El consumo interno de productos del mar se debate entre la tradición y la falta de interés

Dura realidad previa a la Semana Santa. Poca demanda, precios en muelles sin mayores variantes y un largo camino para pasar el invierno

El consumo interno de productos del mar se debate entre la tradición y la falta de interés
miércoles 16 de abril de 2025

Con los muelles de descarga en actividad y el calendario marcando fechas claves para el consumo estacional de pescados y mariscos, el termómetro del mercado interno parece mostrar una temperatura fría, preocupante y contradictoria con lo que, históricamente, se espera de la demanda en la tradicional Semana Santa.

En años no tan lejanos, la llegada de estas fechas generaba una verdadera movilización del consumo: hogares, restaurantes y pescaderías comenzaban a prepararse con anticipación para ofrecer y adquirir productos frescos del mar, fundamentales en los menús de vigilia. Hoy, esa postal parece archivada. La realidad actual muestra mostradores moderadamente abastecidos, pero con ventas tibias por el momento, con un consumidor que prioriza precio por encima de calidad, empujado por la falta de poder adquisitivo y el poco hábito de una alimentacion rica en estos productos.

Una tradición bajo presión

El 24 de marzo pasado marcó una tendencia. Poco asiduidad a la ciudad y los negocios no tuvieron la presencia esperada, al menos en el consumo típico que ofrece la ciudad caracterizado por pescados y mariscos. Abril se inaugura con una Semana Santa que culmina el próximo domingo de Pascuas de Resurrección. Pese a la cercanía de estas fecha emblemática, el entusiasmo en el canal minorista no despegó. La falta de previsión de compra en hogares y establecimientos gastronómicos es evidente, y se percibe en las calles y en los muelles.

«No es como antes«, repiten los comerciantes de la zona portuaria marplatense. El consumidor ya no se acerca con la misma avidez ni con el mismo poder adquisitivo. La selección de productos ahora pasa por una ecuación cada vez más básica: ¿qué puedo pagar? y no ¿qué quiero comer?.

Así, es como desde la escasa demanda no hubo un incentivo en el fatigado ambiente merlucero de la pesca marplatense. Es verdad, para plaza, la merluza que hace algunos días no pasaba de $900 se alcanzó a comercializar en $1400, con partidas muy esporádicas, forzadas mas por tradicion que por necesidad, es que al final la demanda puntual del comprador de pescado, forzada por trasladas que un mejor humor le llegue a la gente de la pesca, solo es un efímero numero, pasajero y dependiente mas del respeto a la fecha que a la necesidad de fondo de una demanda de fuste que inicie un camino alcista en precios justificando demanda.

El consumo interno de productos del mar se debate entre la tradición y la falta de interés

Incluso, ayer en la recorrida habitual de los muelles, si bien se notaba un movimiento un poco mas acorde a la situación, es que muchos armadores, a sabiendas que el precio y la demanda de pescados y filet de merluza vuelve otra vez el próximo lunes a los valores previos a esta fecha, aprovecharon para poder vender en valores algo más decorosos incluso con varios -por no decir todos lo buques- ingresaron a puerto a mitad de bodega, para aprovechar el veranito previo de la semana santa. Una situación pocas veces vista en años previos. » Es el fondo de olla «, decían entre un puñado de compradores que casi por favor se llevan a diario el pescado. La situación es por demás compleja.


Nos ubicamos en otro segmento del puerto, aquel casi olvidado que es y será siempre la verdadera escuela operativa de pesca. Nos referimos al sector de lanchas amarillas, quienes a diario intentan forzar ganarse la vida de lo único que saben hacer, pescar. El impacto es mayor, ellos apuntan sólo al alicaído mercado interno, algún medio balde de calamaretti, algo de pescadilla y anchoa de banco que sin mayores pretensiones apenas alcanza para mediar gastos de gasoil. El plato fuerte, mientras arreglaban un viejo trasmallo, para intentar salir del esquema deficitario que ofrece el mar a este segmento de flota, es el cornalito. » La situación es compleja, mucho reglamentación, son todos costos, aca somos 5 a bordo del Principe Azul, -lancha botada en 1942 nos explica- tenemos dos balsas, ¡dos balsas!, ¿pero si estamos obligados a salir a la pareja?, si tengo problemas aca, salto a la borda de la lancha de mi compañero. Estos son todos gastos de compra, instalación, mantenimiento, inspecciones, estamos jodidos...», reflexionó Luciano Cacciutto, hermano del padre «Miguelito» de la parroquia La Sagrada Familia. » ayer, salimos a pescar de prepo, dijimos ¿qué hacemos?. El mar nos condiciona, después del viento sur, la marejada a veces no nos permite pescar, salimos de cabeza dura. Hicimos media hora y tuvimos que volver, hoy estamos acá mirando que pasa, pero otro dia perdido. El cornalito mas o menos nos acomoda un poco, pero no hay, esta medio esquivo, lo pagan 3.500 pesos, y si tenes la suerte de venir con algunos cajones, al menos el dÍa se salva, pero esto esta cada vez peor para nosotros...», así nos explicaba el panorama para quienes dependen 100% del mercado interno. La situación imperante es compleja. Para el segmento menor, poco pescado de calidad y dos temporadas perdidas, la de anchoita y la de caballa. » El segmento mayor de pesqueros de altura, modificó la pesca. Ellos van a fuera y pescan antes que lleguen a nuestro alcance, anchoita hace varios años se perdió y la caballa, para cuando pescamos algo, las conserveras ya están llenas. Sobrevivimos de cabeza dura nomás «, terminó cerrando la comunicación.

