalizar el rinde del maíz ni dificultar la cosecha”, concluye el técnico.
Los sorgos de primavera son otra de las estrategias de la Chacra, en especial para lotes que salen de soja con escasa cobertura y que, de otra forma, quedarían en barbecho cinco o seis meses hasta la siembra del sucesor estival.
“Elegimos hijos de híbridos de sorgo por su rusticidad y bajo costo (y como opción ante maíz y sus riesgos frente a chicharrita), sembrados entre septiembre y octubre a altas densidades (250.000 plantas/ha), que idealmente deben secarse hacia mediados de noviembre para permitir la recarga del perfil antes de la siembra de soja, a finales de diciembre”, explica Poletti.
La cobertura que deja el sorgo ofrece un efecto atemperador y permite retener humedad, favoreciendo el arranque de la soja. “Esta campaña no logramos secarlo a tiempo, así que lo dejamos como cobertura natural. A 43 días de sembrado, logró 73% de cobertura del suelo y 2.500 kg MS/ha”.
La Chacra La Paloma no es la única que prueba el sorgo como aliado: los pares de Chacra Aapresid Sachayoj lo testean para cubrir y descompactar cabeceras, con buenos resultados si se cuidan aspectos como la alta densidad (290.000 semillas/ha), tipo de sembradora (neumática con placa para girasol) y la elección de los preemergentes.
En áreas con muchos años de agricultura, los productores ven caídas en varios nutrientes. “En algunos casos, en fósforo estamos a 24 ppm, muy cerca de los umbrales de respuesta, y en micronutrientes como boro y zinc, las deficiencias ya son importantes”, precisa Poletti. La Chacra trabaja en la optimización de la fertilización de cultivos como maíz y algodón, con estrategias como aplicación de nitrógeno a dosis creciente y uso de micronutrientes en base a análisis de suelo.
En cuanto a malezas, la batalla es contra Borreria spp., una especie de gran capacidad de adaptación y multiplicación. La inclusión de cultivos invernales para maximizar los tiempos de cobertura es, otra vez, una de las estrategias elegidas y que ya tiene antecedentes alentadores en la zona.