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Por Agroempresario.com
Un estudio pionero de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires (FAUBA) advierte que el ozono troposférico, un contaminante producido por la actividad humana, puede disminuir hasta un 33% el peso de los granos de soja. Esta amenaza silenciosa afecta el ciclo productivo del cultivo más importante de Argentina, con implicancias ambientales, económicas y estratégicas para el sector agroindustrial nacional.
El ozono es un gas que, en la estratósfera, protege la Tierra de la radiación ultravioleta, pero en la troposfera, la capa atmosférica más cercana al suelo, se convierte en un contaminante dañino. Proviene principalmente de las emisiones industriales, de vehículos y procesos urbanos, y su concentración ha venido aumentando debido a la actividad humana.
Según la investigación dirigida por la docente e investigadora Natalia Cantelmi, el efecto del ozono sobre la soja es nocivo y directo. Bajo condiciones controladas, la FAUBA expuso plantas de soja a niveles de ozono entre 40 y 60 partes por billón (ppb), un rango superior al promedio habitual en Argentina, que oscila entre 20 y 40 ppb.
“El estudio mostró que las plantas sometidas al estrés por ozono florecieron cuatro días antes que las normales y desviaron energía para producir defensas antioxidantes,” explicó Cantelmi. “Esto impacta negativamente en el desarrollo y crecimiento, con una reducción del peso de los granos que alcanza un 33%.”
La soja es uno de los principales cultivos exportables y motores de la economía argentina. La disminución del rendimiento productivo no solo afecta la rentabilidad de los productores, sino que puede impactar en la balanza comercial y en la posición del país en los mercados internacionales.
“Es un dato muy preocupante porque un tercio menos en el peso del grano implica una pérdida significativa de ingresos,” alertó la investigadora. Además, el impacto ambiental suma un nuevo desafío en un contexto de cambio climático donde otras variables como las sequías y altas temperaturas ya ponen en jaque la producción agrícola.
El aumento proyectado del ozono troposférico, estimado en un 25% hacia 2050 a nivel global, se suma a las presiones climáticas que ya enfrenta el sector agropecuario argentino. Cantelmi subraya la importancia de incorporar esta variable en el manejo agronómico futuro.
“El ozono será un factor más que los productores deben considerar junto a otros desafíos ambientales,” señaló. “Es imprescindible desarrollar estrategias de adaptación y mitigación para sostener la productividad del cultivo.”
El trabajo de FAUBA también comenzó a explorar cómo el ozono puede influir en las relaciones entre plantas y plagas. Natalia Cantelmi se enfocó en la oruga militar tardía (Spodoptera frugiperda), una plaga frecuente en soja y otros cultivos.
“Hay indicios de que el estrés por ozono podría retrasar las respuestas químicas defensivas de la planta, haciendo que las plagas se alimenten más libremente y dificulten su control", comentó la investigadora. Este hallazgo abre la puerta a futuras investigaciones que podrían modificar las prácticas de manejo integrado de plagas.
Para contrarrestar el daño que el ozono provoca en la soja, la FAUBA recomienda avanzar en la selección y desarrollo de variedades más resistentes, con un mayor contenido de antioxidantes que puedan neutralizar el estrés oxidativo.
Además, la reducción estructural de las emisiones contaminantes resulta fundamental para frenar el incremento del ozono troposférico. “No sólo se trata de proteger la producción sino de cuidar el ambiente, base para la sustentabilidad del agro argentino", enfatizó Cantelmi.
