Por Agroempresario.com
Juan Carlos Hallak, un economista con una sólida formación en la Universidad de Buenos Aires (UBA) y un doctorado en Harvard (Estados Unidos), enciende las luces de alerta sobre la apreciación del tipo de cambio en Argentina y sus potenciales efectos adversos en los diversos sectores productivos. Hallak, quien fuera Subsecretario de Inserción Internacional (2019) y presidente de la Comisión Nacional de Comercio Exterior (2017-2018), es reconocido por su expertise en desarrollo productivo y competitividad internacional. Actualmente, se desempeña como docente universitario e investigador del Conicet en el IIEP-UBA, y en diálogo con LA NACION, es contundente: "No hagamos cosas que agraven el problema del atraso cambiario".
El economista destaca la flexibilización del cepo y la apertura comercial como pasos fundamentales y positivos, pero inmediatamente advierte sobre las repercusiones en algunos sectores. Además, ofrece un análisis crítico de las recientes medidas que afectan al régimen de Tierra del Fuego, estimando su costo en aproximadamente US$1.000 millones anuales. "Es el doble de todo lo que se gasta en el Conicet. Es lejos el régimen de promoción más costoso del país", describe Hallak, poniendo en perspectiva la magnitud de esta erogación estatal.
Al ser consultado sobre el nivel cambiario tras la flexibilización del cepo, Hallak responde: "Era un paso fundamental que se tenía que dar. El gran punto es que a todas luces el dólar muestra estar atrasado en términos históricos". Reconoce que la aparición de nuevos recursos de exportación, en particular los recursos naturales, podría sustentar un tipo de cambio más bajo. Sin embargo, recalca que "parece difícil que este nivel sea sustentable".
La razón, explica Hallak, radica en dos elementos clave que contribuyen a mantener el dólar artificialmente bajo: las ventas de futuros que se han realizado y el hecho de que el Banco Central (BCRA) no está comprando los dólares necesarios para recomponer las reservas. "Es muy temprano todavía. Creo que están haciendo cosas para mantenerlo bajo hasta las elecciones. Yo no haría eso. Es jugar con fuego", advierte el economista.
Profundizando en este punto, Hallak explica que un tipo de cambio que no es sostenible inevitablemente ajustará en algún momento, y si ese ajuste no es controlado, puede generar costos mucho mayores de los que debería. Si bien algunos argumentan a favor de la no intervención, Hallak sugiere que el Banco Central podría intervenir de forma constante para acumular reservas, no en función de un precio específico, sino estableciendo un compromiso de compras diarias o semanales. "Tarde o temprano va a tener que hacerlo. Pero no lo está haciendo, y claramente hay un objetivo de mantener el dólar bajo y la inflación baja para las elecciones", crítica. "Desde cualquier punto de vista, si vas a tener un tipo de cambio flexible en un país como Argentina es inconcebible que no lo hagas con reservas. Tenés que tener reservas para combatir cualquier corrida. Y además se lo está imponiendo el FMI".
Este es un punto de convergencia con otros economistas, incluso aquellos cercanos en ideas al gobierno, como Domingo Cavallo o José Luis Espert. Martín Rapetti, menciona Hallak, ha realizado un ejercicio exhaustivo proyectando las necesidades futuras de divisas para sostener el actual nivel del dólar. El resultado, según el investigador, es que "a todas luces es insostenible este dólar, salvo que haya un boom de productividad y de exportaciones que yo no creo que haya". Si bien reconoce que habrá mejoras en la productividad por la estabilidad, el mayor crédito y las inversiones en sectores de recursos no renovables como Vaca Muerta o la minería, advierte que "con eso no alcanza. Tenés que desarrollar una competitividad mayor y exportaciones más allá de eso". En el IIEP, explica, un informe trimestral sobre exportaciones muestra que las exportaciones que no son commodities están estancadas, y con el actual nivel del dólar, será difícil que se expandan significativamente.
