Por Agroempresario.com
El dióxido de carbono en la atmósfera rompió una nueva barrera en mayo de 2025, al superar por primera vez las 430 partes por millón (ppm), según las últimas mediciones realizadas por el Instituto Scripps de Oceanografía de la Universidad de California San Diego y la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA). Esta cifra, que marca un hito preocupante en el registro histórico de gases de efecto invernadero, confirma la persistente tendencia al alza del principal impulsor del cambio climático global.
El promedio mensual registrado por el Instituto Scripps fue de 430,2 ppm, mientras que la NOAA reportó 430,5 ppm. Ambos datos coinciden en reflejar un aumento interanual de más de 3,5 ppm respecto a 2024, consolidando una trayectoria que los expertos ya califican como insostenible.
“Otro año, otro récord. Es triste”, expresó Ralph Keeling, director del Programa de CO₂ de Scripps, quien continúa el legado científico de su padre, Charles David Keeling, iniciador del monitoreo moderno del dióxido de carbono. Desde 1958, la estación ubicada en el Observatorio Mauna Loa, en Hawái, ha documentado de manera sistemática esta evolución, generando la famosa Curva de Keeling, símbolo indiscutible del aumento de gases contaminantes en la atmósfera.
El incremento sostenido del dióxido de carbono está íntimamente ligado a la quema de combustibles fósiles, como el petróleo, el gas natural y el carbón. Estas fuentes de energía liberan grandes cantidades de CO₂ al ser utilizadas para el transporte, la generación eléctrica y la actividad industrial. El resultado es una acumulación constante de este gas, que supera con creces la capacidad de absorción de los sumideros naturales como los bosques y los océanos.
Según el análisis conjunto de Scripps y la NOAA, el crecimiento actual de más de 3 ppm por año indica que las políticas internacionales para mitigar las emisiones de gases de efecto invernadero siguen siendo insuficientes. En ese sentido, los expertos advierten que, si no se adoptan medidas drásticas y urgentes, el dióxido de carbono podría alcanzar 500 ppm para 2050.
Para comprender la gravedad de este nuevo récord, es clave recordar que los niveles de CO₂ eran de aproximadamente 280 ppm al inicio de la Revolución Industrial. Desde entonces, la actividad humana ha impulsado un crecimiento sin precedentes en las emisiones, coincidiendo con el desarrollo de la industria moderna y el aumento del consumo energético global.
La Curva de Keeling documenta este proceso. Las mediciones iniciadas por Charles David Keeling en el Observatorio Mauna Loa revelaron un patrón estacional claro, con picos en mayo —cuando la vegetación del hemisferio norte aún no ha comenzado su ciclo de absorción de carbono— y caídas en verano, cuando las plantas actúan como sumideros naturales. Sin embargo, más allá de estas oscilaciones, la curva muestra una progresión continua hacia valores cada vez más altos.
Ubicada a más de 3.300 metros de altura sobre el nivel del mar, la estación de Mauna Loa es reconocida mundialmente como el principal punto de referencia para la medición del CO₂ atmosférico. Su posición estratégica en medio del océano Pacífico permite obtener datos representativos del promedio atmosférico del hemisferio norte, evitando la interferencia directa de fuentes locales de contaminación.
Desde hace 67 años, esta estación ha ofrecido un registro ininterrumpido y confiable que sirve de base para la investigación climática global. Fue en este observatorio donde, en 2013, se superó por primera vez el umbral simbólico de las 400 ppm, una cifra que ahora, tan solo 12 años después, ha quedado ampliamente atrás.
El dióxido de carbono es el principal gas responsable del efecto invernadero, fenómeno por el cual la radiación solar queda atrapada en la atmósfera, provocando un calentamiento global sostenido. Aunque este efecto es necesario para la vida en la Tierra, su intensificación por el exceso de gases como el CO₂ está alterando los sistemas climáticos del planeta.
El aumento en la temperatura media global genera una serie de impactos negativos: eventos meteorológicos extremos, como olas de calor, sequías e inundaciones; derretimiento acelerado de los glaciares y el hielo polar; aumento del nivel del mar; pérdida de biodiversidad; y graves consecuencias para la producción agroalimentaria.
Los científicos alertan que estamos entrando en una etapa climáticamente inexplorada: la última vez que los niveles de CO₂ fueron tan altos fue hace más de 30 millones de años, en un mundo sin hielo en los polos y con mares mucho más elevados. Esto implica que la humanidad se enfrenta a un futuro incierto si no se reduce drásticamente la dependencia de los combustibles fósiles.
Los informes del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) han reiterado que para limitar el calentamiento a 1,5 °C por encima de los niveles preindustriales, las emisiones globales de CO₂ deben caer cerca de un 50% para 2030 y alcanzar cero neto para 2050. Sin embargo, la trayectoria actual muestra un escenario completamente opuesto, con aumentos constantes y récords anuales que confirman la inacción global.
Los expertos coinciden en que las soluciones deben ir más allá de promesas y compromisos simbólicos. Es indispensable avanzar hacia una transición energética justa y efectiva, que impulse el desarrollo de energías renovables, como la solar, la eólica y el hidrógeno verde, además de promover políticas de eficiencia energética, reforestación y protección de ecosistemas.
El sector agroindustrial también tiene un papel clave que cumplir en esta transformación. Las prácticas agrícolas sostenibles, la adopción de tecnologías de agricultura regenerativa, la captura de carbono en suelos y la reducción del uso de fertilizantes nitrogenados pueden contribuir significativamente a mitigar las emisiones.
Desde Agroempresario.com, sostenemos que el desafío climático debe ser abordado desde una visión integral, en la que el desarrollo productivo y la sostenibilidad no se presenten como opuestos, sino como partes complementarias de un modelo moderno y resiliente.