Por su parte, sobre la cubierta de la histórica lancha Tte Cnel.Don Romeo Aralde, Juan Di Iorio, dueño de la embarcación, mientras arreglaba un trasmallo para intentar otro tipo de pesca ante la disminución de capturas de cornalitos. Se refiere a una situación apremiante, como la de todo el sector.

En las pescaderías del puerto se escucha una frase común a todos; » este año todavía no hubo demanda, esperemos este miércoles, jueves y viernes, pero las ventas vienen muy mal «, de esta manera se resume el clima de semana santa en los muelles del puerto.

» Canon portuario, alquiler, salarios, servicios, impuestos, combustible, y la cadena de frío y mas impuestos por las dudas, todos son eslabones que inflan el precio final hasta hacerlo inalcanzable para gran parte de la población. La cadena de valor se ha convertido en una cadena de costos que ya no se puede disimular y cuando se quiere aplicar una ganancia, ¡porque para eso trabajamos!, quedamos fuera de mercado. La gente no tiene plata… resaltá esto…», nos decía a modo de resignación.

Desmesura en góndolas, resistencia en la conserva

Algunos comercios, especialmente en grandes superficies, no disimulan su intención de aprovechar el “clima de consumo” típico de Semana Santa, que por el momento no llegó a Mar del Plata. Los precios de ciertos productos enlatados rozan lo absurdo, generando una grieta entre la oferta accesible y el poder adquisitivo de la demanda. Sin embargo, la industria conservera de mediana escala ha logrado sostener el precio al público, al menos en parte, pero siguen aun enlatando merluza como hace 30 años atrás. El mercado pide y exige otra cosa, parece decir, por la caída que evidencia una marcada disminución de compras en un ambiente que por la época del año, debía ser muchísimo mas fluido. Todo parece estabilizarse por lo bajo. Rentabilidades escasas, y pocas ventas es el común denominador en el complejo del puerto para el segmento de conservas. Hay para todos los gustos, en el extremo, y para un sector gourmet, los productos de Delicias Marinas, siempre destacados por hacer punta en calidad, tradición y prestigio, son el punto de referencia top para el sector conservero más destacado, con un mercado selecto, nicho de calidad y buen gusto.

Perspectivas inciertas en tiempos de ajuste

En un país que aún busca reencontrarse con la normalidad, tras décadas signadas por distorsiones estructurales y vaivenes económicos, la situación del complejo pesquero se presenta como profundamente intrincada y cada vez más dependiente de las tensiones e incertidumbres del escenario global del comercio y el consumo. Lejos de simplificarse, el panorama se complejiza en vísperas del largo invierno, con negociaciones incipientes que intentan establecer bases de costos comunes para un segmento mayor de la flota, mientras persisten los antagonismos: por un lado, quienes reclaman ajustes acordes a la inflación mediante escalas salariales por fuera de los convenios colectivos; por otro, quienes, golpeados por la rentabilidad en retroceso, se niegan a seguir asumiendo pérdidas en una actividad que parece haber ingresado en un cono de difícil resolución.

Tal vez el tiempo, ese mismo que logra curar heridas que parecían irreparables, logre también aquietar los ánimos, moderar las demandas y alumbrar una vía común que hoy se vislumbra distante, especialmente para el sector exportador. En cuanto al mercado interno, la Argentina continúa siendo, cultural y estructuralmente, un país de escasa vocación ictiófaga, en el que el consumo de pescados y mariscos obedece más a coyunturas excepcionales que a una práctica arraigada.

Todo parece indicar que el camino inmediato se librará en el delicado equilibrio entre la readecuación de costos y los precios que el consumidor está dispuesto –y puede– pagar. Un equilibrio que, lamentablemente, tiende a promediarse a la baja, no solo en cantidad, sino también en calidad. Así está dado el escenario en los días previos a una Semana Santa que ya ha comenzado, en un país que posee uno de los caladeros más ricos, saludables y generosos del mundo, pero que aún no ha sabido o no ha podido traducir esa abundancia en bienestar sostenido ni en consumo consciente y habitual.

 

Pescare

 



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