La "foto" actual de la economía, según Hallak, es la de un crecimiento impulsado en gran medida por el crédito y, en lo que respecta a los sectores transables, por los recursos no renovables. "La gran esperanza a futuro de inserción internacional está con esos bienes", lamenta.
¿Por qué es esto preocupante? "Porque esos bienes son limitados. No tenemos tanto para desarrollarnos. Cuando queramos acordar, vamos a tener un ingreso per cápita un poco más alto, un estándar de vida un poquito más alto de lo que hay ahora, pero vamos a decir 'Perdimos años en no acordarnos de desarrollar todos los otros sectores'", explica Hallak. El economista insiste en la necesidad de poner foco en estos otros sectores a través de una política productiva activa. Hallak no habla de subsidios ni protección, sino de "insumos complementarios", es decir, bienes públicos que las empresas por sí solas no pueden generar. Esto incluye desde la promoción comercial y el apoyo para la internacionalización, hasta la construcción de una marca país, el trabajo en temas de calidad para la exportación, la formación para el trabajo, el apoyo a la innovación y la creación de un ecosistema innovador.
Estos son, según Hallak, "un montón de cosas que se resuelven a nivel sectorial". Pone como ejemplo la labor de Demian Reidel a cargo de un plan nuclear. "Suena razonable. ¿Y qué hace? Coordina un organismo del Estado que desarrolló una patente, va a buscar inversores que inviertan en estos reactores nuevos, cuestiones que tienen que ver con regulación, con el desarrollo de IA. Eso es coordinación de un montón de actores públicos y en relación con el sector privado, con una mirada estratégica de a dónde querés que vaya el sector. Más allá de que te guste o no te guste lo que plantea, es el concepto. Y hay muchos sectores que necesitan eso. Y no es darles subsidios, que se los damos a sectores que no le tenemos que dar".
El desafío reside en cómo compatibilizar este proceso, que lleva tiempo, con el actual tipo de cambio. "Si tenés un tipo de cambio atrasado que le resta competitividad al sector transable, ese desarrollo va a estar mucho más limitado", subraya Hallak. La discusión macroeconómica se centra en que este tipo de cambio, si está artificialmente bajo por decisiones del gobierno de no comprar los dólares necesarios para acumular reservas y cumplir con sus obligaciones, agrava el problema. "Yo me focalizará por ahora en decir 'No hagamos cosas que agraven el problema del atraso cambiario'. Y por otro lado, ponerle un ojo a la producción, más allá de la desregulación. Porque necesitan un estado atrás, que esté resolviendo problemas, y hoy no lo está haciendo".
Fuera de la energía y la minería, ¿qué ocurre con otros sectores? Hallak señala que los servicios son los mayores generadores de empleo, y si la economía se expande, también lo harán. Advierte que es "perfectamente posible que tengas unos años de economía artificialmente creciendo en base al crédito, sin generar las bases de un crecimiento sostenido". Esto, aunque genere empleo temporalmente, como ha ocurrido en el pasado, conlleva el riesgo de no ser sustentable. Por eso, insiste, "hay que generar un sector transable más allá de los commodities".
La industria también es heterogénea. Algunos sectores menos expuestos a la competencia importada, como los alimentos, se benefician de un mercado interno en expansión. Sin embargo, otros más expuestos a la competencia internacional, incluso con un mercado interno creciente y un tipo de cambio atrasado, podrían sufrir.
Sobre la política del gobierno de impulsar la apertura comercial para bajar precios, incluso en el sector alimentario, Hallak analiza que "en alimentos, lo importado siempre va a ser limitado". Podría haber un impacto focalizado en algunos productos o provenientes de países como Brasil, pero en general, Argentina es competitiva y la competencia sería escasa, salvo quizás en productos de alta gama como ciertos quesos. "La economía se abrió muchísimo en este año y medio. Se removieron todas las restricciones cuantitativas, que me parece bueno. Quizás lo hubiera hecho yo un poco más lento, pero eso era lo más distorsivo, y está bien que estén eliminadas", explica. Se bajaron aranceles, se simplificó la reglamentación técnica y se limitó el anti-dumping. Pero, según Hallak, la prioridad actual no debería ser la apertura, sino "no hacer acciones que aprecien más la moneda".
