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Por Agroempresario.com
La campaña algodonera 2024/2025 en el norte argentino quedará en la memoria del sector productivo como una de las más adversas de las últimas décadas. Las condiciones climáticas extremas —una intensa sequía, lluvias inoportunas y heladas anticipadas— afectaron severamente el desarrollo del cultivo en regiones clave como el Chaco y el este de Santiago del Estero, comprometiendo no solo los rindes, sino también la calidad de la fibra y la viabilidad económica de los productores.
Todo comenzó en octubre, con condiciones que invitaban al optimismo. La primavera ofreció buena humedad en el suelo, lo que motivó a muchos productores a sembrar. Sin embargo, el escenario dio un giro drástico a mediados de enero. Las lluvias desaparecieron y comenzaron más de 60 días de sequía y temperaturas agobiantes que frenaron el crecimiento del cultivo.
“El algodón es una planta que intenta defenderse, por eso se deshoja, tira flores y regula su metabolismo frente al estrés hídrico. Pero los daños ya estaban hechos”, explicó el ingeniero agrónomo Marino González, que trabaja en lotes de Chaco, Santiago del Estero y San Juan.
Con el regreso de las lluvias en marzo, algunos lotes reaccionaron, pero el ciclo no llegó a completarse. A finales de mayo, antes de lo habitual, se registraron tres heladas consecutivas que afectaron a plantas aún en desarrollo. “Las bochas que no estaban maduras se pudrieron o quedaron pegadas al follaje, utilizando la cosecha”, añadió González.
El panorama fue desolador. Las cosechadoras, al no poder separar bien las bochas afectadas, enviaron al proceso de desmonte fibras mezcladas con hojas secas, lo que degradó la calidad del producto. “La desmotadora descarta esa fibra porque no cumple con los estándares. Esto genera un desperdicio importante y afecta el ingreso del productor”, remarcó González.
La pérdida no fue solo de cantidad: también de valor comercial. Con calidad comprometida, el mercado respondió con una baja de precios y una marcada dificultad para comercializar la producción restante.
En departamentos chaqueños como Dos de Abril, Almirante Brown, Comandante Fernández, Independencia, Chacabuco y Gancedo, las pérdidas superaron el 50% en promedio, y en algunos lotes alcanzaron el 70%.
Gustavo Szkamarda, productor de la zona de Dos de Abril, sembró 4000 hectáreas de algodón y apenas pudo cosechar la mitad. “Tuvimos zonas donde directamente no cosechamos nada. En otras, sacamos apenas 150 kilos de fibra por hectárea, cuando normalmente obtenemos entre 600 y 700 kilos”, explicó.
La situación varió dentro del mismo departamento: en algunas zonas hubo algo más de lluvia, pero en otras el déficit hídrico fue total. Desde fines de enero hasta marzo, muchos lotes no recibieron agua, y las lluvias posteriores fueron insuficientes para revertir el daño.
En el sur de Sáenz Peña, el productor Denis Konsimal aplicó una estrategia diferente. Se sembró más tarde, entre diciembre y enero, para evitar las temperaturas más altas. Si bien logró esquivar parte de la sequía, no pudo hacer frente al exceso de lluvias.
“Cuando las plantas comenzaron a formar las bochas, tuvimos 20 días seguidos de lluvia. Después vinieron 400 milímetros en diez días. El cultivo se anegó por completo”, describió Konsimal. En su estimación, la pérdida alcanzó entre el 50% y el 60%.
“Teníamos potencial para rendimientos de hasta 3500 kilos por hectárea, pero vamos a levantar entre 1200 y 1300. Fue una campaña frustrante, que arrancó muy bien y terminó muy mal”, lamentó.
La sequía no impactó únicamente en el algodón. Szkamarda, que también realiza ganadería de ciclo completo con feedlot, explicó que los pozos de agua se encuentran exhaustos tras tres años de lluvias por debajo del promedio.
“Las napas no se recuperan. La hacienda depende del agua subterránea y ya no hay suficiente. Estamos ajustando todo para evitar una catástrofe mayor”, afirmó. Además de algodón, también sembró trigo, girasol, maíz, sorgo y soja, con resultados dispares.
A medida que se confirmó la mala calidad general del algodón, el precio cayó drásticamente. De valer cerca de 500 pesos por kilo de fibra, muchos productores vieron cómo el valor se desplomaba hasta los 450 o incluso 400 pesos, justo cuando más necesitaban ingresos para sostener la estructura productiva.
“Es la tormenta perfecta: producto de baja calidad, caída de precios y problemas en los pagos”, afirmó González. La cadena de pagos ya muestra señales de colapso, con acopios y desmotadoras que demoran las liquidaciones.
Ante este escenario, los productores y técnicos del norte argentino reclaman medidas urgentes de asistencia. “Necesitamos líneas de crédito a tasa subsidiada, refinanciación de pasivos, y acompañamiento técnico y logístico para la próxima campaña”, señaló Konsimal. También insistió en que el Estado debe participar activamente para sostener a las economías regionales que hoy están en riesgo.
Pese a las adversidades, los referentes del sector coinciden en que la solución no está en abandonar el algodón, sino en incorporar mayor tecnología, diversificar riesgos y adoptar nuevas estrategias de manejo. González propuso avanzar en modelos productivos con mayor precisión y siembra escalonada. “No podemos dejar que el clima nos sorprenda todos los años. Tenemos que adaptarnos y planificar mejor”, concluyó.
