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Por Agroempresario.com
La economía china atraviesa un momento de fuerte tensión comercial y desafíos internos que reconfiguran su papel como potencia exportadora. En mayo, las exportaciones de China hacia Estados Unidos se desplomaron un 34,5% interanual, acentuando una tendencia a la baja que se profundiza con una caída del 21% registrada en abril. En paralelo, el índice de precios al consumidor volvió a retroceder por cuarto mes consecutivo, marcando un -0,1% que evidencia una incipiente deflación. Esta combinación de presión externa e inestabilidad interna enciende luces de alarma en los mercados globales.
El retroceso de las exportaciones chinas a su principal socio comercial se da en el marco de la reactivación de la guerra arancelaria entre Beijing y Washington. Actualmente, las importaciones desde Estados Unidos también cayeron un 18%, acentuando el desequilibrio del comercio bilateral. El superávit comercial chino, de todas maneras, alcanzó los 103.200 millones de dólares en el mes, sostenido parcialmente por un repunte en sus envíos a otras regiones, como el sudeste asiático (+14,8%) y la Unión Europea (+12%).
El deterioro en la relación con Estados Unidos no sólo involucra aranceles. Las tensiones abarcan disputas por semiconductores, restricciones a estudiantes chinos en universidades norteamericanas y el acceso a minerales estratégicos como las tierras raras. Este escenario complejo repercute directamente sobre las decisiones de inversión y producción de las principales industrias tecnológicas.
Pese a una suba general del 4,8% en las exportaciones chinas durante mayo, la cifra está lejos del 6% proyectado por los economistas y del 8,1% alcanzado en abril. “La desaceleración era previsible: muchas empresas adelantaron pedidos para evitar nuevas tarifas que finalmente fueron pospuestas tras el acuerdo temporal firmado en Ginebra”, explicó Lynn Song, economista jefe para Gran China en ING.
Las importaciones, en cambio, cayeron un 3,4% interanual, reflejando una demanda interna débil y menor inversión en insumos industriales, otro indicio de enfriamiento económico. Las cifras muestran que, incluso con diversificación comercial, el peso de Estados Unidos en el ecosistema exportador chino sigue siendo decisivo.
A los problemas externos se suman señales de alarma dentro del propio mercado chino. El índice de precios al consumidor retrocedió un 0,1% en mayo, con caídas particularmente marcadas en alimentos. Se trata del cuarto mes consecutivo con deflación, un fenómeno que los economistas asocian con una pérdida de dinamismo en la demanda interna.
La situación es más grave a nivel industrial: el índice de precios al productor se hundió un 3,3% interanual, marcando su peor desempeño en casi dos años. Esto sugiere que los fabricantes no sólo están vendiendo menos, sino que tampoco pueden trasladar aumentos de costos a sus clientes, lo que pone en jaque su rentabilidad y capacidad de inversión.
En este contexto, las autoridades de Estados Unidos y China se reúnen esta semana en Londres con el objetivo de sostener la tregua comercial pactada en Suiza. La comitiva estadounidense está liderada por Scott Bessent (secretario del Tesoro), Howard Lutnick (secretario de Comercio) y Jamieson Greer (representante comercial). China, por su parte, vuelve a confiar en su viceprimer ministro He Lifeng como jefe negociador.
“El encuentro debería ir muy bien”, adelantó el expresidente Donald Trump en Truth Social. Desde la Casa Blanca, la portavoz Karoline Leavitt expresó que Washington espera que China “cumpla su parte del acuerdo”. Según lo firmado en Ginebra, se acordó una reducción temporal de aranceles: del 145% al 30% para productos chinos importados por EE.UU. y del 125% al 10% para bienes estadounidenses ingresados en China. El acuerdo, de 90 días, todavía no ha logrado consolidar una mejora comercial.
Uno de los temas más sensibles de la negociación es el comercio de tierras raras, minerales esenciales para la producción de baterías, vehículos eléctricos y componentes de alta tecnología. En mayo, China exportó 5.865 toneladas de estos elementos, un aumento en comparación con abril, pero inferior al volumen de mayo de 2024.
El control de estos recursos estratégicos otorga a Beijing una herramienta de presión considerable. En este marco, los funcionarios chinos han reclamado públicamente una “corrección del rumbo” en la relación bilateral con Estados Unidos. La semana pasada, el presidente Xi Jinping conversó con Donald Trump para intentar reencauzar el vínculo, aunque no hubo avances concretos.
El Reino Unido, anfitrión de las negociaciones, se mantiene en una postura neutral. “Una guerra comercial no es buena para nadie”, dijo un vocero del gobierno británico. Londres apuesta a que la diplomacia evite una escalada que podría impactar aún más en la economía global, en momentos donde Europa también enfrenta una desaceleración industrial.
A pesar de los intentos de diálogo, los mercados se mantienen cautos. Los analistas señalan que las diferencias estructurales entre ambos países son profundas y que la tregua, aunque positiva, no resuelve los desequilibrios de fondo. Para China, el desafío será encontrar un nuevo equilibrio que le permita sostener su crecimiento exportador mientras enfrenta una demanda interna debilitada y presiones deflacionarias persistentes.
