Por Agroempresario.com
La industria argentina del bioetanol alcanzó un nuevo récord de producción en 2024, gracias a una fuerte recuperación del etanol elaborado a partir de caña de azúcar y buenos registros de la versión producida con maíz. A pesar de este avance, el país continúa rezagado frente a otras potencias agroindustriales: mientras que Argentina convierte apenas el 4% de su cosecha de maíz en etanol, Brasil supera el 13% y Estados Unidos transforma más del 35%.
Según un informe reciente de la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR), elaborado por Guido D’Angelo y Julio Calzada, en 2024 se produjeron 1,21 millones de metros cúbicos de bioetanol en el país. Esta cifra representa un crecimiento del 4% respecto al año anterior y establece un nuevo máximo histórico para la agroindustria nacional de biocombustibles.
Actualmente, operan en el país 6 plantas de bioetanol a base de maíz y 11 plantas que lo producen a partir de caña de azúcar. El etanol derivado de la caña registró una notable recuperación, con un salto del 26% en su volumen, mientras que el etanol de maíz retrocedió un 6% respecto a 2023. Aun así, fue la segunda mayor cifra de producción de etanol de maíz de la historia local.
Geográficamente, la producción de etanol en Argentina tiene dos focos principales: la provincia de Córdoba lidera la producción de etanol de maíz, mientras que el Noroeste Argentino (NOA) —con Tucumán, Salta y Jujuy— concentra la elaboración basada en caña de azúcar. También destacan Santa Fe y San Luis como polos emergentes en la industria maicera del etanol.
La distribución histórica del bioetanol argentino muestra que aproximadamente el 60% se produce a partir de maíz y el 40% restante con caña de azúcar, una relación que se mantuvo constante en 2024.
El bioetanol es una alternativa más limpia frente a los combustibles fósiles. Su producción no solo agrega valor a los cultivos locales, sino que también reduce las emisiones de gases de efecto invernadero y genera empleo e inversión a lo largo de toda la cadena agroindustrial.
Durante la pandemia, la industria enfrentó una caída abrupta de la demanda de naftas, que derivó en una capacidad ociosa del 35%. Sin embargo, la recuperación del consumo, la eficiencia en la producción y el cumplimiento de cupos permitieron reducir esa ociosidad al 16% actual. Esto refleja un repunte sostenido de la actividad, aunque con un margen de crecimiento aún considerable.
Ampliar el desarrollo del bioetanol en el país implicaría un uso más intensivo del maíz y la caña de azúcar, reduciría la capacidad ociosa y fortalecería la sostenibilidad de la matriz energética argentina. Además, fomentaría la radicación de nuevas plantas industriales en diversas regiones productivas.
En este contexto, existen múltiples herramientas e iniciativas que podrían impulsar el uso de biocombustibles: desde la promoción del biometano y el biogás, hasta la certificación de productos de biomasa y la expansión del mercado de carbono. También se plantea avanzar hacia una flota automotor flex que pueda operar con mayores proporciones de etanol.
Un ejemplo concreto es la provincia de Córdoba, que implementó un Plan Director de Migración del uso de combustibles fósiles a biocombustibles. En este marco, se realizaron ensayos exitosos con E17 (mezcla de 17% de bioetanol de maíz en nafta) para vehículos oficiales. Incluso hay casos de adaptación de motores públicos que ya operan con E70, es decir, una mezcla del 70% de bioetanol.
Este tipo de experiencias, que no requieren grandes inversiones en infraestructura, se complementan con el avance de la electromovilidad y potencian el agregado de valor sobre cultivos nacionales.
En contraste, tanto Brasil como Estados Unidos lideran la producción mundial de bioetanol y muestran un desarrollo mucho más dinámico. Ambos países concentran el 80% de la producción global. En Estados Unidos, el protagonista indiscutido es el maíz, mientras que en Brasil predomina la caña de azúcar.
Durante 2024, Brasil utilizó más de 325 millones de toneladas de caña y cerca de 15 millones de toneladas de maíz para producir etanol. Aunque ese volumen de maíz pueda parecer menor, representa un 13% de su cosecha total. Además, el gobierno brasileño planea elevar el corte obligatorio de bioetanol en la nafta del 27% actual al 30% antes de mitad de 2025.
En el país vecino operan 25 plantas de etanol de maíz, con 10 en construcción y otras 20 proyectadas, según la Unión Nacional de Etanol de Maíz (UNEM). El epicentro está en el estado de Mato Grosso, una de las principales regiones maiceras.
Por su parte, Estados Unidos cuenta con 198 plantas de bioetanol ya instaladas, y otras 49 en construcción o ampliación. El país convierte año tras año más del 35% de su producción de maíz en etanol, con epicentros en los estados de Iowa, Minnesota y Nebraska, entre otros del llamado “corn belt”.
En 2024, Estados Unidos marcó un récord histórico en sus exportaciones de etanol, con un crecimiento del 36% respecto al año anterior. Sus principales mercados son Canadá, Reino Unido, Colombia, la Unión Europea, India y Corea del Sur.
En comparación, Argentina muestra un desarrollo significativo, pero aún incipiente, de su industria del bioetanol. Con potencial agrícola, infraestructura básica ya instalada y capacidad productiva ociosa, el país tiene margen para escalar su participación en la producción global y regional de biocombustibles.
Impulsar esta cadena de valor podría traducirse en beneficios económicos, ambientales y sociales. Pero para lograrlo será necesario avanzar en políticas públicas que garanticen previsibilidad, incentivos a la inversión y una articulación eficaz entre los sectores público y privado. La experiencia internacional demuestra que el camino del bioetanol no solo es viable, sino también estratégico.