Por Agroempresario.com
Mientras se aproxima el fin de semana largo de Semana Santa 2025, muchos argentinos empiezan a planear una escapada de cuatro días que combine descanso, naturaleza y cultura. Y aunque los destinos turísticos tradicionales como Bariloche, Mendoza o Iguazú suelen encabezar las listas, existe una propuesta alternativa que está ganando terreno: el turismo rural en pequeños pueblos con identidad, historia y paisajes inolvidables.
En ese sentido, la Organización de las Naciones Unidas (ONU), a través de su programa de turismo sostenible, viene reconociendo desde hace algunos años a distintos pueblitos de todo el mundo que destacan por su patrimonio, su compromiso con el medioambiente y su capacidad para ofrecer experiencias turísticas auténticas. Argentina cuenta con varios de estos tesoros rurales, ideales para quienes buscan desconectarse y reconectar con lo simple y lo bello.
A continuación, presentamos cuatro de estos pueblos argentinos reconocidos internacionalmente y perfectos para conocer en Semana Santa.
Ubicado a 3.100 metros sobre el nivel del mar, en el departamento de Valle Grande, Caspalá es un paraíso escondido entre las montañas jujeñas. Este pueblo fue declarado por la UNESCO como parte del programa MAB (Hombre y Biosfera), reconociendo su valor en la preservación de las Yungas, uno de los ecosistemas más ricos y diversos del país.
Caspalá se distingue por su cultura agroganadera, sus rebozos coloridos y su fuerte sentido comunitario. En sus calles adornadas con cintas y bordados, se respira tradición y hospitalidad. Su capilla, la Iglesia Santa Rosa de Lima, fue construida en la década de 1840 y es uno de los principales atractivos, junto a los sitios arqueológicos de Pueblo Viejo y Antigüito.
Los visitantes pueden realizar caminatas hacia el Camino del Inca y la Serranía de Hornocal, mientras descubren las costumbres y saberes de una comunidad que hoy apuesta por el turismo rural comunitario como herramienta de desarrollo sostenible.
Trevelin, cuyo nombre significa "pueblo del molino" en galés, está situado al pie de la Cordillera de los Andes y ofrece un cruce perfecto entre tradición cultural, belleza natural y producción agropecuaria. Colonos galeses llegaron al “Valle Hermoso” en 1885 y lo transformaron en un núcleo agrícola que hoy apuesta por el agroturismo y la preservación de su legado.
Uno de sus atractivos más famosos son los campos de tulipanes, que cada primavera tiñen el paisaje de colores vibrantes, pero también sobresale por la producción de frutos rojos, miel, vino y azafrán. La influencia galesa se percibe en las casas de té, las capillas y el idioma, aún vivo en algunas tradiciones locales.
Además, Trevelin es la puerta de entrada al Parque Nacional Los Alerces, una joya natural con lagos, glaciares y senderos ideales para el trekking, la pesca y el avistaje de aves. En Semana Santa, su clima otoñal lo convierte en un destino mágico.
A 1.600 metros sobre el nivel del mar, en el corazón de las Sierras Puntanas, La Carolina parece detenida en el tiempo. Este pequeño pueblo minero conserva su calle empedrada y sus casas de piedra como testimonio de la fiebre del oro que lo vio nacer en el siglo XVIII.
Hoy, La Carolina es uno de los destinos turísticos más visitados de la provincia gracias a su patrimonio histórico y natural. Las excursiones a las viejas minas de oro, la visita al Museo de la Poesía Manuscrita —dedicado al poeta Juan Crisóstomo Lafinur— y el ascenso al cerro Tomolasta son algunas de las actividades imperdibles.
Además, la gruta Inti Huasi o “Casa del Sol” es uno de los yacimientos arqueológicos más importantes del país, con vestigios de culturas originarias de más de 9.000 años de antigüedad. Un destino ideal para vivir la Semana Santa entre historia, leyendas y paisajes serranos.
A solo 150 kilómetros al norte de Córdoba capital, en el corazón de las Sierras Chicas, Villa Tulumba deslumbra por su arquitectura colonial, su tranquilidad y su riqueza cultural. Fundada en 1585, fue declarada Villa Real por el rey Carlos IV en 1803 y conserva aún hoy calles adoquinadas, casas de adobe del siglo XVIII y una iglesia barroca con más de 400 años de historia.
En Semana Santa, el pueblo cobra vida con celebraciones religiosas y visitas guiadas que recorren su patrimonio histórico. En los alrededores se pueden explorar las Salinas Grandes y el Parque Nacional Ansenuza, combinando cultura con naturaleza.
Además, en Villa Tulumba se encuentran más de 35.000 pinturas rupestres dejadas por los pueblos originarios Sanavirones, lo que la convierte en un lugar clave para el turismo arqueológico y educativo.