Por Agroempresario.com
En un rincón del Alto Valle del río Negro, donde los vientos corren entre chacras antiguas y la fruticultura lucha por reinventarse, un productor bonaerense desafía las estadísticas y el desgaste del tiempo. Agroempresario.com conversó con Oscar Celestino, fundador de Celestino Hermanos, cuya historia personal y empresarial es símbolo de resiliencia, visión de largo plazo y pasión por la fruta. Su última hazaña: 100 toneladas por hectárea de peras Williams, un récord que posiciona a su firma como ejemplo de lo que aún es posible lograr en la Patagonia frutícola.
Desde su base de operaciones en Chichinales y Valle Azul, el empresario frutícola apuesta a la producción tradicional, mientras muchos optan por reemplazar montes frutales con cultivos de menor demanda laboral o reconversión inmobiliaria. El 2025 le devolvió la confianza con números que reflejan décadas de decisiones acertadas, gestión eficiente y conexión con la tierra.
Oscar Celestino nació en Lanús, Buenos Aires, en el seno de una familia vinculada al Mercado de Abasto de Avellaneda. Hijo y hermano de puesteros, su vida se tejió entre cajones de frutas, clientes mayoristas y madrugadas de trabajo. Sin embargo, su vocación frutícola no encontró lugar en los citrus de Alsina, la primera incursión productiva familiar. Allí, las naranjas y mandarinas no podían competir con las del norte argentino, y Oscar ya intuía que el futuro estaba más al sur.
Fue a comienzos de los 70 cuando visitó la Corporación Frutícola en Buenos Aires y conoció de cerca el valor que tenían las peras y manzanas del Alto Valle. En 1973, viajó por primera vez a la región. El flechazo fue instantáneo. “Era otro mundo”, recuerda hoy. “En vez de tantas hectáreas en Alsina, ¿por qué no vamos al sur?”, se preguntó. El Alto Valle se convirtió en una obsesión, y en pocos años, en una realidad.
Acceder a tierras en el Alto Valle no era fácil. En los años de bonanza, nadie vendía. Pero con el golpe de 1976 y las medidas de José Alfredo Martínez de Hoz, la fruticultura entró en crisis y el mercado de tierras se abrió. Oscar aprovechó. Primero en el Valle Medio, donde alquiló galpones en Choele Choel y Luis Beltrán. Luego, en 1980, llegó la oportunidad: una chacra de dos hectáreas en Chichinales, con galpón y viviendas.
Así nació Celestino Hermanos. Con la cosecha de 1981, inició una etapa de crecimiento continuo. En 1983 construyeron su primer frigorífico. En 1989 incorporaron atmósfera controlada, tecnología clave para conservar calidad. En los 90 adquirieron “la Medialuna” en Valle Azul, una gran extensión que hoy es base central de la empresa. El sueño del joven de Lanús se hacía realidad, hectárea tras hectárea.
En 2025, Celestino Hermanos alcanzó un hito productivo: 100 tn/ha en un cuadro de pera Williams. “Nunca había visto algo así”, cuenta Oscar. “Hubo muchos cuadros con 70 tn/ha. El clima ayudó y la fruta calibró excelente. Hasta hubo terceras pasadas, algo muy raro en la variedad.” La campaña se destacó por la sanidad, los calibres y la cantidad. “La naturaleza, cuando acompaña, es maravillosa”, resume con humildad.
La empresa maneja siete especies frutales y más de 50 variedades: ocho de peras, quince de manzanas, 24 de carozo, además de membrillos y uvas. Si bien la manzana rindió por debajo de lo esperado, la diversificación productiva equilibra riesgos. Celestino Hermanos también explora algo de ganadería, aunque su alma sigue siendo frutícola.
Mientras muchos productores abandonaron perales y manzanos por el alto costo de producción, Oscar y su equipo avanzan con el recambio varietal: plantas viejas por jóvenes, más eficientes y adaptadas. “No convertimos: renovamos”, afirma con claridad. Y no es una declaración romántica: la empresa está integrada verticalmente. Produce, empaca, conserva y comercializa. Esa integración es clave para sostener márgenes, acceder a mercados y conservar calidad.
En tiempos donde la rentabilidad frutícola se ve presionada por inflación, tipo de cambio y sobrecarga impositiva, el ejemplo de Celestino Hermanos cobra especial valor. La empresa emplea a unas 300 personas en temporada, cuenta con tecnología propia y apuesta por el arraigo productivo.
En 2026, Celestino Hermanos cumplirá 50 años. Oscar lo vive con orgullo, pero sin estridencias. “No sé qué pasará en diez años. Depende de la política económica y de lo que demande el consumidor”, reflexiona. “Lo que sí sé es que si no bajan impuestos ni se mejora la legislación laboral, el sector va a seguir achicándose.” Habla con la autoridad de quien conoce el campo y la economía desde adentro.
Hoy, mientras muchos planifican retiros o ventas, Oscar sigue ampliando chacras, replantando variedades y capacitando al equipo. En los surcos de Chichinales y Valle Azul, ya se realiza la poda para la próxima campaña. La que marcará medio siglo de historia. Medio siglo de fruticultura. Medio siglo de confianza en la tierra.