Por Agroempresario.com
La crisis en el sector del tomate industrial se ha profundizado en los últimos meses, generando gran preocupación entre los productores, especialmente en las provincias de Mendoza, San Juan, La Rioja y Jujuy. En un contexto de bajos precios y una creciente competencia por parte de importaciones de pasta de tomate desde China y Chile, la industria local enfrenta uno de sus momentos más críticos.
Guillermo San Martín, gerente de la Asociación Tomate 2000, que agrupa a productores e industriales de las provincias cuyanas, explicó que la situación está afectando a toda la cadena de valor del tomate, desde los productores hasta las fábricas, pasando por viveros, cosechadoras y proveedores de insumos. En sus palabras, "estamos en una coyuntura muy complicada". La falta de financiamiento, los altos costos de producción y la presión de las importaciones son, según San Martín, los factores principales que explican la crisis.
Uno de los principales problemas que enfrenta el sector es el costo de producción. San Martín detalló que, si bien algunos insumos dolarizados han comenzado a bajar, los costos de los servicios e insumos locales siguen siendo muy elevados en comparación con otros países competidores como Chile o China. En ese sentido, explicó que "la balanza del costo, el componente nacional tiene más peso, por lo tanto, a nivel productivo estamos más caros que otros países competidores". Esto se debe, en parte, a una estructura de costos que incluye altos impuestos y tarifas, además de una escasa inversión en infraestructura que impacta negativamente en la competitividad del sector.
"Posiblemente la temporada que viene no volvamos a producir tomate", advirtió San Martín, debido a la incapacidad de competir con los precios de las importaciones de pasta de tomate que vienen en tambor, un producto mucho más barato que el tomate producido en el país. Aseguró que el mercado se está viendo invadido por esta pasta importada, lo que pone en peligro el autoabastecimiento logrado en 2024.
El costo de la pasta importada es entre un 10% y un 15% más barato que el producido localmente. "Es un producto de muy mala calidad", señaló San Martín. Según su opinión, la pasta importada tiene menos color y menos propiedades nutritivas que la pasta nacional, y no se sabe si contiene residuos o metales pesados. "La Argentina tiene un tomate de muy buena calidad, con excelentes propiedades nutracéuticas y podemos exportar", agregó, destacando que marcas como Arcor ya están exportando a mercados exigentes como Inglaterra y Japón.
San Martín destacó también que la crisis no solo afecta a los productores, sino que tiene un impacto mucho más amplio. "No solo se afectan los productores. Hay viveros, empresas de cosecha, proveedores de insumos, mano de obra, industrias. Todo está integrado y funciona de forma coordinada. Si esto se rompe, es muy difícil de reconstruir", afirmó. Aseguró que una posible solución sería la implementación de créditos accesibles para los productores, ya que sin financiamiento no pueden crecer ni mejorar su competitividad.
Uno de los mayores temores que se cierne sobre el sector es la pérdida de autoabastecimiento. "Este año ya se está importando más", indicó San Martín. En caso de que esta tendencia continúe, las industrias locales podrían dejar de comprar tomate a los productores y recurrir directamente a la importación de pasta de tomate. En este contexto, la Argentina perdería una importante fuente de empleo y de generación de riqueza en el interior del país, ya que el tomate industrial es clave para la economía regional de Cuyo.
Otro de los problemas que enfrenta el sector es el alto costo logístico. San Martín explicó que los costos de transporte, tanto dentro de las provincias productoras como hacia los puertos, son extremadamente elevados. "Movemos tomate desde Chilecito a Mendoza o a San Juan, y la logística es cara. También está la energía eléctrica, que en la Argentina es muy cara", dijo, subrayando que estos costos son adicionales a los ya elevados costos de producción.
La falta de inversiones privadas para mejorar la infraestructura y reducir los costos energéticos es otro de los factores que contribuye a la crisis. Según San Martín, "no hay inversiones privadas para poder bajar los costos energéticos", lo que sigue afectando la competitividad del sector.
La situación es aún más grave para los productores que no tienen contratos firmados con las fábricas para la compra de su producción. Mauricio Sáez, productor tomatero de San Carlos, Mendoza, relató que en algunas zonas como Tunuyán, San Carlos y Tupungato, se ha dejado mucho tomate sin cosechar, ya que no había compromiso de compra por parte de las fábricas. "El tomate que ha quedado tirado en el suelo es el que se hizo sin compromiso de venta a ninguna fábrica. Ese tomate no se lo han podido llevar porque las fábricas sólo elaboraron lo que tenían con compromiso", explicó.
Sáez también destacó que este año los precios han sido mucho más bajos que el año pasado. "El año pasado un kilo de tomate varía entre 120 y 130 pesos; este año está entre 80 y 100. Con los 80 pesos apenas cubría los gastos", señaló, lo que agrava aún más la situación para los productores. En su caso, cuando no se tiene un contrato de venta asegurado, la cosecha se pierde o se regala, lo que representa una gran pérdida económica.
Por su parte, Jorge Biscontin, otro productor de la región, coincidió con Sáez en que la falta de competencia con la pasta importada es un gran problema. "Nosotros no podemos competir con eso", lamentó. Biscontin, que trabaja con empresas de punta, también se vio afectado por la baja en los precios y la imposibilidad de competir con las importaciones. "Este año están trayendo algo de pasta de afuera, vía Chile, desde China. También bajó el consumo, según dice la industria", indicó.
Ante esta situación, los productores insisten en que el sector necesita soluciones urgentes. "Lo primero es el crédito. No pedimos subsidios, pero sí créditos accesibles, con tasas razonables", dijo San Martín. La falta de apoyo financiero pone en riesgo no solo la supervivencia de los productores, sino también la competitividad del país en un mercado internacional cada vez más exigente.