Soja: ROSARIO
$323.000 1.10%
Maíz: ROSARIO
$200.000 -0.99%
Trigo: ROSARIO
$233.100 0.30%
Por Agroempresario.com
A pesar de un contexto complejo para los productores, el consumo de carne de cerdo en la Argentina atraviesa una etapa de consolidación que refleja el cambio profundo de hábitos alimentarios en las últimas dos décadas. El crecimiento del consumo interno y la preferencia por la carne fresca han transformado la cadena porcina, aunque persisten desafíos clave que podrían afectar su desarrollo futuro.
Según datos oficiales, el consumo per cápita de carne porcina alcanzó en febrero de 2025 los 17,48 kilogramos anuales. Esta cifra triplica los niveles registrados hace apenas 20 años, lo que evidencia una transformación estructural en la dieta de los argentinos. Atrás quedó la hegemonía de los fiambres y chacinados: hoy, el 80% del consumo corresponde a carne fresca, destacándose cortes como el pechito, la bondiola, el carré y el matambre.
“El sector porcino argentino ha cambiado radicalmente en los últimos 20 años”, explicó Larry Bortoloni, productor del norte de Córdoba e integrante de la Cámara de Productores Porcinos de Córdoba (Cappcor) y del Mercado Argentino de Productores de Cerdos (Pormag), en una entrevista con el programa Chacra Agro Continental. Bortoloni destacó que el consumidor argentino hoy busca un producto magro, saludable y competitivo frente a la carne vacuna y al pollo.
Uno de los factores clave de esta transformación es la evolución genética y alimentaria de los animales, lo que permitió mejorar notablemente la calidad del producto final. Mientras que hace tres décadas los cortes porcinos contenían un 30% de carne magra, hoy ese porcentaje supera el 60%, con una grasa de alta calidad nutricional. Esta mejora, además de responder a los estándares de salud alimentaria, ayudó a posicionar a la carne porcina como una opción moderna y saludable en la mesa de los argentinos.
Bortoloni remarcó que la cadena porcina está en un nivel de “producción profesionalizada y con un estatus sanitario de excelencia”, lo que ofrece una base sólida para seguir creciendo tanto en el mercado interno como en el externo. Sin embargo, reconoció que aún hay trabas que complican el escenario para muchos productores.
Uno de los principales problemas que enfrenta hoy el sector es la importación de carne porcina desde Brasil, un país que permite el uso de promotores de crecimiento prohibidos en Argentina. “Eso genera una competencia desleal. Nosotros no usamos aditivos por una cuestión de calidad y de acceso a mercados exigentes, mientras que ellos sí, y con apoyo del Estado”, advirtió Bortoloni.
A este panorama se suma un régimen impositivo desfavorable. “Desde 2017 tenemos un problema serio con el IVA: compramos insumos al 21% y vendemos con una alícuota del 10,5%. Esa diferencia, que nunca se devuelve, termina siendo un costo más para el productor”, explicó el dirigente de Cappcor. La falta de reintegros y la escasez histórica de financiamiento complicaron la expansión de muchos pequeños y medianos establecimientos.
No obstante, Bortoloni reconoció que en los últimos meses comenzaron a aparecer líneas de crédito que podrían ayudar a recomponer el capital de trabajo del sector. “Lo que necesitamos son reglas claras, competitividad y financiamiento. Con eso, el cerdo argentino puede seguir creciendo”, concluyó.
El productor cordobés asegura que, a pesar de las dificultades, la carne de cerdo tiene gran proyección de futuro. Su evolución en calidad, eficiencia productiva y adaptabilidad a nuevas tendencias de consumo la posicionan como uno de los rubros con mayor potencial dentro del agro argentino.
A medida que crece el interés por dietas más equilibradas, carnes magras y productos accesibles, la carne porcina gana terreno. En ese contexto, sostener la competitividad frente a las importaciones y mejorar la estructura impositiva serán claves para el desarrollo sostenible del sector.
