Por Agroempresario.com
En un contexto económico complejo, donde la inflación sigue golpeando el bolsillo de los argentinos, el mercado del vino muestra una evolución que llama la atención. Por quinto mes consecutivo, el precio del vino en góndola crece a un ritmo inferior al del índice general de precios al consumidor. En abril de 2025, el Índice de Precios del Vino (IPV) subió solo un 1,1%, frente al 2,8% que marcó el IPC, según datos relevados por Vinodata. Este fenómeno plantea interrogantes sobre las estrategias comerciales del sector vitivinícola, su nivel de competitividad y el impacto real en los productores.
Desde diciembre del año pasado, el precio del vino en góndola se incrementa sistemáticamente por debajo del promedio de otros productos de consumo masivo. Esta tendencia no solo refleja una desaceleración en el ritmo de aumentos, sino que también puede interpretarse como un intento de las bodegas y puntos de venta de no perder mercado ante el deterioro del poder adquisitivo.
En abril, la variación interanual del IPV fue del 35,9%, muy por debajo del 47,3% acumulado por el IPC en el mismo período. La caída del consumo, sumada a la fuerte competencia entre bodegas, supermercados y tiendas digitales, ha contribuido a este comportamiento moderado en los precios.
El informe de Vinodata ofrece un análisis detallado por franjas de precios. En abril, los incrementos mensuales fueron similares en casi todas las gamas, con alzas cercanas al 1%, aunque con algunas particularidades. Por ejemplo, la franja comprendida entre $21.735 y $31.050 mostró un aumento de apenas 0,3%, mientras que los vinos más económicos registraron una suba algo mayor, aunque dentro del promedio general.
En lo que va del año, las diferencias son más marcadas. Los vinos de gama baja experimentaron un aumento acumulado del 27,6%, mientras que los segmentos medios y altos tuvieron subas que van desde el 34% al 42%, con el mayor incremento registrado en la gama de $4.347 a $7.452.
Este comportamiento sugiere que los vinos de menor precio mantienen una evolución más contenida, posiblemente para seguir siendo competitivos y accesibles para un consumidor cada vez más sensible al precio.
Uno de los aspectos más destacados del informe de abril es que solo el 10,4% de las etiquetas relevadas aumentaron su precio. Y entre esas, el incremento promedio fue del 8,2%, lo que también representa una desaceleración respecto a los registros del mes anterior.
Este dato revela una estrategia generalizada de contención, impulsada posiblemente por la baja en la demanda y la necesidad de sostener volumen de ventas en un entorno recesivo. La decisión de no trasladar costos al precio final parecería ser una respuesta defensiva del sector, que prioriza el mantenimiento del mercado antes que el ajuste inmediato por inflación.
El informe de Vinodata no solo mide variaciones, sino que también proporciona precios concretos para comprender el estado del mercado:
La gran dispersión entre estos valores da cuenta de la amplitud del mercado vitivinícola argentino, donde conviven productos accesibles con vinos de alta gama que superan los $100.000 por botella.
El IPV de abril 2025 se elaboró sobre una muestra de 5.495 etiquetas activas, seleccionadas de una base que supera los 12.600 vinos argentinos. Se excluyeron etiquetas sin precios actualizados y valores atípicos para garantizar representatividad y precisión.
“El relevamiento se realiza sobre precios de lista publicados en canales de venta mayoristas y minoristas, tanto físicos como digitales”, explicaron desde Vinodata, lo que permite obtener un panorama amplio y actualizado del comportamiento real del mercado.
Aunque a simple vista podría interpretarse como un signo de estabilidad de precios, este fenómeno también puede reflejar una situación delicada. El hecho de que los precios del vino no sigan el ritmo inflacionario podría implicar una pérdida de margen de rentabilidad para las bodegas.
Este aspecto es especialmente crítico para los pequeños y medianos productores, quienes enfrentan aumentos en insumos clave como botellas, etiquetas, fletes, energía y mano de obra, pero tienen limitaciones para trasladar esos costos al consumidor final.
Además, si bien el vino logra mantenerse relativamente accesible, la caída del consumo interno es una amenaza concreta. Según distintas fuentes del sector, la venta de vino en volumen muestra una caída interanual del 10%, lo que indica que incluso precios más bajos no logran estimular suficientemente la demanda.
El escenario actual presenta tanto desafíos como oportunidades. La estabilidad de precios puede ser una ventaja competitiva frente a otras bebidas, posicionando al vino como una alternativa viable en el consumo cotidiano. Sin embargo, si esta estrategia de precios contenidos no va acompañada por medidas que mejoren la competitividad y eficiencia del sector, puede derivar en una situación de estrangulamiento financiero, especialmente en segmentos productivos más vulnerables.
Por otro lado, se abre una oportunidad para impulsar exportaciones, dado que el tipo de cambio competitivo y los precios contenidos pueden generar atractivos para el mercado externo. Para ello, será clave que las políticas públicas acompañen con incentivos, financiamiento y apertura de mercados.