Por Agroempresario.com
El sector limonero argentino, emblema de las economías regionales y pilar de la citricultura del país, está comenzando a transitar un camino de recuperación gradual. Luego de más de cinco años en los que enfrentó una crisis severa por la sobreoferta internacional y la caída de precios, la actividad muestra señales de mejora. Tucumán, principal provincia productora, busca reconstruir su capacidad exportadora y recuperar la rentabilidad en toda la cadena.
Argentina es uno de los mayores exportadores de limón fresco e industrializado del mundo. El país supo liderar los envíos de jugo concentrado, aceites esenciales, cáscara deshidratada y fruta fresca a destinos exigentes como Europa, Rusia y Estados Unidos. Sin embargo, la última década evidenció los límites del crecimiento desordenado: países como Sudáfrica, España y Turquía ampliaron fuertemente su producción, generando un exceso global de oferta que derrumbó los precios.
Este 2025, las perspectivas son más alentadoras. Según José Carbonell, presidente de Federcitrus, las exportaciones de limón fresco están mostrando signos de recuperación, especialmente en la Unión Europea, que se convirtió nuevamente en un mercado atractivo por la menor producción de competidores clave.
“El mercado europeo se está reactivando por la caída de la producción en España y Turquía. Ya se enviaron, están en tránsito o por embarcar cerca de 100.000 toneladas de fruta fresca”, señaló el dirigente. No obstante, advirtió que esta reactivación sucede en un contexto de menor producción nacional, estimada con una baja no menor al 10 % respecto al ciclo anterior.
La caída productiva tiene dos causas centrales. En primer lugar, entre 12.000 y 15.000 hectáreas fueron abandonadas o reconvertidas a otros cultivos ante la falta de rentabilidad sostenida. En segundo lugar, las heladas de julio pasado provocaron severos daños en zonas productivas de Tucumán, disminuyendo el volumen de fruta certificada.
“Todavía hay fruta de calidad, pero cada vez cuesta más encontrarla. No sabemos hasta cuándo se podrá mantener el ritmo actual de exportación”, agregó Carbonell.
Otra señal positiva es la mejora en los precios internacionales de los derivados industriales del limón. El aceite esencial de limón se cotiza entre US$12 y US$14 por kilo en el mercado spot, mientras que el jugo concentrado ronda los US$1700 a US$1800 la tonelada. A su vez, la cáscara seca alcanza los US$1300 a US$1400 por tonelada.
Estas cifras representan una mejora respecto a años anteriores, cuando el aceite llegó a cotizar un 20 % por debajo del valor actual y el jugo descendió hasta los US$1000 por tonelada, reflejando la crisis de precios del sector.
Con menor producción y mayor interés en la exportación de fruta fresca, se prevé que el volumen destinado a la industria disminuya. Históricamente, el 70% de la producción limonera se destinó a la industria, el 20% a exportación en fresco y el 10% al mercado interno. Sin embargo, este año ese esquema podría invertirse.
“La demanda internacional puede llevar a que el 90 % de la fruta se destine a exportación fresca, reduciendo notablemente la molienda para industrialización”, explicó Carbonell.
Pese a las mejores perspectivas, los referentes del sector coinciden en que la competitividad argentina sigue siendo el principal desafío para lograr una recuperación sostenida.
“Competimos con países que tienen costos laborales más bajos, menor presión impositiva y subsidios internos. Además, enfrentamos fletes más largos hacia Europa y trabas logísticas internas”, dijo Carbonell. “La solución no es solo el tipo de cambio. Necesitamos una macro sólida y previsible que nos permita planificar a largo plazo”, enfatizó.
Roberto Sánchez Loria, presidente de la Asociación de Citrus del Tucumán, también se mostró optimista, aunque con cautela. “Hay una mejora clara en los precios y la demanda en Europa. Pero venimos de años muy duros, y todavía no alcanza para recuperar todo lo perdido”, afirmó.
Sánchez Loria advirtió que el sector necesita recomponer la rentabilidad paso a paso, entendiendo que se trata de un cultivo plurianual, con tiempos largos de inversión y retorno. “Un limonero se instala por 25 años. No se puede entrar o salir del negocio de forma improvisada”, explicó.
El dirigente recordó que el colapso del mercado limonero fue global. “Sudáfrica creció muchísimo, al igual que España. Turquía también aumentó su participación. Todo eso generó una sobreoferta que los mercados no pudieron absorber”, señaló.
Para Sánchez Loria, el reordenamiento mundial de la oferta y la demanda es clave. “Estamos entrando en una nueva etapa. El mundo necesita limón argentino, pero debemos trabajar con eficiencia, calidad y una estructura de costos más competitiva”, remarcó.
También pidió políticas estables que acompañen el crecimiento. “Hoy la producción está atravesada por distorsiones: inflación, tipos de cambio múltiples, falta de infraestructura y presión tributaria. Con ese escenario es muy difícil proyectar”, concluyó.
El caso del limón argentino es representativo del desafío que enfrentan muchas economías regionales: pasar de un modelo de crecimiento acelerado y vulnerable a uno más sostenible, competitivo y resiliente. El sector limonero está en una etapa de transición, con oportunidades renovadas pero también exigencias profundas.
A medida que se recupere la confianza en el negocio y mejoren las condiciones estructurales, Argentina puede volver a posicionarse como líder mundial del limón, esta vez con bases más firmes y una mirada de largo plazo. Mientras tanto, los productores siguen batallando, reinventando estrategias y apostando a un cultivo que, pese a todo, sigue siendo sinónimo de calidad y potencial.