Un café escondido junto a una capilla: la nueva joya de San Antonio de Areco

Por Agroempresario.com

En el pintoresco pueblo bonaerense de San Antonio de Areco, un nuevo espacio gastronómico ha logrado cautivar a los habitantes y turistas que se acercan a disfrutar de una experiencia única. Santo Café, una propuesta innovadora que combina lo moderno con lo tradicional, ha rescatado un rincón oculto de la historia local: un patio con una capilla privada que permaneció cerrada al público durante años.

El lugar tiene una historia particular, vinculada a la figura de Leonardo Gaspar “Cacho” Méndez, un comerciante de renombre en Areco, quien decidió construir una capilla privada en su hogar a fines de los años 70. Este legado, que permaneció prácticamente desconocido para muchos durante más de cuatro décadas, ahora forma parte de una de las atracciones más visitadas del pueblo. La capilla San Lucas, que se encuentra justo al lado del café, es el corazón del proyecto, y se ha convertido en un emblema para quienes buscan algo más que una simple salida gastronómica.

Martina Gasparro y María Zalazar, dos amigas emprendedoras, son las responsables de hacer realidad este sueño. Ambas, con experiencias previas en el mundo corporativo, decidieron dar un giro a sus vidas y crear un lugar en el que la gente pudiera disfrutar no solo de un buen café, sino también de un espacio de encuentro y encuentro cultural.

“Queríamos un lugar que tuviera algo especial, algo que conectara con nuestras raíces y nuestras propias búsquedas de cambio. La capilla y el patio eran el escenario perfecto para crear algo distinto, algo que representara lo que somos y lo que buscamos en un negocio”, explica Martu, Licenciada en Recursos Humanos y una de las fundadoras de Santo Café.

La ubicación de este lugar no podría ser más simbólica. El patio que alberga a Santo Café perteneció originalmente a la propiedad de “Cacho” Méndez, quien decidió construir la capilla en un espacio que, en su momento, era utilizado como su jardín privado. De hecho, el comercio local aún sigue siendo testigo de este legado familiar, con la tienda de repuestos que fundó en 1958 y que sigue funcionando hasta el día de hoy. La propiedad fue adquirida por la hija de Cacho, quien decidió transformar el lugar, dando vida a un nuevo espacio que celebrara la memoria de su padre mientras lo integraba al presente.

Para este proceso, las chicas de Santo Café contaron con el apoyo incondicional de su familia y amigos. “Este proyecto fue, además de un emprendimiento, un encuentro con el amor y la solidaridad de los que nos rodean. Contar con la ayuda de nuestros seres queridos fue fundamental para que todo esto sea posible”, comenta Meri, la pastelera profesional encargada de la cocina del lugar.

El primer paso fue reformar el espacio, y para ello, convocaron a la arquitecta Mica, quien diseñó un lugar que respetara la estructura tradicional del patio y la capilla, pero con una mirada moderna. El resultado es un local con líneas coloniales, toques modernos y un ambiente acogedor que invita a quedarse a disfrutar de un buen café mientras se observa la imponente capilla de San Lucas, que se erige en el centro del espacio.

Cada mañana, cuando el café abre sus puertas, la capilla también lo hace para que los visitantes puedan acceder a ella. Este detalle ha hecho que el lugar sea muy apreciado por quienes buscan un ambiente tranquilo, en donde la espiritualidad y la gastronomía se combinan de manera armónica.

La carta de Santo Café está pensada para todos los gustos y dietas. En el menú se destacan opciones aptas para celíacos, vegetarianos y veganos, algo que las dueñas consideran esencial para que todos puedan disfrutar del lugar sin restricciones. “Nuestra propuesta gastronómica se basa en lo que nos gusta comer a nosotras, algo sencillo pero lleno de sabor. Queremos que la gente se sienta como en casa, que disfrute de un café de especialidad, pero también de tortas, cupcakes, croissants y hasta pizza”, explica Meri.

La cocina de Santo Café no se queda en lo convencional. Todos los platos se preparan con productos frescos, y la carta cambia constantemente para ofrecer siempre nuevas opciones a los visitantes. Entre los platos más populares se encuentran los waffles dulces y salados, así como el tiramisú de pistacho, que se ha convertido en un clásico del lugar.

Por las tardes, el ambiente cambia y se transforma en un espacio perfecto para disfrutar de una copa de vino o un cocktail. La capilla sigue siendo el centro de atención, mientras que el patio se llena de música, risas y gente que disfruta de la buena gastronomía y la compañía. En algunas ocasiones, el espacio se abre a músicos, artistas y emprendedores locales que desean mostrar sus proyectos y compartirlos con la comunidad.

“Para nosotras, lo más importante es crear un lugar donde la gente pueda disfrutar y sentirse cómoda. Queremos que cada persona que pase por aquí tenga una razón para volver, ya sea por el café, por el ambiente o por los eventos especiales que organizamos”, afirma Martu.

Santo Café no solo ha logrado captar la atención de los locales, sino que también ha atraído a turistas que visitan Areco buscando una experiencia diferente, una que combine la historia, la espiritualidad y la buena comida en un solo lugar. Este pequeño oasis, que hasta hace poco permanecía oculto en el corazón de la ciudad, se ha convertido en uno de los lugares más buscados de la zona.

El café es solo el principio de lo que las fundadoras de este proyecto tienen en mente. Además de seguir expandiendo su propuesta gastronómica, las chicas de Santo Café tienen planes de incorporar más actividades y eventos culturales, siempre con el objetivo de seguir creando un espacio de encuentro y disfrute para todos.

En un pueblo pequeño como San Antonio de Areco, Santo Café ha logrado encontrar su lugar, convirtiéndose en una verdadera joya oculta que, finalmente, ha sido revelada para deleite de todos los que buscan una experiencia única. Con una historia que la respalda y una propuesta innovadora, este café no solo ofrece una buena taza de café, sino también una oportunidad para disfrutar de un pedazo de historia local mientras se comparte un momento agradable con amigos, familia o incluso con extraños que, gracias a este espacio, se convierten en parte de una comunidad.

La capilla de Cacho Méndez, ahora abierta al público, sigue siendo un símbolo de devoción y dedicación, mientras que Santo Café se erige como un testimonio de cómo los pequeños emprendimientos pueden transformar y enriquecer a una comunidad.