Por Agroempresario.com
En medio de un ajuste fiscal profundo, el sistema científico argentino enfrenta uno de sus momentos más críticos. El recorte presupuestario al INTA y al CONICET no solo amenaza con paralizar proyectos de alto valor estratégico, sino que también genera un daño emocional y simbólico que podría tardar décadas en revertirse. Así lo expresaron dos referentes del ámbito científico: Humberto Debat, virólogo molecular del INTA Córdoba, y Gonzalo Sanz Cerbino, investigador adjunto del CONICET y dirigente gremial.
“El ajuste no es solo un número en un Excel: es una herida profunda a una trama científica y humana que tardó décadas en construirse”, afirmó Debat a través de una declaración que rápidamente se viralizó en redes sociales. El científico advirtió que el impacto no se limita a la suspensión de ensayos de campo o al desmantelamiento de laboratorios, sino que afecta la motivación y el sentido de pertenencia de toda una generación dedicada a la investigación.
Desde su experiencia en virología aplicada al agro, Debat remarcó que la actual situación amenaza con destruir capacidades técnicas e infraestructuras imposibles de recuperar en el corto plazo. “Lo que más duele no es la falta de recursos, sino la deslegitimación deliberada del valor de nuestro trabajo”, puntualizó.
A este diagnóstico se suma la mirada crítica de Gonzalo Sanz Cerbino, también secretario general adjunto de ATE-CONICET. El investigador denunció la existencia de un proyecto impulsado por la Fundación Libertad y Progreso —vinculada a referentes del liberalismo económico como Alberto Benegas Lynch y Agustín Etchebarne— que busca eliminar las carreras estables de investigador y personal técnico del CONICET, junto con los programas de becas de formación.
“La propuesta plantea reemplazar el sistema actual por uno financiado solo por proyectos a corto plazo, sin estabilidad ni carrera científica”, detalló Sanz Cerbino. Según él, los argumentos de los promotores del ajuste están basados en datos distorsionados, como afirmar que el CONICET creció desmedidamente entre 2003 y 2023. “Ese crecimiento fue una recuperación, no un exceso”, afirmó.
Las comparaciones con modelos de países como Corea del Sur o Singapur también son cuestionadas. “Argentina tiene menos investigadores por habitante que muchos de los países citados como ejemplo por quienes buscan desfinanciar la ciencia”, advirtió Sanz Cerbino. Asimismo, desmintió que las ciencias sociales absorban la mayor parte de los recursos, ya que solo representan el 28% de las becas.
Ambos investigadores coinciden en que lo que está en juego no es únicamente el presente institucional, sino también el futuro del conocimiento argentino. “Han vaciado de incentivos y de dignidad el acto mismo de investigar”, lamentó Debat. “Esto no es solo una pérdida estructural: es una fractura emocional”.
En paralelo, la comunidad científica comienza a organizarse para resistir el vaciamiento. Según encuestas recientes, un 59% de la población rechaza los recortes al sistema científico-tecnológico, lo que indica un creciente respaldo social a los investigadores.
La gran pregunta que persiste es si aún hay margen para revertir este proceso antes de perder definitivamente una generación de científicos, tecnología acumulada y vocación por el desarrollo nacional. El tiempo, advierten Debat y Sanz Cerbino, juega en contra.