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Por Agroempresario.com
La alfalfa argentina está frente a una oportunidad histórica. En un contexto internacional de alta demanda por heno de calidad, Córdoba, principal provincia productora y exportadora del país, se posiciona como la clave de un negocio que hoy reporta US$66 millones, pero que podría multiplicarse casi por cuatro. El objetivo es claro: pasar de representar apenas el 1,5% del mercado global a un rol protagónico, en línea con modelos como el de España.
Con 610.000 hectáreas dedicadas al cultivo, Córdoba concentra la mayor parte de las exportaciones argentinas y cuenta con infraestructura clave: cuatro de las siete plantas de recompactado de heno y una de las dos deshidratadoras del país. La provincia se posiciona como el núcleo del desarrollo alfalfero, con condiciones naturales óptimas para un cultivo que se vuelve cada vez más demandado por la intensificación ganadera global.
“El mercado mundial de heno parece no tener techo, al menos en el corto plazo”, afirma Gastón Urrets Zavalía, coordinador del Clúster de Alfalfa de Córdoba y referente del INTA Manfredi en forrajes conservados. Explica que la expansión de la ganadería intensiva ha generado una necesidad creciente de silajes y henos de calidad, utilizados en raciones totalmente mezcladas para alimentar animales en confinamiento.
El Clúster de Alfalfa es una red público-privada con 105 miembros que impulsa el crecimiento del sector con visión exportadora. En noviembre, una delegación viajará a Francia y Alemania para participar del IV Congreso Mundial de Alfalfa en Reims y de la feria Agritechnica en Hannover, con el objetivo de estudiar modelos exitosos y ampliar oportunidades comerciales.
A nivel global, el mercado de alfalfa exportada alcanza las 9,8 millones de toneladas anuales. Estados Unidos lidera con el 58% del mercado, seguido por Australia (12%), España (10%), Canadá (5%), y luego Francia e Italia con el 2% cada una. Argentina, en contraste, apenas aporta unas 147.000 toneladas anuales, lo que representa solo el 1,5% del total mundial.
En 2024, las exportaciones argentinas de alfalfa generaron ingresos por US$66 millones, con destino principalmente a Japón (26%), China (23%), Corea (11%) y Emiratos Árabes Unidos (9%). El objetivo del clúster es ambicioso: alcanzar entre 800.000 y un millón de toneladas exportadas por año, lo que representaría un ingreso de US$250 millones.
Para lograrlo, se necesitaría instalar 50 plantas de procesamiento con capacidad de 20 toneladas por hectárea, o bien 100 plantas con capacidad de 10 toneladas por hectárea. La clave es pasar del secado natural al industrial, lo que permitiría mejorar la calidad del producto, evitar pérdidas y acceder a más mercados.
El desafío principal que identifica el Clúster de Alfalfa de Córdoba es avanzar hacia la industrialización del proceso, especialmente en el secado y acondicionado del heno. Hoy, gran parte de la alfalfa argentina se seca a cielo abierto, lo que requiere entre cuatro y cinco días de clima seco. Pero en regiones húmedas o subhúmedas, como las de Córdoba, las lluvias frecuentes provocan pérdidas importantes.
“Se pierden en promedio dos de cada seis cortes al año por efecto de la lluvia. Esto afecta la calidad y limita las oportunidades de exportación”, señalan desde el clúster. Además, los niveles de humedad del heno secado al aire libre (entre 14% y 20%) no permiten cumplir con los requisitos de los mercados internacionales, que exigen humedad inferior al 14% para su embarque en contenedores.
El modelo a seguir es el de España, que en 1995 tenía un nivel de exportación similar al argentino y hoy es el segundo mayor exportador global. El salto lo dio a partir de la inversión en infraestructura de deshidratado. Actualmente, más de la mitad de la producción española se procesa industrialmente en unas 60 plantas con tecnología de secado tipo tromel, que garantizan calidad uniforme y volumen exportable.
Córdoba tiene todas las condiciones para replicar ese modelo. A su escala productiva se suma una infraestructura industrial en expansión, capacidad técnica acumulada a través de entidades como INTA Manfredi, y una red de empresas y productores articulados mediante el clúster. Además, el ecosistema local está orientado al agregado de valor y la exportación, lo que facilita la adopción de tecnologías de punta.
El salto hacia una cadena de valor integrada permitiría mejorar la calidad del heno, reducir pérdidas, optimizar la logística y satisfacer las exigencias de los mercados más sofisticados. Esto implica inversiones en plantas de secado, centros de acopio y soluciones logísticas que integren la producción con los puertos de salida.
En ese camino, la colaboración público-privada y la articulación con gobiernos provinciales y nacionales será fundamental. También lo será la apertura de nuevos mercados mediante acuerdos sanitarios y comerciales que faciliten el acceso de la alfalfa argentina a destinos premium.
Con un mundo que demanda cada vez más proteína animal y necesita alimentar su ganadería intensiva con productos de alta calidad, la alfalfa argentina tiene una gran oportunidad. La transformación del sector hacia una matriz industrial exportadora no solo implicaría mayores ingresos para el país, sino también más empleo, tecnología y desarrollo para las economías regionales.
Argentina tiene suelo, clima y conocimiento técnico para crecer en este mercado. Pero necesita escala industrial y visión estratégica para capitalizarlo. Córdoba ya dio el primer paso, y si el país lo acompaña, la alfalfa puede convertirse en una verdadera locomotora exportadora del agro argentino.
