Por Agroempresario.com
En el marco del Congreso Maizar realizado en la Ciudad de Buenos Aires, Roberto Domenech, presidente del Centro de Empresas Procesadoras Avícolas (CEPA), afirmó con contundencia: “Detrás del maíz hay una cadena de valor y trabajo”. Sus palabras sintetizan el impacto estructural que este cultivo tiene no solo en la economía agropecuaria, sino también en múltiples sectores industriales del país.
Domenech recordó que la avicultura argentina comenzó a desarrollarse en 1961/62, cuando se importaron las primeras líneas híbridas de pollos. ¿Por qué se eligió a la Argentina? Porque tenía maíz. Así, este cereal clave permitió consolidar una industria que hoy cuenta con 48 frigoríficos, 3.700 granjas y genera 75.000 empleos directos, sin contar la producción de huevos.
“El maíz es la energía que genera el desarrollo del músculo”, afirmó Domenech. Esa energía hizo posible que un pollo alcance 2,25 kilos en solo 75 días, mientras que antes se requerían entre 120 y 150 días. Esto transformó al pollo en una proteína accesible, que pasó de ser un alimento de élite a un consumo masivo en la mesa de los argentinos.
Pero el impacto del maíz no se agota en la avicultura. Domenech detalló que, además, sustenta una vasta red industrial: la aceitera, molinera, arrocera, papelera, cartonera, siderúrgica, maderera, petrolera y gasífera. Por ejemplo, la cáscara de arroz —subproducto de la industria arrocera— se utiliza como cama para los pollos, evitando lesiones en la pechuga.
No obstante, el presidente de CEPA advirtió sobre una gran oportunidad desaprovechada: el 63% del maíz producido en Argentina se exporta como grano. Apenas 21 millones de toneladas quedan en el mercado interno, y de ellas, solo 6 millones son consumidas por la industria avícola. En comparación, Estados Unidos exporta solo entre el 14 y 16% de su maíz.
“Tenemos que trabajar para un mejor aprovechamiento”, enfatizó Domenech. Para ello, propuso fomentar la cooperación público-privada, fortalecer las regulaciones de seguridad y sanidad, y apostar por una producción sustentable que mejore la competitividad internacional. También pidió facilitar el acceso al financiamiento para agregar valor dentro del país.
En conclusión, el maíz no es solo un cultivo estratégico: es un factor de cohesión productiva, capaz de transformar al agro en un proyecto nacional de desarrollo. La industria avícola ya lo demostró. Ahora, el desafío es replicarlo en más eslabones de la economía argentina.