Juan Carlos Hallak es uno de los mayores estudiosos del régimen de promoción de Tierra del Fuego. Analiza las recientes decisiones del gobierno: "Se tomaron dos medidas principalmente. Una no afecta a la actividad en la isla, porque bajó impuestos internos tanto al importado como al nacional. Eso bajó impuestos que hace que bajen los precios a costa de ingresos fiscales". La otra medida, que sí impacta en la competitividad de la producción en la isla, es la reducción del arancel solo a los celulares. "Eso tiene que quedar claro: lo que afectó a la competitividad de la producción en la isla es solo a los celulares. Y de todo lo que se hace allá, es el peor producto", sentencia Hallak.
La razón por la que los celulares son el "peor producto" es su desfavorable relación costo-beneficio, generando poco empleo en relación con su valor de venta y utilizando casi en su totalidad insumos importados. "Es casi todo insumo importado, solo se hace el ensamble. En los otros productos se hace además la placa electrónica, y en los celulares no. Entonces es valor agregado ficticio, solo generado por la protección comercial. El kit importado cuesta casi lo mismo que el celular terminado", explica. Este esquema se sostiene mediante trabas a la importación o beneficios fiscales como la exención de IVA a la producción local.
Hallak relativiza el impacto en el empleo que generó la polémica por esta medida: "Esto fue hace unas semanas y hubo mucha discusión del impacto que iba a tener el empleo, y dije no va a haber una crisis de empleo. Terminé de decir eso y firmaron un acuerdo donde no se va a despedir a nadie". Basado en su trabajo con Fundar, el economista asegura que las empresas tienen margen para absorber esta caída. "Puede haber un efecto en el sentido de que haya más importación de celulares y entonces menos producción en la isla, pero si lo hay, es poco", señala. El empleo en el sector de celulares representa 2.000 de los más de 8.000 empleos en la isla, y no se prevén pérdidas significativas. Además, cada celular importado genera más ingresos fiscales para el gobierno, al recaudar IVA y el impuesto interno que no paga la producción local. "Es una desproporción enorme entre lo que pone el Estado y lo que gana a cambio", critica.
El costo fiscal del esquema de Tierra del Fuego, estimado por Hallak en más de US$1.000 millones anuales, es "un montón de plata" y "lejos del régimen de promoción económica más costoso de Argentina". Para dimensionar, es más dinero que todo el sistema científico-tecnológico, el doble de lo que se gasta en el Conicet. "Y te gustará más o menos, pero se han desarrollado sectores a partir de ese conocimiento. La biotecnología en particular en gran medida se basa en todo lo que se hizo a partir del sistema científico tecnológico. Está bueno que haya actividad electrónica, pero no vale US$1.000 millones", asevera. Incluso después de las recientes medidas, el costo fiscal se mantiene similar, ya que la reducción arancelaria afectó un volumen muy pequeño de importación de celulares.
Finalmente, Hallak propone alternativas para la actividad en la isla. Enfatiza el gran potencial en turismo, economía del conocimiento y software. Menciona proyectos concretos que no se concretan, como la creación de una base naval y un polo logístico para los barcos que se proveen en Tierra del Fuego antes de ir a la Antártida, los cuales hoy paran en Chile. "Y no se hacen por falta de financiamiento, que son monedas en comparación con lo que se gasta en el régimen", lamenta. En términos de geopolítica, Hallak sostiene que la región es fundamental y no se defiende "poniendo gente", sino invirtiendo esa misma plata en "barcos, un polo naval militar". "Hay actividades mucho más fuertes, que no las tenés porque estás gastando en otra cosa", concluye el economista, instando a una reevaluación de las prioridades de inversión estatal.